Personalmente y en la medida de mis fuerzas tiendo a seguir la consigna pessoana que sostiene que si quieres cambiar el mundo empieza por cambiarte a ti mismo. Esa tarea, añade, te llevará toda la vida. Quizá sea por eso que todo este alocado trasiego de conjeturas sobre nuestro porvenir que viene padeciendo la nación estos últimos días me parece que no es más que opio para iletrados. Un país no cambia de la noche al día ni aunque llegue al gobierno un Zapatero. Todo sigue su curso en la dirección del esfuerzo de sus ciudadanos. La España de hoy no es sino el resultado de haber pasado en 50 años de tener un 3 a un 30% de titulados universitarios. Sin ese salto seguiríamos quemando iglesias y matando empresarios, pueden estar seguros.
Así que anoche mientras zapeaba en busca de una película me detuve un instante en lo que estaba diciendo un tal Sr. Sánchez y no pude esperar a que terminase porque el minuto que escuché fue suficiente para que mi inteligencia se hubiese podido sentir ofendida caso de tomarse tales patochadas en serio. Al respecto, me basta con comprender que el espectáculo preferido de las masas desde el origen de los tiempos is much ado about nothing, o sea, que parezca mucho pero que no sea nada. Los toros, el fútbol... cristianos a los leones en definitiva. Previsibilidad disfrazada de incertidumbre. El caso es que la problemática planteada no tenga suficiente enjundia como para traspasar la barrera de las meninges. La chusma, convénzanse, es chusma precisamente porque tiene las neuronas blindadas. Sus certezas son inamovibles. Lo mismo que su sufrimiento.
Total, que seguí zapeando y di con una película americana que, como casi todas, trataba sobre escala de valores. Con el ejército como campo de experiencias. Experiencias que ponen en contradicción valores fundamentales y que, al final, sólo la ley, es decir, la convención, está capacitada para jerarquizarlos. Nada por cierto, que no hubiera dejado ya niquelado Calderón. El cabo Dawson de la película era el Pedro Crespo del Alcalde de Zalamea. El honor es la autoestima de la persona. El motor de la responsabilidad. Aunque, luego, puede resultar que el objeto de esa responsabilidad sea harto contradictorio. Las órdenes recibidas en el caso de los sistemas fuertemente jerarquizados. Y de ahí que el ejército sea fuente inagotable de argumentos que se dedican a disecar las contradiciones que suelen surgir entre los diferentes valores cuando estos son tomados al pie de la letra.
Contradicciones entre valores, en eso consiste el sufrimiento sordo de la vida. Porque resuelvas como resuelvas siempre quedan cabos sueltos. Y el fuero interno lo resiente. El honor siempre tambaleante. Aunque te acostumbres a vivir con eso a las espaldas y hagas como que no te pesa. Pero sí, al final los demás te lo notan por las mil pequeñas señales que vas dejando por donde avanzas. Lo notan y te ponen nota, puedes estar bien seguro.
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