El otro día leí en no recuerdo donde a un analista de la cosa económica que aseguraba que China, al ser una dictadura, tenía mucho más fácil que otros países, como Brasil por ejemplo, tomar las drásticas medidas necesarias para corregir los desajustes presupuestarios que están lastrando la economía de tantos países. Por supuesto el comentario me llamó la atención y no porque no me pareciese de lo más sensato sino por la valentía que se necesita hoy día para decir una obviedad si ésta no se ajusta a la corrección política. Por eso me fui con suma curiosidad a la sección de comentarios donde pude constatar que absolutamente todos se centraban en la descalificación de la citada incorrección política. Argumentos, ninguno. Sólo insultos. ¡Por Dios, una dictadura! ¿Cómo va a ser mejor para algo? Ni siquiera para defender las Termópilas.
La verdad es que a uno, como ya les he dicho mil veces, le da ya todo lo mismo. Comento por comentar y porque quizá albergo todavía un ascua de aquella esperanza juvenil en la paulatina mejoría de la capacidad de discernimiento global. Ya saben, con el tiempo y una caña. ¡La esperanza! Siempre tan juvenil.
El discernimiento global, sí, ese mito que está en el origen del sistema político democrático. El pueblo ha hablado y el pueblo es sabio suelen decir los analistas políticos cuando han ganado las elecciones los que tienen sus simpatías. En caso contrario dicen que el pueblo también se equivoca, pero que hay que acatarlo porque es el menos malo de los sistemas. En definitiva, pase lo que pase siempre hay algo que decir que no quiere decir nada. Porque el pueblo ni es sabio ni se equivoca, simplemente es masa amorfa que fluye por los cauces que la caprichosa naturaleza va labrando con paciencia de milenios. Da igual que el cauce lleve a guerra que a vacaciones en Cancún, la masa amorfa se precipita por ellos con similar entusiasmo.
Y no se crean que todo esto que les digo es cuestión del escepticismo propio de la vejez. Ni mucho menos, les diría que mi credulidad va en aumento con los años. Mi confianza en la capacidad de superación del individuo por medio de la ascesis no tiene límites. Cualquier individuo si se lo propone puede aspirar a una porción de conocimiento que le permitirá rozar el cielo con los dedos. Eso es todo. El único sentido posible de la vida. Créanme.