sábado, 1 de marzo de 2014

Nada



"Verá, y como le decía, usted siempre tuvo opciones. Pudo elegir y siempre eligió contra los más débiles. Entre los empresarios o los trabajadores, usted eligió ir contra los trabajadores. Entre la escuela pública y la privada, usted optó por ir a favor de la escuela privada. Entre pedir un esfuerzo a los pensionistas o pedírselo a la industria farmacéutica, usted se lo pidió a los pensionistas. Y entre subir los impuestos de las clases medias o subir los impuestos de las grandes fortunas, usted optó a favor de las grandes fortunas. Siempre contra los más débiles. ¿Sabe por qué, señor Rajoy? Porque son ustedes de derechas, porque usted es el líder de la derecha española. Ha sido usted coherente".

El gran problema que tenemos en el mundo es que hay mucha gente que piensa que el párrafo anterior da en el clavo. Se lo dijo el jefe de la oposición al presidente del gobierno en un debate parlamentario y el escenario, quizá, agrave un poco las cosas, pero la retahíla en sí se sobra y basta para demostrar hasta que punto puede llegar el cinismo en la política en aras de trincar parcelas de poder, es decir, de poder chupar de la piragua que diría Rafa el Proscrito. ¡Jo, lo que yo aprendí en mis paseos con los Proscritos por las colinas de Alar!

Un discurso universal y eterno. Siempre tocó y tocará las vísceras bajas de las inmensas mayorías de desarrapados de la tierra. Y es que nada tiene que ver el tener más o menos resuelta la vida con lo de ser un desarrapado. Se puede ser, por ejemplo, profesor en un instituto, o juez, o médico de la seguridad social, y tomar todos los días el aperitivo y comer de vez en cuando en buenos restaurantes, por no hablar de hacer todos los años tres jolies voyages alrededor del mundo, y sentirse un perfecto desarrapado en su fuero interno. Es mayormente a causa de esa sórdida emoción que es el resentimiento. 

El resentimiento, doble sentimiento, o sentir dolorosamente por sobrecarga, es como un río al que por todas las partes le llegan afluentes. De las montañas de la envidia, de las de la frustración, de las del sentimiento de culpa negado... nunca para de llegar fluido que hace subir los niveles provocando continuos desbordamientos. Son las cosas de la naturaleza que, por mucho que nos esforcemos, sólo se pueden encauzar en parte tomando la vida con mucha filosofía, es decir, privilegio de unos pocos. 

Y no por otra cosa es, por lo poco que impera la filosofía en el mundo, que siempre ganaran por goleada los discursos como el que les he transcrito sobre los que apelan a la propia responsabilidad. Como les decía el otro día de cosas parecidas, lo más probable es que tenga que ver con ese oscuro instinto de consuelo. Ese consuelo que tanto necesita una especie que tiene como principal hecho diferencial con todas las demás la previsión de un futuro ineluctable: la nada. En fin, qué cosas tiene la vida. 

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