Según mi particular punto de vista todo el mundo es en alguna medida vanidoso. Luego está lo que a cada uno se le nota. Supongo que es fácil disimularla cuando uno ve colmados sus anhelos de trascenderse. Si no lo consigues, es natural que insistas por caminos torcidos que te delatan. En cualquier caso lo más probable es que algo haya de verdad en aquella boutade que en su día lanzara Oscar Wilde, que la humildad es para los hipócritas y la modestia para los incompetentes.
Bien, lo dicho por un lado, por otro está lo que todo esfuerzo del tipo que sea tiene de ayuda a constituirse como individuo libre y autónomo. Es por la misma lógica que la molicie convierte a los individuos en esclavos de mil pasiones absurdas. No hace falta haber mamado a los pechos del Padre Astete para saber todo lo que hay de verdad en esa lógica. Basta echar una ojeada a la propia experiencia para confirmarlo. Así es que para mí lo de escribir este blog, vanidad aparte, es una muleta que me ayuda a caminar más o menos erguido a estas alturas de la vida. No es poco, desde luego. Escruto el mundo que me rodea, mantengo conversaciones, recuerdo viejos tiempos y todo ello es motivo de vagas sugerencias que trato de concretizar por medio de la reflexión que es la escritura. No es que uno piense que ande acertado, aunque eso sea lo que se pretende, pero al menos en lo que se expone tiene que haber una cierta coherencia que de sentido a lo escrito porque de lo contrario ni esas treinta visitas diarias, de amigos y allegados, bien sure, tendría. Treinta que satisfacen mi vanidad y me impulsan a persistir.
Y así las cosas, voy ayer por la noche y se me ocurre mirar las estadísticas. ¡Leches! 254 personas me habían visitado a lo largo del día. No me lo puedo explicar. Si me descuido voy a reventar como la rana porque no estoy preparado para soportar la fama. En fin, algo puntual supongo relacionado con confluencias coyunturales. Es lo que tiene exponerse.
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