jueves, 28 de agosto de 2014

Alharakatu barakatum



 
 Mi amigo Jacobo, que estaba pasando unos días en casa de su mujer en Odawara, ha tenido que salir pitando hacia la suya en Hadano por culpa de los monos. Por lo visto hay por allí una tribu que campa por sus respetos haciendo las delicias de los adeptos al animalismo, ya saben, esa categoría sentimental que se extiende en forma de plaga entre los humanos siempre que se entra en un periodo de decadencia... sobre todo moral. Es comprensible, tras un periodo de opulencia, sin guerras y tal, la gente se acaba creyendo que todo el monte es orégano y no ve por ningún lado la necesidad del sacrificio. Entonces, recurren a las mascotas como forma idónea de suplir la no por necesaria menos complicada transferencia afectiva hacia sus congéneres. Sólo es necesario instalarse en la fantasía de aceptar que te comunicas con ellas. Como las das de comer te son radicalmente fieles y, luego, si por lo que sea, te crean problemas, sólo necesitas hacer el fácil tránsito hacia la realidad para llegar a la conclusión de que en realidad no son más que animales que no sufren en absoluto cuando les llevas al matadero.

Pero claro, el ser humano no por mas empeñarse en vivir soñando deja de tener problemas. Mis vecinos animalistas por ejemplo, que tenían convertido el jardín de la urbanización en un autentico pipicán con la aparente anuencia de todos los vecinos, han visto como desde mi llegada se les agriaba el contento como consecuencia del no gustarme un pelo que me caguen, me ladren, el interland. Claro, de entrada, han querido venir a por mí, pero entonces, levantada ya la liebre, se han tenido que enterar de que tienen la enemiga de todos los vecinos que pasan de mascotas, sean o no animalistas. Así es que ahora los unos me saludan con el gesto torvo, pero me saludan porque al fin y al cabo ésta es una comunidad de gente acomodada y se supone que educada. Los otros, ciertamente, me muestran una afabilidad sin duda fuera de contexto a la que yo correspondo con mesura porque no quiero protagonismos molestos. Por así decirlo, hay en el ambiente una clamorosa realidad que justifica las actitudes:  el guirigay de ladridos que había a mi llegada ha desaparecido casi por completo y eso saben que por lo menos en parte me lo tienen que agradecer.

El caso es que, qué diferente suceden las cosas cuando hay civilización por medio. Ayer mismo venía en el periódicos lo sucedido en un pueblo de la costa entre un vasco y un catalán que andaban por allí de vecinos. El catalán tenía un perro que no paraba de ladrar. El vasco le pedía al catalán que hiciese callar a su perro. El catalán pasaba. El vasco tenía una escopeta. ¿A quién creen que disparó el vasco, al catalán o al perro? Al catalán por supuesto. Muerto el catalán se acabó la rabia.

Sin embargo, no hay que preocuparse por la presente plaga porque una vez más la ciencia viene al rescate. Un investigador de una universidad de Texas ha descubierto una feromona de cerdo que tan pronto la olfatean los perros dejan de ladrar. El invento ha sido bautizado STOP THAT¡, o sea, justo las palabras que el otro día por la noche gritaba como un poseso un vecino foráneo cuando unos perros se pusieron a ladrar.

En fin, les dejo de dar la lata con mis obsesiones y allá cada cual con su sensibilidad para detectar los signos sociales de incipiente decadencia que esperemos no vaya a más gracias a los avances de la ciencia.

4 comentarios:

  1. Un mono puede resultar pintoresco: pero unos cuarenta o cincuenta pasando en manada sobre el tejado de tu casa, con el macho alfa mirándote con cara de mala leche no es cosa de tomarse a broma. Dicen los del ayntamiento que tienen controlada a la manada con un sensor que le han puesto a uno de ellos, pero fíate de la Virgen y no corras...

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    1. Bueno, al fin y al cabo esa es una buena forma de tener proteínas disponibles para una eventual necesidad.

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  2. Por cierto, qué título más bonito el de esta entrada. Ya nos dirás de dónde lo has sacado...

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    1. Es que desde hace unos meses tenemos en la urbanización un conserje de nombre Mohamed que me está enseñando su idioma.

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