Es que ver como matan a niños inocentes... pues sí, eso ya lo hizo Herodes y ahora lo conmemoramos gastando bromas todo el día. La cosa, desde luego, tiene guasa. A mí, de todas formas, lo que realmente me enerva es que se utilice a los niños para tapar las vergüenzas de sus padres. Mi elemental capacidad de raciocinio me indica con lugar a muy pocas dudas que si a esos padres les importase un comino sus hijos, esos hijos no se verían como se ven. No hay nada más que ver la alegría con la que los hacen que es que para ellos parece que es como tirarse un cuesco. Cuesco al que luego le ponen una carga de dinamita en la cintura y, ¡ale!, una pensión vitalicia para toda la familia. Paga el Emir de Qatar que, ese, lo mismo le da pel davan que pel darrera, que el caso es estar en todos los ajos.
Porque es que, si bien lo miras, no hay desastre en el mundo que no provenga del triunfo, digamos que obsceno, del sagrado corazón. La capacidad de meter a los sentimientos en cintura es lo único que diferencia al ser humano de los animales. Así que si apelamos a los sentimientos tenemos que saber que nos espera el Serengueti o algo así que, por cierto, no es ni mucho menos el paraíso que decía San Francisco, o Walt Disney, o todos esos animalistas que se les cae la baba mientras hacen como que conversan con sus perros, no, el Serenguiti es el lugar donde el más fuerte se come al más débil y punto. Esos son los sentimientos, el arte de fingir para pescar desprevenido al adversario y clavarle el colmillo en la yugular. "Te seré tan fiel como las más expertas en el arte de fingir", le dice Julieta a Romeo. En fin, esa era la locura con la que le quería.
Pujolismo, peronismo, castrismo y demás ismos, o, si mejor quieren, por los sentimientos hacia el desastre. No hay más que ver en la que les está metiendo estos días la Sra. Kirchner a los argentinos: "Es una pavada atómica decir que hoy entramos en default", ha dicho su canciller económico, Axel Kicillof. Piden dinero y luego, cuando toca devolverlo, llaman buitre al inocente que se lo prestó y no se lo devuelven porque piensan que el sagrado corazón les va a resolver el problema. ¡Una pavada atómica! ¡Ya te digo la que se les viene encima a los argentinos y de rebote a nosotros! Otra oleada de Ernestos Ekaizers y aquí nos suicidamos todos.
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