lunes, 21 de diciembre de 2015

¿Qué sé yo?


Michel de Montaigne, en habiendo cumplido los 38 dejó de lado su brillante porvenir como jurista y se encerró en una torre en mitad del campo a indagar sobre su propia condición humana. El resultado de aquella retirada a tiempo son sus Ensayos, uno de los instrumentos más útiles de los que dispone la humanidad para aliviar su natural estulticia.

Fray Luis de León se hizo con un terrenito en la ladera de un cerro que hay a la izquierda según vas a Babilafuente. Allí plantó un huerto que, por la primavera, de bella flor cubierto, mostraba en esperanza el fruto cierto.

En estos tiempos que corren anda por ahí un tipo curioso perteneciente a eso que llaman “the globetrotting TED-ocracy”. Conferenciantes de lujo, para que nos entendamos. Se llama Yuval Noah Harari y es profesor de historia en una universidad de Telaviv. Ha escrito un libro sobre la historia del mundo, Sapiens, que ha tenido un éxito tremendo. Pues bien, cuando le llegan las vacaciones académicas qué creen que hace: se va dos meses a un monasterio a pensar sobre sí mismo. Aspira a conocerse.

La humana condición, ese misterio que todos nos empeñamos en desvelar. Con éxito diverso, desde luego, pero siempre con esperanza de mejorar nuestras vidas. Así, con tanto esfuerzo y un algo de talento a veces hacemos conjeturas con visos de evidencia. Es lo que pasaba anoche cuando se me ocurría pensar que todo esto de la política no puede ser otra cosa que la necesidad de hacer convivir sentimientos contrapuestos: la autocomplacencia trufada de desprecio de los unos con el resentimiento alimentado por la envidia de los otros. Sentimientos primarios que si bien pueden tener su origen en la propia situación, su ascenso a condición de estulticia se consolida por la total ausencia de autoreflexión. Por qué estoy como estoy. ¿Es mi mérito? ¿Es mi culpa? De qué presumo. De qué me quejo. Uno piensa, se mira en los espejos, y si se consigue ver, atempera sus ardores. La autocomplacencia entonces puede devenir en agradecimiento trufado de comprensión y el resentimiento en reconocimiento y afán de emulación. Es el paso de la adolescencia a la madurez… tan complicado.

 Por lo demás, sostiene Hariri:

 We have no real idea what we want even at the most basic, personal level, let alone as a species. “Even what people take to be their most personal desires are usually programmed by the imagined order.” There’s nothing “natural or obvious” about taking a holiday abroad, he says by way of example. “A chimpanzee alpha male would never think of using his power in order to go on holiday into the territory of a neighbouring chimpanzee band. The elite of ancient Egypt spent their futures building pyramids and having their corpses mummified but none of them thought of going shopping in Babylon.” We’re all victims of the “myths of romantic consumerism”, he says.

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