miércoles, 23 de diciembre de 2015

Shakauntos


Euclides Shakalotos es el sucesor de Yanis Varufakis al frente del ministerio de economía del gobierno griego -todo con minúsculas-. Tal para cual y exponentes absolutos de la desfachatez en el uso del lenguaje de los políticos en general y si son de izquierdas en particular. En un periódico de esos que se leen por internet asegura hoy Shakalotos que, por supuesto, como no podría ser de otra manera, hacen al pie de la letra lo que les ordenan desde Bruselas, pero, los perinquinosos peros que diría Critilo, que no están dispuestos a traspasar determinadas líneas rojas. ¿Saben que líneas? Pues, elemental, la protección de los pobres y los más desfavorecidos, así, dicho pleonasmáticamente. Y entonces yo voy me acuerdo de Varufakis en plan de anuncio de colonia con su moto, su chupa y su chica de melena rubia al viento. Es que, ¡leches¡, tenemos en Europa unas izquierdas que no nos las merecemos. ¡Dios!, no quiero ni imaginarme cómo estarían los pobres sin ellos. Ni colonias por Navidad se podrían regalar los unos a los otros.

Personalmente, no veo yo que esto de dividir las ideologías políticas en izquierdas o derechas sea muy orientativo. Siempre me pareció más adecuado, una vez más, lo de los clásicos, es decir, democracia y tiranía con sus Guerras del Peloponeso por medio. EEUU y la URSS con su Guerra Fría reproducían muy bien el modelo. Libertad contra igualitarismo, ese es el debate, que diría un tertuliano. O sea, libertad para que acaben mangoneándolo todo cuatro e igualitarismo para lo mismo. Pero hay una diferencia. Me explico:

Del lado de la libertad acaban mandando tipos como Jef Bezos, Elon Munsk o Amancio Ortega, es decir, los hechos. Del lado del igualitarismo, Varufakis, Sakalotos, Iglesias o Castros, palabras que se lleva el viento. Lo que va de la realidad a la ficción.

Realidad contra ficción, ese es y ha sido siempre el gran combate del mundo. La realidad del dolor de la derrota de los más sólo aliviada por el consuelo de la ficción… quitar a los ricos para dárselo a los pobres. Como si alguna vez a los pocos que consiguieron quitárselo a los ricos se les hubiese pasado por la cabeza repartirlo con los pobres.

En fin, perdonen la digresión, pero es que si en vez de Shakalotos se hubiese llamado Shakauntos la cosa hubiera tenido algún sentido.

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