jueves, 31 de diciembre de 2015

Discernimiento global


El otro día leí en no recuerdo donde a un analista de la cosa económica que aseguraba que China, al ser una dictadura, tenía mucho más fácil que otros países, como Brasil por ejemplo, tomar las drásticas medidas necesarias para corregir los desajustes presupuestarios que están lastrando la economía de tantos países. Por supuesto el comentario me llamó la atención y no porque no me pareciese de lo más sensato sino por la valentía que se necesita hoy día para decir una obviedad si ésta no se ajusta a la corrección política. Por eso me fui con suma curiosidad a la sección de comentarios donde pude constatar que absolutamente todos se centraban en la descalificación de la citada incorrección política. Argumentos, ninguno. Sólo insultos. ¡Por Dios, una dictadura! ¿Cómo va a ser mejor para algo? Ni siquiera para defender las Termópilas.

La verdad es que a uno, como ya les he dicho mil veces, le da ya todo lo mismo. Comento por comentar y porque quizá albergo todavía un ascua de aquella esperanza juvenil en la paulatina mejoría de la capacidad de discernimiento global. Ya saben, con el tiempo y una caña. ¡La esperanza! Siempre tan juvenil.

El discernimiento global, sí, ese mito que está en el origen del sistema político democrático. El pueblo ha hablado y el pueblo es sabio suelen decir los analistas políticos cuando han ganado las elecciones los que tienen sus simpatías. En caso contrario dicen que el pueblo también se equivoca, pero que hay que acatarlo porque es el menos malo de los sistemas. En definitiva, pase lo que pase siempre hay algo que decir que no quiere decir nada. Porque el pueblo ni es sabio ni se equivoca, simplemente es masa amorfa que fluye por los cauces que la caprichosa naturaleza va labrando con paciencia de milenios. Da igual que el cauce lleve a guerra que a vacaciones en Cancún, la masa amorfa se precipita por ellos con similar entusiasmo.

Y no se crean que todo esto que les digo es cuestión del escepticismo propio de la vejez. Ni mucho menos, les diría que mi credulidad va en aumento con los años. Mi confianza en la capacidad de superación del individuo por medio de la ascesis no tiene límites. Cualquier individuo si se lo propone puede aspirar a una porción de conocimiento que le permitirá rozar el cielo con los dedos. Eso es todo. El único sentido posible de la vida. Créanme.
       

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Tejas


                                  
                                 Podría ser Tejas, pero sólo son los aledaños del Cerrato. 


Por cómo me habían hablado de Boyhood tenía ganas de verla. Por fin la otra noche pude satisfacer el deseo. Y ¡vive Dios! que lo disfruté. Boyhood es a mi juicio la modernidad. Una sociedad que no apesta porque está enseñada a actuar con valentía, o sentido común, como quieran llamarlo, cuando surgen los problemas. Todo ello no es más que la consecuencia de la buena educación. A las crías se las protege mientras son crías. A la primera juventud se les echa a la calle, pero no sin haberlas enseñado antes a disparar. ¡Es tan importante saber disparar!

Y ya ven, es precisamente en Tejas, la Tejas de los Presidentes Bush, donde en los colegios enseñan mitología clásica desde la primera infancia. Cada niño elige un dios que luego debe explicar a sus compañeros. Así es, claro, que luego les sea tan fácil entender lo que leen. Y lo que les dicen. Si su madre les llama egocéntrico narcisista cuando sólo tienen diez años saben perfectamente a qué se está refiriendo y, por tanto, tomar conciencia de su propio ser. ¡Es tan importante crecer!

Según Boyhood, diría, Tejas es el lugar en el que la gente tiene la edad que tiene. Dicho así parece una simpleza, pero miren a su alrededor, observen con atención, reflexionen si pueden un poco y no tardarán en darse cuenta de que nuestro mayor problema es que demasiada gente no tiene la edad que le corresponde. Por la mala educación recibida, evidentemente. Y así es que cuando le llegan los problemas propios de la edad que deberían tener no saben qué hacer con ellos y se contentan con la queja y la búsqueda de un culpable. Pues dispárale entonces, le podríamos decir. Pero es que nadie le enseño a disparar. Un verdadero drama. Por eso hay tantos socialistas.

En fin, es tan importante saber disparar para alcanzar la condición de individuo que qué les voy a decir. 

jueves, 24 de diciembre de 2015

Cuento de Navidad


En Nochebuena ya no suenan las zambombas. Ahora la chusma explota petardos para que esto parezca Siria que es lo que está de moda. Bueno, Siria o Yorshire, porque como las explosiones ponen nerviosos a los perros, y hay unos cuantos, a veces parece que hay una jauría persiguiendo al zorro. Bueno, me dirán, al fin y al cabo el Niño Dios sólo viene una noche al año, así que… ¡y una leche! Aquí por fas o por nefas siempre hay jolgorio nocturno. Y si no ya se encarga la vecina de arriba con su alegre taconeo a las cuatro de la mañana, la muy zorra, que a saber de dónde viene.

Sí, este año que ahora entra, si Dios me da salud, voy a poner todos los medios a mi alcance para liberarme de esta plaga del ruido nocturno. No sé todavía cómo, pero juro por cien mil demonios hirsutos, que lo voy a conseguir. Y no por nada sino porque de entre todas las cosas que me hacen la vida agradable, una de las que más es el silencio nocturno. Me da igual si duermo o no duermo con tal de que haya silencio. Si no duermo me levanto, doy paseos, pienso… y acaso me pongo a escribir. Si no tuviese vecinos tocaría la guitarra. Pero si no duermo porque hay ruidos, me encabrono y proyecto tonterías. Y a veces las llevo a cabo. Y menos mal, porque de lo contrario seguro que ya estaba muerto… si es que no lo estoy ya y todavía no me he dado cuenta.

En cualquier caso, qué bueno estar aquí, libre de compromisos, escribiendo estas chorradas después de haber cenado unas acelgas hervidas. Sin tele ni mandangas por el estilo, abandonado a mis absurdas ensoñaciones. Y dentro de un rato, cuando la gente ya cene, bajaré hasta la playa y tendré por única compañía el rielar de la luna sobre el mar.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Shakauntos


Euclides Shakalotos es el sucesor de Yanis Varufakis al frente del ministerio de economía del gobierno griego -todo con minúsculas-. Tal para cual y exponentes absolutos de la desfachatez en el uso del lenguaje de los políticos en general y si son de izquierdas en particular. En un periódico de esos que se leen por internet asegura hoy Shakalotos que, por supuesto, como no podría ser de otra manera, hacen al pie de la letra lo que les ordenan desde Bruselas, pero, los perinquinosos peros que diría Critilo, que no están dispuestos a traspasar determinadas líneas rojas. ¿Saben que líneas? Pues, elemental, la protección de los pobres y los más desfavorecidos, así, dicho pleonasmáticamente. Y entonces yo voy me acuerdo de Varufakis en plan de anuncio de colonia con su moto, su chupa y su chica de melena rubia al viento. Es que, ¡leches¡, tenemos en Europa unas izquierdas que no nos las merecemos. ¡Dios!, no quiero ni imaginarme cómo estarían los pobres sin ellos. Ni colonias por Navidad se podrían regalar los unos a los otros.

Personalmente, no veo yo que esto de dividir las ideologías políticas en izquierdas o derechas sea muy orientativo. Siempre me pareció más adecuado, una vez más, lo de los clásicos, es decir, democracia y tiranía con sus Guerras del Peloponeso por medio. EEUU y la URSS con su Guerra Fría reproducían muy bien el modelo. Libertad contra igualitarismo, ese es el debate, que diría un tertuliano. O sea, libertad para que acaben mangoneándolo todo cuatro e igualitarismo para lo mismo. Pero hay una diferencia. Me explico:

Del lado de la libertad acaban mandando tipos como Jef Bezos, Elon Munsk o Amancio Ortega, es decir, los hechos. Del lado del igualitarismo, Varufakis, Sakalotos, Iglesias o Castros, palabras que se lleva el viento. Lo que va de la realidad a la ficción.

Realidad contra ficción, ese es y ha sido siempre el gran combate del mundo. La realidad del dolor de la derrota de los más sólo aliviada por el consuelo de la ficción… quitar a los ricos para dárselo a los pobres. Como si alguna vez a los pocos que consiguieron quitárselo a los ricos se les hubiese pasado por la cabeza repartirlo con los pobres.

En fin, perdonen la digresión, pero es que si en vez de Shakalotos se hubiese llamado Shakauntos la cosa hubiera tenido algún sentido.

martes, 22 de diciembre de 2015

Junto a la barra de un bar



Sabido de sobra es que El País es la hoja parroquial del sector más dionisiaco de la población y que el Sr. Savater es uno de entre sus más brillantes, si no el que más, gurús ideológicos. Pues bien, hace unos días Savater se despachaba con la clarividencia que le caracteriza en contra de la fecundación artificial para parejas homosexuales. Satisfacer deseos a costa de terceros, en este caso el niño, es una monstruosidad, argumentaba. Mutilarle de entrada, porque a mí me da la gana, de una de las dos referencias fundamentales, padre o madre, sólo le puede parecer normal a cabezas de chorlito. En fin lo que va de soi para cualquiera que no cultive su pensamiento junto a la barra de un bar… exaltación de la amistad, cantos regionales, tuteo a la autoridad y todo eso. 

Y entonces me dije, pues ya ha tardado el Sr. Savater en empezar a escarnecer a los que daba la impresión que consideraba sus correligionarios. Porque eso es lo tremendo, que una cabeza como la de Savater pueda dar la impresión de tener correligionarios, es decir, que tiene creencias. Yo sé que no, pero vete tú a explicarle eso a una colla de dionisiacos que vegeta junto a la barra de un bar.

Algo está pasado en este país, y muy bueno por cierto, me dije al leer el artículo de marras. Que se empiece a zurrar a los dionisiacos desde su bendita hoja parroquial es paso previo indispensable para que algún día lleguen a comprender que existe lo otro, es decir, un tal Apolo, que no va a los bares, y sin cuya amistad difícilmente vamos a poder algún día hilar dos pensamientos de forma inteligible.

Y ya se lo he dicho mil veces, que no es que quiera yo meter a Dionisos en el trullo. Ni mucho menos. Pero una cosa es ésta y otra darle la importancia que se le ha llegado a dar, como si no hubiese otra forma de afrontar el ocio que cultivando su amistad. Sí, por Dios, estamos pasados de rosca, y no de otra causa nos vienen estos lodos tóxicos que gripan la maquinaria política de la nación. 

Exceso de Dionisos, da igual iglesias que bares. Su abuso produce el mal de las alturas. Creer que eres lo que no eres. Que sabes lo que no sabes. Al final piensas que todo lo puedes –Podemos- y que si no lo haces es porque un maldito apolíneo te lo está impidiendo. Entonces vas y le odias, te dejas coleta y cierras el círculo… junto a la barra de un bar, bien sure.


Por cierto, hoy me toca eucaristía. Cojo la botella y salgo pitando.

lunes, 21 de diciembre de 2015

¿Qué sé yo?


Michel de Montaigne, en habiendo cumplido los 38 dejó de lado su brillante porvenir como jurista y se encerró en una torre en mitad del campo a indagar sobre su propia condición humana. El resultado de aquella retirada a tiempo son sus Ensayos, uno de los instrumentos más útiles de los que dispone la humanidad para aliviar su natural estulticia.

Fray Luis de León se hizo con un terrenito en la ladera de un cerro que hay a la izquierda según vas a Babilafuente. Allí plantó un huerto que, por la primavera, de bella flor cubierto, mostraba en esperanza el fruto cierto.

En estos tiempos que corren anda por ahí un tipo curioso perteneciente a eso que llaman “the globetrotting TED-ocracy”. Conferenciantes de lujo, para que nos entendamos. Se llama Yuval Noah Harari y es profesor de historia en una universidad de Telaviv. Ha escrito un libro sobre la historia del mundo, Sapiens, que ha tenido un éxito tremendo. Pues bien, cuando le llegan las vacaciones académicas qué creen que hace: se va dos meses a un monasterio a pensar sobre sí mismo. Aspira a conocerse.

La humana condición, ese misterio que todos nos empeñamos en desvelar. Con éxito diverso, desde luego, pero siempre con esperanza de mejorar nuestras vidas. Así, con tanto esfuerzo y un algo de talento a veces hacemos conjeturas con visos de evidencia. Es lo que pasaba anoche cuando se me ocurría pensar que todo esto de la política no puede ser otra cosa que la necesidad de hacer convivir sentimientos contrapuestos: la autocomplacencia trufada de desprecio de los unos con el resentimiento alimentado por la envidia de los otros. Sentimientos primarios que si bien pueden tener su origen en la propia situación, su ascenso a condición de estulticia se consolida por la total ausencia de autoreflexión. Por qué estoy como estoy. ¿Es mi mérito? ¿Es mi culpa? De qué presumo. De qué me quejo. Uno piensa, se mira en los espejos, y si se consigue ver, atempera sus ardores. La autocomplacencia entonces puede devenir en agradecimiento trufado de comprensión y el resentimiento en reconocimiento y afán de emulación. Es el paso de la adolescencia a la madurez… tan complicado.

 Por lo demás, sostiene Hariri:

 We have no real idea what we want even at the most basic, personal level, let alone as a species. “Even what people take to be their most personal desires are usually programmed by the imagined order.” There’s nothing “natural or obvious” about taking a holiday abroad, he says by way of example. “A chimpanzee alpha male would never think of using his power in order to go on holiday into the territory of a neighbouring chimpanzee band. The elite of ancient Egypt spent their futures building pyramids and having their corpses mummified but none of them thought of going shopping in Babylon.” We’re all victims of the “myths of romantic consumerism”, he says.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Ni decisivo ni histórico


Por así decirlo me la suda. Sé que es una manera vulgar de decirlo, pero no hay que ser un lince de la semiología, ni haber leído a Saussure, para percatarse de que en ocasiones la vulgaridad añade un plus de significación al significante. O cosa por el estilo, que sea como sea esta “fiesta de la democracia” ni va a ser decisiva, ni mucho menos histórica, como dicen una vez más, porque lo que hay en juego es lo de siempre, es decir, unos cuantos buenos sueldos a los que se puede optar sin haber demostrado previamente mediante oposición, o currículum académico pertinente, que se está en posesión de capacidades intelectuales que justifiquen el estipendio a percibir.

Luego, sí, claro, te dirán que ese pasotismo puede llevar a un Zapatero cualquiera al poder, o peor si es que eso fuera posible, y yo les contestaré que no hay mal que por bien no venga porque del castigo colectivo que el triunfo de tales opciones supondría se extraerían lecciones sumamente útiles para encarar el futuro. Equivocarse, en definitiva, suele ser tomar impulso para mejor acertar. O es que acaso conocen a alguien con dos dedos de frente que no diga que la patria está mejor ahora que hace diez años, aunque puede ser que haya menos dinero en los bolsillos. Va de soi, es el esfuerzo que los particulares han invertido en educación lo que marca la diferencia. Y las diferencias entre unos y otros que no hacen sino crecer cuando la gente es libre para hacer lo que le dé la gana con su tiempo y dinero. Democracia que le dicen.

En fin, me parece de perlas que la gente vaya a votar. Hasta yo lo he hecho algunas veces. Pero por favor, hagamos un esfuerzo por saber la importancia que eso tiene. Muy poca en cualquier caso frente a ciertas actitudes personales con potencial para trascender. Ya se sabe lo mimética que es la sociedad y que ningún gesto que hagamos pasa desapercibido… así, poco a poco se irá llegando a un tiempo en el que los más acabarán por comprender lo poco que se puede esperar de lo que viene de fuera de uno mismo.

Por lo demás, con las votaciones lo único que se escoge es a los domésticos y domésticas. Los que ordenan tienen por lo general despacho con vistas al Central Park y, probablemente, lo consiguieron pactando con el diablo. Y el que les traiciona, que se amarre los machos.  

jueves, 17 de diciembre de 2015

Monumentos


La historia de la humanidad tiene una media docena de reales monumentos que para mayor desgracia de la industria turística y su ingenua clientela no se pueden visitar viajando en el espacio. Su difícil comprensión exige de otro tipo de viajes que están reservados a un pequeño porcentaje de mortales que por el querer de los dioses nacieron dotados de un cierto sentido de la trascendencia. Y el sacrificio.

Apunten en primer lugar la Grecia Clásica. El orden de los siguientes ya da igual. Pongamos que la Viena de Wttigenstein o las universidades estadounidenses que consiguieron en el siglo pasado desentrañar con una aproximación turbadora la estructura íntima de la materia. Pues bien, los que hemos nacido por estos lares tenemos la inmensa suerte de tener al alcance de nuestra lengua materna otro de esos incuestionables monumentos, el que se conoce como Siglo de Oro Español. Un puñado de autores que disecaron la condición humana hasta los límites de lo imposible. Desde luego que en tales cuestiones pocos hilos sueltos dejaron para ser atados por la posteridad.

Y ese es el caso que uno, a veces, al observar la realidad circundante tiende a pensar que en general hemos aprovechado muy poco ese inmenso caudal de sabiduría que corre por delante de las puertas de nuestras casas. Tú dices aquí Critilo y Andrenio y el común de los que te oyeron pensarán que se te ha ido la olla. El otro día, por ejemplo, tuve el mal trance de observar un vídeo que reproducía un lamentable pasaje del debate recientemente habido entre los dos hombres con más posibilidades de llegar a Presidente de la nación. Me pareció evidente que por ninguno de los dos había pasado ni de refilón ese Siglo de Oro. Una pena, desde luego.

En fin, tampoco creo que la cosa sea grave porque a la vista está que el país funciona. Y el mundo. Porque, ya digo, es el orden de la naturaleza que dispone que para que todo sea mejor sólo sea necesario un pequeño porcentaje de dotados con capacidad para visitar monumentos de los de verdad. Así, de una forma natural, la chusma se mantiene apartada y les deja trabajar para el bienestar de todos.


Coda.- Sigo con lo de Feynman. Me he enterado de que hay una teoría que llaman QED (cuantum electrodynamics) que explica cómo interactúa la luz con las partículas con carga (fotones con electrones). Parece ser que la cosa tiene mucha más importancia de lo que a primera vista nos pudiera parecer a los profanos. En fin.

martes, 15 de diciembre de 2015

Awesome

No es que sea algo que me he sacado yo de la manga, ni mucho menos, es algo que se viene sabiendo desde la noche de los tiempos: sin estar aprendiendo algo lo que parece vida no lo es. Así de sencillo. 

Aprender es agonía y lo demás son cuentos. Esa mierda socialista de que se aprende jugando es la mayor estafa que se hizo nunca a la humanidad. Afortunadamente siempre hubo padres que no se dejaron embaucar y mandaron a sus hijos a estudiar a Esparta. Y gracias a eso no se ha ido todo al carajo. Por más que, socialistas mediante, tengamos que conformarnos a vivir con esta inmensa grieta entre luchadores y muertos vivientes. 

Sé que ya me vengo repitiendo más de la cuenta con esta historia, pero es que ya va siendo la única convicción que me queda caso de haber tenido otra alguna vez. Aprender, aprender y aprender, la única revolución posible. O fuente de felicidad si lo quieren llamar de otra manera. En fin, para qué darle más vueltas. 

El caso es que si caí en la tentación de insistir no ha sido por otra cosa que porque se dio la coincidencia de haber mandado hoy mi pequeña, pequeñísima para ser exactos, contribución filántropica a la  Khan Academy y haber encontrado al escorcollar entre los periódicos un artículo dedicado a ella. Aquí tienen el link:  http://one.elpais.com/salman-khan-el-responsable-de-que-millones-de-ninos-mejoren-sus-notas-del-colegio/

Total, que me han mandado un mail acusando recibo del envío. Y me califican de awesome, o sea, lo que los mexicanos dicen !padrísimo! Me ha hecho mucha ilusión porque, la verdad, no creo que haya a nadie a quien deba más conservarme con cierta vida estos últimos años que a esa Academy. 

lunes, 14 de diciembre de 2015

Cage

Anoche escuchaba a Blomberg pontificando en su propia televisión. Se le notaba acalorado. Pensé que a lo mejor le daba cualquier cosa porque el tipo tiene sus años. Últimamente se prodiga mucho por los platós de las grandes cadenas internacionales que, in my humble opinion, son en las únicas que de vez en cuando se ve y escucha algo interesante.  

El caso es que Blomberg no estaba diciendo cosas del otro mundo, pero viniendo de quien venía y desde donde venía parecían de una cierta trascendencia. Divagaba acerca de la ya famosa cumbre del clima de París de la que opinaba más o menos, de forma educada, eso sí, que no había servido para absolutamente nada. Cuándo cambian las cosas, se interrogaba, pues muy sencillo, cuando la gente lo exige porque se siente incómoda con lo que hay. Y contaba sus experiencias como Alcalde de New York. Todo lo que se hizo allí hasta convertirla en la ciudad con mayores y mejores expectativas de vida de todos los EEUU fue por la presión y trabajo de los movimientos ciudadanos. Si la gente decide que prefiere huertos a aparcamientos quiere decir unas cuantas cosas, pero sobre todo que está dispuesta a madrugar un poco más para tomar el trasporte público en vez del coche privado. Esa es la cuestión, que todo es a cambio de algo. Elemental... y sin embargo, aquí... 

Madrid, tal que ahora, con los días entrañables a la vuelta de la esquina, parece una ciudad pleistocénica. Tiene su encanto verlo, pero al segundo pase cansa una barbaridad. Se ve que la masa crítica de demandantes de modernidad es irrelevante. Sin duda es un problema de ilustración. Ayer por la tarde paseábamos por delante de lo que fuera en los años sesenta Instituto Goethe. Recordé que por aquel entonces se había interpretado allí el concierto 4 33 de John Cage. Se lo oí comentar a unos compañeros de curso que habían hecho el bachillerato en el Colegio Estudio. Me los solía encontrar en los conciertos del Español y siempre eran amables, pero con ineludible vocación de distancia. Pues bien, a lo que iba, John Cage pasó por Madrid en los sesenta, pero Madrid todavía no ha pasado por John Cage a estas alturas del XXI. Y lo que te rondaré, morena. La gente sigue prefiriendo la Pastoral de Beethoven y los boleros de Machín. Por no hablar de esa juventud añosa que se pirria por las rokanrroladas del Boss. 

En fin, allá cada cual con sus opciones de felicidad, pero me temo que en el pleistoceno no se va a cumplir ni una. El mundo evoluciona veloz y si no te adaptas, mueres aunque parezca que vives. No, no me puedo imaginar a Cage sobreviviendo en medio de toda esta chatarra de colores. Ni a Cage ni a mí. Me voy ahora mismo, por tanto, a sacar un billete para 4 33. 

domingo, 13 de diciembre de 2015

Cumbres doradas

Uno oye la palabra cumbre y automáticamente le viene a las mientes aquel chascarrillo que hacía las delicias de los Proscritos de Alar. Rezaba así: "Alas seis de la mañana,/ cuando el sol dora las cumbres,/ hay más pollas en los coños/ que pucheros en la lumbre."

Para ser rigurosos lo que debieran darnos las autoridades competentes es una información contrastada sobre el plus de fornicaciones habido estos días en París con motivo de la cumbre del clima. Por lo que he podido ver en la pantalla, estaba aquello hasta la bandera de militantes de la cosa. Y los militantes de cualquier cosa ya se sabe para qué lo son principalmente. Para ir a las cumbres a ver si hay suerte y el sol las dora. Porque, los pobres, a palo seco, nada de nada, que eso y no otra cosas es lo que incita a militar. Hasta el más tonto lo sabe. 

Y así vamos, de cumbre en cumbre para combatir el calentamiento global por medio del enfriamiento de los calentamientos individuales. Y ni por esas, que la cosa va disparada por razones obvias: el maldito ocio.  Ocio y malos pensamientos, todo es uno. Bien que lo sabía San Juan Bosco, que por eso no consentía que sus niños dejasen de correr por el patio un solo minuto a la hora del recreo. Y claro, así sudabas y perdías calor. El calor que se te acumulaba a nada que te parases dos segundos a pensar... en la cosa por supuesto. 

La perdida de calor, por tanto, es un empeño arduo porque lo frena el tabú. Los hombres siguen queriendo estar seguros de la paternidad de sus hijos y las mujeres no quieren poner en peligro la alimentación de la progenie. Y así no hay forma de avanzar. Para que la refrigeración funcionase adecuadamente la realidad tendría que parecerse a las películas porno. Allí donde macho y hembra se encontrasen en unas mínimas condiciones de discreción, zas, a perder calor. Como la cosa más natural y sin dejar reminiscencias turbadoras. O sea, relajo total y ninguna necesidad de cruzar océanos para ir a hacer cochinadas donde nadie te ve, que eso sí que calienta el globo. 

En fin, uno quiere aportar ideas porque veo que las que dan en las cumbres doradas son muy limitadas y llenas de condicionales. Una antigualla en definitiva.  

sábado, 12 de diciembre de 2015

La marcha

Después de una noche sin pegar ojo a causa del derecho inalienable que tiene la alegre muchachada que vive en el piso de encima a divertirse, uno, por la mañana, con los ojos como frambuesas, se pone a pensar y llega a la conclusión una vez más de que la única opción posible para combatir esta pesadumbre existencial que me constituye es hacer el petate y seguir camino -ya me queda poco en cualquier caso-. Lo tengo perfectamente asumido, estoy condenado, por lo que sea, que no voy a entrar ahora, a la desintegración social. Al poco de permanecer en cualquier sitio empiezan a abrumarme los pequeños inconvenientes inevitables de cualquier convivencia que el común de los mortales combate y alivia ya sea con pastillas, ya con copas, o, sencillamente, con el recurso infalible de la queja que no cesa.

En fin, ya lo dijo el poeta, que el destino nos lleva de la mano y al que se resiste lo arrastra. Así que, ya digo, ir haciendo el petate y a donde los dioses digan, porque lo que por nada del mundo voy a hacer es, uno, buscar alivio en la queja o sus sucedáneos, dos, ponerme a pleitear con los vecinos. Además, que me va la marcha un montón. La marcha de marcharse digo.  

viernes, 11 de diciembre de 2015

Titanes de la perfección moral

Me he enterado de que tanto el líder del Partido Socialista como el de Podemos, esos dos autoproclamados titanes de la perfección moral, han hechos comentarios poco caritativos, cuanto menos, acerca de la estatura física, que no mental, de la Vicepresidenta del Gobierno, Sra. Sáez de Santamaría. El asunto, supongo que para disgusto de los dos graciosos, apenas ha tenido resonancia. Es lo normal cuando el presunto ofendido sobrepasa en varios largos de inteligencia al ofensor. A palabras tontas, oídos sordos. No hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Etc., etc..

Sin embargo, in my opinion, este tipo de sucesos al estar relacionados, pienso, con los instintos más primarios pueden dar pie a la reflexión sobre las humanas debilidades y, en su caso, llegar a algunas más o menos ciertas conjeturas, que no conclusiones. Debilidades sin duda relacionadas con la escasa capacidad de control que ejerce la razón cuando el animal que llevamos dentro se ve abocado a una actitud de lucha. 

Así es que sería gran tontería ponerse a negar ahora la enorme influencia que sobre la psique de cada cual tienen las proporciones más o menos áureas de su cuerpo. Tanto al que las tiene bien aquilatadas como al que no, nunca se le van de la cabeza las ventajas o trabas que de su constitución física se derivan. Ligar o no ligar por la cara, esa es la cuestión. Y de ahí el estúpido orgullo de los unos y el paralizante resentimiento de los otros. La condición animal en estado puro. El infalible camino hacia el despeñadero.

Pero no se apuren. Sobre esto, como sobre casi todo, se pueden aprender un montón de cosas prácticas siguiendo las clases que Critilo le impartió a Andrenio. La suerte de la fea, la guapa la acaba por desear, le vino a decir. Acostumbrarse de joven a no necesitar trabajar las armas de seducción es quizá la mayor desgracia que le puede ocurrir a cualquiera. Porque sin esas armas bien desarrolladas, cuando ha pasado el tiempo que iguala todo lo físico, el antiguo guapo, o guapa, se convierte en un pingajo. En nada se parece, desde luego, al antiguo feo que también vagueó en su juventud, porque, éste, no tiene que sufrir los costes del haber venido a menos. Por lo demás, la rabia o resentimiento del feo no es raro que se convierta en motor de aprendizaje y, por tanto, fuente de poder futuro... aunque, por más lejos que se llegue, sospecho que el poso que esa rabia o resentimiento primerizo dejó casi nunca se extingue del todo... y, ahí, sí que es la inteligencia la que cuenta para que no se note el resquemor. 

En resumidas cuentas, que a esos titanes de la perfección moral les fue tan fácil avanzar en sus primeras escaramuzas gracias a su palmito que no tuvieron oportunidad de verse obligados a reconsiderar sus estrategias. Y ahora, cuando se tienen que enfrentar a quien sí se vio obligado no encuentran dentro de sí más armas que las puramente animales. Las de la berrea: soy más alto y guapo que tú. 

Por lo demás, no entiendo por qué demonios la Sra. Santamaría tiene que recurrir a esos ridículos coturnos. Seguro que la incomodidad física que por fuerza le tienen que proporcionar le resta capacidades mentales. Pero, el caso es que ahí están, demostrando una vez más que incluso para las mentes más brillantes es difícil obviar la suposición de que tira más pelo de coño que soga de marinero... que, en definitiva, las armas de seducción no están exclusivamente en la cabeza como ingenuamente llegamos a creer aquella ya mítica generación de los sesentaiocheros, cuando los tacones quedaron relegados al ámbito de lo más cutre. 

jueves, 10 de diciembre de 2015

La vejez

Todavía leo algo. Y de vez en cuando veo una película. Y es curioso, porque ese casi nada que leo y veo por comparación a épocas ya lejanas me deja la cabeza completamente saturada. Como comprenderán no puedo achacarlo a otra causa que a mi condición de viejo. Y no es que piense que por ello mis neuronas hayan perdido conexiones, que también pudiera ser, y por eso pueden procesar menos información, no, lo que juraría que me pasa es que cualquier nueva información que llega al cerebro se siente de inmediato abrumada por el peso de toda la experiencia acumulada relativa a dicha información. Trataré de explicarme.

Anoche vi una película americana, Random Hearts, que como su nombre indica trata de lo que pasa en los corazones, es un decir, de la gente corriente. Como yo, un suponer. Los protagonistas, dos fieras de la interpretación, Harrison Ford y Kristin Scott Thomas, se ven sometidos a la presión de unas circunstancias desagradables con la única finalidad de resaltar y alargar la natural tensión sexual que se da en todo proceso de enamoramiento entre dos personas. Algo en lo que cualquier persona normal se ha visto implicada una o varias veces. Así fue que anoche pasé dos horas en las que cada sí y cada no la descarnada verosimilitud de la interpretación me despertaba recuerdos a Dios Gracias ordinariamente dormidos. Recuerdos de situaciones parejas, de una extraña agitación mental supongo que producida por una inequívoca identificación del objeto del deseo... y no sólo sexual. La esperanza de una cierta felicidad futura ligada a la consecución de ese deseo. Y luego, claro, el recuerdo se prolonga más allá de la consumación. Y ahí es donde, con la amargura consiguiente, la razón vuelve a ganar el terreno que le había robado la esperanza. Y puede que entonces maldigas el haber ser sido tan iluso. En fin, ya digo, una catarata de emociones por delegación, pero emociones al fin y al  cabo que te dejan colmado para una buena temporada. 

La vejez es eso, el peso de la experiencia lastrándolo todo. Empezando por la inteligencia. Que no por otra cosa es que que casi todos acabemos convertidos en Abuelos Cebolleta. En fin, si los dioses acaso te concediesen conservar un ápice de curiosidad... hacerte consciente de que en realidad no sabes nada ni tienes nada interesante que contar... y un poquito de voluntad para ponerte a la feina de descubrir lo que sea... entonces, quizá mereciese la pena seguir camino 

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Motor de alubias

Volver a decir que robar fuego a los dioses nunca sale gratis resulta ya cansino. Sin embargo todo parece indicar que no hay precio que el personal en general esté mejor dispuesto a pagar. Se diría que hemos generado un mecanismo cerebral, una especie de bypass neuronal que obvía el desagrado inherente a ver como encoge la piel de zapa. ¡Pekín está tan lejos!, pensamos estos días ante esas imágenes espeluznantes que contemplamos con indiferencia. Y eso que aquí tampoco está el horno para muchos bollos. Y la alcaldesa, una venerable anciana que se empeña en hacer cumplir la ley, que para eso fue juez, recibe agrias críticas. Si la ley interfiere con el consumo, debe perder la ley. La alcaldesa, por tanto, debiera hacer la vista gorda. Al fin y al cabo, argumentan los críticos, tenemos unos magníficos servicios sanitarios para paliar los molestos efectos de una perniciosa conjunción de casualidades. Para ellos, en su ignorancia, nunca es la justicia de los dioses, cosa que consideran cuentos de la mona propios de pusilánimes. 

Efectivamente, esto del clima entra dentro de la nueva ciencia de los big data. Ni los más potentes ordenadores han podido hasta ahora extraer conclusiones fiables. El planeta tiene una historia de calentamientos y enfriamientos y no podemos saber a ciencia cierta, por mucho que se sospeche, si en este aparente calentamiento de ahora tiene algo que ver la actividad humana. Sospecha con altos indicios de verosimilitud, sí, pero... ¿es suficiente eso para apear del carro a Faetón? El niño mimado de su padre. Que hay que ver lo que mueve la economía satisfacer los caprichos del niño. 

El caso es que yo no sé si es porque los medios de comunicación han encontrado ahí un filón, y los políticos también, o porque, realmente, ya no se puede ocultar que la cosa apesta de mala manera, en fin, por lo que sea, pero la cuestión es que se empiezan a escuchar cosas interesantes que su sola sugerencia hubiese supuesto hace dos días poco menos que la muerte civil. Así, he podido ver que en la CNN, en el programa de Hala Gorani se han dedicado unos tipos a debatir sobre una cuestión absolutamente tabú: las vacaciones en el extranjero. El asunto, como pueden suponer, tiene tales perendengues que se los pisa. Pero para empezar, y como el tema aquí es el del calentamiento global, se han de tener en cuenta los miles de millones de toneladas de combustible que hay que quemar antes de que las gentes del mundo frío se puedan calentar al sol de las playas tropicales. Por no hablar de ir a extasiarse ante los miles de Capillas Sixtinas de uno u otro tipo con las que se trufa el mundo. Desde luego, convendrán conmigo que tocar este tabú es poco menos que ponerlo todo patas arriba, así que... ¿saben lo que les digo? Ya me estoy cansando de todo esto. Porque es que, además, ¡con lo fácil y placentero que es limitarse al motor de alubias! Para las vacaciones, digo. 

martes, 8 de diciembre de 2015

El honor

Personalmente y en la medida de mis fuerzas tiendo a seguir la consigna pessoana que sostiene que si quieres cambiar el mundo empieza por cambiarte a ti mismo. Esa tarea, añade, te llevará toda la vida. Quizá sea por eso que todo este alocado trasiego de conjeturas sobre nuestro porvenir que viene padeciendo la nación estos últimos días me parece que no es más que opio para iletrados. Un país no cambia de la noche al día ni aunque llegue al gobierno un Zapatero. Todo sigue su curso en la dirección del esfuerzo de sus ciudadanos. La España de hoy no es sino el resultado de haber pasado en 50 años de tener un 3 a un 30% de titulados universitarios. Sin ese salto seguiríamos quemando iglesias y matando empresarios, pueden estar seguros. 

Así que anoche mientras zapeaba en busca de una película me detuve un instante en lo que estaba diciendo un tal Sr. Sánchez y no pude esperar a que terminase porque el minuto que escuché fue suficiente para que mi inteligencia se hubiese podido sentir ofendida caso de tomarse tales patochadas en serio. Al respecto, me basta con comprender que el espectáculo preferido de las masas desde el origen de los tiempos is much ado about nothing, o sea, que parezca mucho pero que no sea nada. Los toros, el fútbol... cristianos a los leones en definitiva. Previsibilidad disfrazada de incertidumbre. El caso es que la problemática planteada no tenga suficiente enjundia como para traspasar la barrera de las meninges. La chusma, convénzanse, es chusma precisamente porque tiene las neuronas blindadas. Sus certezas son inamovibles. Lo mismo que su sufrimiento. 

Total, que seguí zapeando y di con una película americana que, como casi todas, trataba sobre escala de valores. Con el ejército como campo de experiencias. Experiencias que ponen en contradicción valores fundamentales y que, al final, sólo la ley, es decir, la convención, está capacitada para jerarquizarlos. Nada por cierto, que no hubiera dejado ya niquelado Calderón. El cabo Dawson de la película era el Pedro Crespo del Alcalde de Zalamea. El honor es la autoestima de la persona. El motor de la responsabilidad. Aunque, luego, puede resultar que el objeto de esa responsabilidad sea harto contradictorio. Las órdenes recibidas en el caso de los sistemas fuertemente jerarquizados. Y de ahí que el ejército sea fuente inagotable de argumentos que se dedican a disecar las contradiciones que suelen surgir entre los diferentes valores cuando estos son tomados al pie de la letra. 

Contradicciones entre valores, en eso consiste el sufrimiento sordo de la vida. Porque resuelvas como resuelvas siempre quedan cabos sueltos. Y el fuero interno lo resiente. El honor siempre tambaleante. Aunque te acostumbres a vivir con eso a las espaldas y hagas como que no te pesa. Pero sí, al final los demás te lo notan por las mil pequeñas señales que vas dejando por donde avanzas. Lo notan y te ponen nota, puedes estar bien seguro.  

lunes, 7 de diciembre de 2015

Los instintos liberados

"Para todos los que creéis en la fuerza del inconsciente, para todos los que creéis que no controlamos nuestros instintos básicos, para todos los que como, Sigmund Freud, creéis que la pulsión sexual es lo que mueve el mundo, ésta es vuestra ópera: LULU".

Ayer, mientras esperaba en casa de mis hermanos a que empezase la comida, puse la tele y de inmediato quedé colgado. Se trataba del programa "This is opera" que emite TV2 los domingos a mediodía. Ayer tocaba LULU. En resumidas cuentas, los comensales se sentaron y tuve que apagar, pero nada más llegar a casa encendí el ordenador y me fui a Televisión a la Carta. Y allí estaba y me la tragué sin darme un respiro.

A mí con la ópera me pasa por lo general como a Groucho Marx, o sea, que si me descuido me la tengo que tragar. Pero con LULU es otra cosa. La he visto dos veces, en la tele, claro. Y he escuchado innumerables veces fragmentos por la radio. Y todavía no me cansa, ni mucho menos. Porque en LULU se juntan dos cosas: el arquetipo que representa y la música liberada de corsés. Casi, o sin casi, un pleonasmo. 

LULU es la disponibilidad absoluta, la proporción aúrea, la serpiente del Paraíso. No necesita hacer nada para que todos los hombres pierdan la cabeza por ella. Salta de uno a otro y a todos destruye porque estar sujeta a alguien y a la vez disponible es un imposible metafísico que sólo resuelve la locura.  

Es así como la describe un especialista en entresijos del alma:

"Busca algo que no encuentra Busca la felicidad en la unión. Pero no la encuentra."


-¿Crees en un creador? No sé

-¿Por quién podrías jurar? No sé

-¿En qué crees? No lo sé

-¿Tienes alma? No lo sé

-¿Has amado alguna vez? No lo sé


"Porque no sabe absolutamente nada. Porque se siente a merced de sus instintos. Naturalmente hay gente que vive la sexualidad con esta certeza exclusiva, pero paga el precio de la desintegración social."

Poco, pienso, puede saber de la vida, de sí mismo, quien no haya pasado, aunque sea en una mínima medida, por el trance de ser LULU. Haberse dejado arrastrar por los instintos más primarios para cantar a la vida antes de ser destruido. De lo contrario, la histeria de por vida, el ideal pequeñoburgués camuflado bajo toneladas de diazepanes o similares. 

"En Alejandría se ha dicho, que sólo es incapaz de una culpa quien ya la cometió y ya se arrepintió; para estar libre de un error, agreguemos, conviene haberlo profesado", escribió el poeta. 


Coda.- Para más información:

http://www.rtve.es/alacarta/videos/this-is-opera/this-is-opera-lulu/3385547/

sábado, 5 de diciembre de 2015

Columpiarse en el vacío

En casa de mi madre, sólo en marcos de fotografía hay más chatarra que en el desguace del novio de la nieta del Caudillo. No lo puedo remediar, entro allí, lo veo, y automáticamente me baja  la autoestima tres o cuatro puntos. Yo voy allí por una especie de deber moral cuyo alcance no llego a comprender muy bien. Para tranquilizarme lo relaciono con las Tablas que Moisés bajó del monte. He sido educado así y prefiero no meneallo, pero, desde luego, en lo que a mi respecta he puesto todo el cuidado del mundo para no trasmitir a mi descendencia ese condicionamiento losa que, a lo que veo, sólo aporta desolación. Mis hijas, espero, están perfectamente preparadas para no albergar ningún sentimiento de responsabilidad hacia mí más allá del que supondría, si se diese la necesidad, que espero que no, el dar orden al banco para que pagase la minuta de mi residencia, a mi costa, por supuesto. 

Lo de las fotos es cosa que merece alguna consideración. Porque no es una ni dos, son cientos. Y, por supuesto, todas falsas. Fotos de estudio que las llaman, para que la cosa parezca mucho mejor de lo que es. Ética y estética pequeñoburguesa. Es una omnipresencia asfixiante. Como no mires la televisión -siempre María Teresa Campos, qué tiempo tan feliz- estás condenado a sentirte escrutado por mil miradas sonrientes. Nada más parecido a la vuelta a la caverna: el individuo anulado por el clan. La mirada siempre vuelta hacia detrás. A los recuerdos falsificados. Por delante, la nada.

En fin, qué sería la vida si nunca tuviésemos que hacer de tripas corazón para apechugar con el destino cuando se pone plasta. Menos mal que la naturaleza nos dota de cualidades de abstracción que nos permiten distanciar el espíritu de donde está el cuerpo. Uno parece que atiende, pero en realidad sólo está esperando a que llegue la hora de partir. La vuelta a casa, callejeando Madrid, borra todas las angustias. Y en casa, como no hay nada en las paredes, me puedo columpiar en el vacío... lo máximo a lo que he aspirado desde que tengo uso de razón, que no sé desde cuando caso de que lo tuviese.      

viernes, 4 de diciembre de 2015

A little bit of something

Sigo con la lectura de la biografía de Feynman. He de confesar que salvo las escasas líneas que dedica a las cosas mundanas no entiendo lo que se dice nada. Sin embargo me fascina. Me da una idea de la dimensión humana por su lado más sobresaliente. ¿Cómo es posible que se pueda calcular la energía que pierde un electrón cuando salta de una órbita a otra? Y todo resumido en fórmulas matemáticas que funcionan cuando la experimentación reproduce los fenómenos más íntimos de la materia. Es como si la evolución de la Naturaleza no tuviese otra finalidad que la de entenderse a sí misma. Y al respecto, a veces da la impresión de que se está muy cerca de ese fin... sería terrible haber agotado los motores de la curiosidad.  

Me relaja pensar en estas cosas y, lo que es más, me sustrae de todo este ruidoso alarde de la nada que en fechas como éstas, por caprichosa confluencia de rituales, amenaza con una esquizofrenización colectiva de consecuencias imprevisibles. 

La curiosidad como motor de vida. La exploración de lo desconocido. La progresiva profundización en los entresijos de lo que te rodea. Hasta llegar si fuera posible a los niveles de Feynman. Eso sí que tiene sentido, pero, claro, el camino tiene etapas previas que es imprescindible recorrer. O comprender. ¿Cómo se ha conseguido, por poner un ejemplo, que la inmensa mayoría de los habitantes de un país tengan no sólo agua, luz y gas en su casa, sino, también, todo tipo de alimentos a menos de cien metros de ella? Ese prodigio logístico que nunca hubiera sido posible si alguien no hubiera descubierto las herramientas del cálculo. Sí, no está de más interesarse por el cálculo si te gusta pontificar desde la barra del bar o en donde sea sobre lo que sea. Porque todo está sujeto a las reglas del cálculo. "Ecuaciones diferenciales contra el VIH", se titula un artículo que me envía Jacobo. Y ya les conté un día como el pastor de Nogales de Pisuerga utilizaba esas ecuaciones para obtener rendimientos óptimos de sus ovejas. Máximos y mínimos y puntos de inflexión, tres referencias claves para estructurar cualquier sistema. En fin, no es tan difícil y sí muy divertido. Cogen, agarran, se van a Proyecto Gutenberg, mathematics, "Calculus made easy", y se lo bajan. Es gratis como todo lo que merece la pena. Y lo puede entender un niño. Y, después, el subidón. Al fin y al cabo una derivada no es otra cosa que a little bit of something, o sea, como aquel pellizco de hongo que hacía flipar a Alicia en Wonderland. 

En fin, perdonen el desvarío, pero es que cualquier cosa es buena con tal de esquivar en lo posible esta, como digo, confluencia de rituales que se avecina que para un fóbico social como yo es poco menos que una pasada por el potro. 

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Premodernidad

Cuando era jovencito vivía rodeado de un ambiente familiar absolutamente premoderno. Sin embargo, lo de estudiar fuera de casa, eso de lo que hoy casi nadie quiere oír hablar, fue una especie de redención. Sobre todo cuando de Valladolid pasé a Madrid. En Madrid me enteré de que existían cosas realmente sorprendentes. Por ejemplo, los choros de Villalobos que tocaba con maestría uno de mis comensales habituales, un estudiante de ingeniería gallego. O las novelas de Baroja de las que era fanático ferviente un compañero de pensión, un friky que llevaba más de veinte años estudiando minas y no conseguía acabar. De vez en cuando le visitaba su padre, un viejo militar republicano completamente enfisematoso que resoplando se metía con él en la habitación, le echaba una bronca, le daba diez duros y se largaba por donde había venido. El tipo apenas salía de casa si no era para hacer incursiones por la Cuesta Moyano a la busca de cualquier novedad barojiana. Diez duros daban para bastante en la Cuesta Moyano de aquel entonces. Total, que entre unas cosas y otras me traspasó la aficción por Baroja. Nos pasábamos horas y horas hablando del Árbol de la Ciencia seguramente sin saber de qué hablábamos, pero sin duda con el inconsciente infiltrado de las ideas de modernidad que trascienden sus páginas.

Después, a lo largo de la vida, he leído varias veces esa novela y, sobre todo, la última, ya con un Shopenhauer y un Nietzsche bastante digeridos, me sirvió para darme cuenta de hasta qué punto esa novela es revolucionaria para una España, no digo ya de cuando fue escrita, sino la de cuando yo la leí. Y diría más, para una porción muy significativa de la de hoy. Porque ese es uno de los problemas, a mi juicio, que tiene España, es decir, que hay todavía demasiada gente que se cagaría por la pata abajo si leyese a esos autores y les entendiese mínimamente. Hay demasiada premodernidad camuflada tras aires más o menos mundanos.

 Y no es cuestión ahora de ponerse aquí a dar o quitar carnés de modernidad. Pero si ves por ahí a alguien que se queja y no actúa, quítaselo. Y si conoces a alguien que se lo traga todo de puro estar descuidado, quítaselo también. Y no te digo ya si es alguien incapaz de reflejarse en los espejos, ese está perdido de por vida. En fin, quítaselo a todos los sufrientes sin otra causa que lo justifique que su propia necedad. Y colorín, colorado...