Efectivamente, esto del clima entra dentro de la nueva ciencia de los big data. Ni los más potentes ordenadores han podido hasta ahora extraer conclusiones fiables. El planeta tiene una historia de calentamientos y enfriamientos y no podemos saber a ciencia cierta, por mucho que se sospeche, si en este aparente calentamiento de ahora tiene algo que ver la actividad humana. Sospecha con altos indicios de verosimilitud, sí, pero... ¿es suficiente eso para apear del carro a Faetón? El niño mimado de su padre. Que hay que ver lo que mueve la economía satisfacer los caprichos del niño.
El caso es que yo no sé si es porque los medios de comunicación han encontrado ahí un filón, y los políticos también, o porque, realmente, ya no se puede ocultar que la cosa apesta de mala manera, en fin, por lo que sea, pero la cuestión es que se empiezan a escuchar cosas interesantes que su sola sugerencia hubiese supuesto hace dos días poco menos que la muerte civil. Así, he podido ver que en la CNN, en el programa de Hala Gorani se han dedicado unos tipos a debatir sobre una cuestión absolutamente tabú: las vacaciones en el extranjero. El asunto, como pueden suponer, tiene tales perendengues que se los pisa. Pero para empezar, y como el tema aquí es el del calentamiento global, se han de tener en cuenta los miles de millones de toneladas de combustible que hay que quemar antes de que las gentes del mundo frío se puedan calentar al sol de las playas tropicales. Por no hablar de ir a extasiarse ante los miles de Capillas Sixtinas de uno u otro tipo con las que se trufa el mundo. Desde luego, convendrán conmigo que tocar este tabú es poco menos que ponerlo todo patas arriba, así que... ¿saben lo que les digo? Ya me estoy cansando de todo esto. Porque es que, además, ¡con lo fácil y placentero que es limitarse al motor de alubias! Para las vacaciones, digo.
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