Es quizá la ficción a la que hacía referencia el Papa Francisco en su viaje a Corea. Ha alertado sobre la desesperanza que no para de crecer como un cáncer en unas sociedades que parecen muy prosperas pero que están corroídas por la tristeza interior. Luego ha añadido, por aquello de llevar el agua a su molino supongo, que la solución es el evangelio. Digamos que si bien el diagnostico podría tener ciertos visos de certero, la terapia que propone tiene algo de polvos de la madre celestina. ¿Porque, qué demonios es eso del evangelio? Convendría que nos lo aclarase porque hemos visto ya demasiadas diarreas por tratar de curarse con ese jarabe. No sé, quizá haya sido porque no estaba homologado por los guardianes de la ortodoxia.
Desde luego que hay una cosa que es fácil recordar y que nos puede servir de apoyo para iniciar un razonamiento: cuando comer cada día era una tarea titánica a nadie se le ocurría ponerse a hablar con los perros... bueno, el único que les hablaba era Gene el lacero, pero era para trincarles y llevarles al matadero donde hacían chorizos con ellos que luego nosotros merendábamos si es que había suerte, porque por lo general nos daban aquel chocolate que sabía a tierra. Pero éramos bastante felices. Nos comíamos el bocata a la salida del colegio jugando por la calle de la que nos sentíamos dueños absolutos.
Son las paradojas de la vida, que sólo de la agonía brota un cierto bienestar. La agonía de la conquista, del estar consiguiendo algo, del estar avanzando en lo que sea. Del esfuerzo en definitiva. Y el reposo sólo puede ser el del guerrero. Esto es algo que se sabe desde la noche de los tiempos y es el único evangelio posible. Así que quizá sea a esto a lo que se refiere el Papa Francisco cuando preconiza el evangelio como antídoto de lo que llama tristeza interior y que no es otra cosa que el puto aburrimiento inherente a no querer afrontar retos. ¡Vivir tranquilo con todo resuelto! Un oxímoron. Cuando tienes todo resuelto lo normal es que te corroa la ansiedad. Y una de dos, te buscas un problema a resolver o te tiras por un precipicio.
En fin, que cuánto mejor merendar chorizo de perro que no recoger sus caquitas.
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