sábado, 5 de diciembre de 2015

Columpiarse en el vacío

En casa de mi madre, sólo en marcos de fotografía hay más chatarra que en el desguace del novio de la nieta del Caudillo. No lo puedo remediar, entro allí, lo veo, y automáticamente me baja  la autoestima tres o cuatro puntos. Yo voy allí por una especie de deber moral cuyo alcance no llego a comprender muy bien. Para tranquilizarme lo relaciono con las Tablas que Moisés bajó del monte. He sido educado así y prefiero no meneallo, pero, desde luego, en lo que a mi respecta he puesto todo el cuidado del mundo para no trasmitir a mi descendencia ese condicionamiento losa que, a lo que veo, sólo aporta desolación. Mis hijas, espero, están perfectamente preparadas para no albergar ningún sentimiento de responsabilidad hacia mí más allá del que supondría, si se diese la necesidad, que espero que no, el dar orden al banco para que pagase la minuta de mi residencia, a mi costa, por supuesto. 

Lo de las fotos es cosa que merece alguna consideración. Porque no es una ni dos, son cientos. Y, por supuesto, todas falsas. Fotos de estudio que las llaman, para que la cosa parezca mucho mejor de lo que es. Ética y estética pequeñoburguesa. Es una omnipresencia asfixiante. Como no mires la televisión -siempre María Teresa Campos, qué tiempo tan feliz- estás condenado a sentirte escrutado por mil miradas sonrientes. Nada más parecido a la vuelta a la caverna: el individuo anulado por el clan. La mirada siempre vuelta hacia detrás. A los recuerdos falsificados. Por delante, la nada.

En fin, qué sería la vida si nunca tuviésemos que hacer de tripas corazón para apechugar con el destino cuando se pone plasta. Menos mal que la naturaleza nos dota de cualidades de abstracción que nos permiten distanciar el espíritu de donde está el cuerpo. Uno parece que atiende, pero en realidad sólo está esperando a que llegue la hora de partir. La vuelta a casa, callejeando Madrid, borra todas las angustias. Y en casa, como no hay nada en las paredes, me puedo columpiar en el vacío... lo máximo a lo que he aspirado desde que tengo uso de razón, que no sé desde cuando caso de que lo tuviese.      

No hay comentarios:

Publicar un comentario