sábado, 30 de noviembre de 2013

Lecturas equivocadas



Anoche volví a ver "Persepolis". Mereció la pena. Como suele pasar con toda obra de arte sobre la que vuelves no dejó de sorprenderme con nuevos matices. En su caso con la insistencia de los intelectuales salidos de la alta burguesía e, incluso, de la aristocracia, en coquetear con las ideologías totalitarias de izquierdas. Era su forma de oponerse al totalitarismo del Sha. Una forma que, por cierto, nos puede resultar bastante familiar aquí. Quizá, me digo, esa ceguera no sea sino la consecuencia de ese afán de los señoritos por mangonearlo todo sin encontrar trabas por el camino. 

Lo que me pregunto es hasta que punto hubiese podido ser diferente la salida a la dictadura del Sha, o si me apuran de la de Franco, si aquellos señoritos que leían a Marx, Marta Harnecker y cosas así, hubiesen leído a Popper, Hayeck o Adam Smith. Si en vez de haber encandilado a las masas con la milonga de la repartición de la riqueza las hubiesen predispuesto a la reflexión... bueno, qué burrada estoy diciendo: masas y reflexión es el mayor oxímoron que pueda salir de mente humana. 

Sí, sin duda es un asunto que todavía está por dilucidar. Saber en que medida toda esta estupidez reivindicativa por una parte y toda esa permisividad suicida por la otra, que venimos padeciendo en este país no tiene su origen en que los señoritos equivocaron sus lecturas en aquellos encantadores años. Porque claro, hay una cosa que nadie osa decir, pero que va de soi: los señoritos cuando lo del Sha, lo mismo que cuando lo de Franco, vivían como Dios. Y ya saben de los peligros que se derivan de vivir como lo que no eres, que te superas día tras día en hacer lo que sea con tal de parecerlo. Lo que sea, claro está, que sea agradable y fácil, que para eso eres señorito y, lo más importante, quieres seguir siéndolo. 

En cualquier caso, qué diferentes salidas de una y otra dictadura. Cuestión de porcentajes de señoritingos, supongo.  

viernes, 29 de noviembre de 2013

¡Viva Mister Gadget!



Dice Richard Dawkins o Steven Pinker o cualquiera de esos que son lo más de lo más en lo que a saber sobre el ser humano hay hoy día, que somos bastante menos violentos que nuestros antepasados inmediatos. Incluso creo haber leído que alguna eminencia de esas sostiene haber descubierto la sustancia responsable de tan benéfica transformación. ¡Cómo no!, ya lo dijo Nosequién, buscad y hallaréis... ¿o era pedid y se os dará? Bueno, para el caso da lo mismo. 

La verdad es que no hay que ser un lince pare darse cuenta de que efectivamente el mundo es menos violento. Millones de personas salen a diario a dar la vuelta al mundo y vuelven a casa al cabo de quince días sin haber perdido ni un pelo de su hermosa cabellera. Evita ciertos lugares estigmatizados y encontrarás que el mundo es una balsa de aceite. Lo cual no quiere decir que no te puedas torcer un tobillo al salir de la bañera o que te caiga un satélite sobre la cabeza cuando andas de paseo, accidentes en definitiva que tan necesarios son para que los telediarios no parezcan un cuento de hadas. 

Era muy temprano esta mañana cuando, mientras paseaba el desayuno, iba pensando en estas cosas. Cruzaba la calle Goya y junto a mí iba una adolescente ensimismada con su gadget. Llegados a la otra acera, la adolescente ha besado a dos compañeras de diversa etnia que allí le esperaban con el mismo ensimismamiento. Se han besado, sí, y las tres han esbozado una sonrisa, pero en ningún momento alguna de ellas ha levantado la vista del gadget sobre el que sus dedos tamborileaban con inusitado frenesí una desconocida melodía. ¿Cómo va a ser violento un mundo, me he dicho, en el que los gadgets son tantos, tan diversos, tan asequibles, con tanto poder de atracción, de ensimismar, que no dejan a prácticamente nadie un sólo segundo libre para fijarse en lo que le duele?

Desde luego que no hay actitud que mejor defina esta época que estamos viviendo que el ensimismamiento. Todo el mundo, en su casa, en el metro, por la calle, donde sea, pasa las horas ensimismado gracias a los buenos oficios de uno cualquiera de los numerosos gadgets que ofrece el mercado a precio de saldo. Y no otra que el ensimismamiento, pienso, tiene que ser la causa de esa supuesta bajada del impulso violento que dicen los expertos. Al fin y al cabo, ensimismarse es vivir en otro mundo en el que nadie te aprieta. Algo así como la embriaguez. O la anestesia. Cuando no tienes nada contra nadie. 

jueves, 28 de noviembre de 2013

El triunfo de la estupidez



A Arturo Pérez Reverté le conocimos agachado y esquivando balas en los parapetos de todas las guerras. Después oí decir a algún colega suyo que había mucho cuento en todas esas "puestas en escena", que ni el frente estaba tan cerca ni las balas pasaban silvando. A saber lo que habría de verdad en una y otra versión, porque cuento en todas esas emisiones al borde del abismo desde luego que hay mucho y rencillas entre colegas también. En cualquier caso lo que no se le podía negar a Arturo era su capacidad para impactar o, en su defecto, para dar el pego. 

Con el paso de los años Arturo dejó las corresponsalías de guerra y se puso a escribir. No tardó en convertirse en autor de best-sellers y en columnista cañero. Yo, lo reconozco, apenas le he seguido en cualquiera de sus dos facetas. Pero, si bien en su condición de cañero le reconozco cierta gracia, aunque poco mérito, en la de autor de novelas, a juzgar por lo que he ojeado en las librerías no le puedo conceder la menor calidad literaria. El lenguaje de sus libros me parece sencillamente patatero y, eso, mezclado con ambientación histórica y héroes de cómic, será, supongo, lo que le ha proporcionado tanto éxito entre las masas. 

El caso es que hoy D. Arturo ha dado otro titular a la prensa: "El desprecio del Gobierno hacia la cultura es una vileza". Ya ven, ¿a ver quién con dos dedos de buen rollo no va a estar de acuerdo con eso? A primera vista, claro está. Pero, luego, puestos a pensar un poco, nos damos cuenta de no sabemos a qué se refiere D. Arturo cuando dice cultura. En realidad, hoy día, nadie sabe lo que en realidad quiere decir esa palabra. Yo hubiese comprendido muy bien a D. Arturo si hubiese dicho: "Este Gobierno, con su política de subvenciones, nos esta fastidiando a base de bien a los que vivimos de la cosa de la cultura". Bueno, a D. Arturo, por aquello de su afán de contundencia, le hubiese quedado mejor decir jodiendo que fastidiando. También, hubiese podido hacerse entender mejor D. Arturo, si en vez de cultura hubiese dicho "industria del entretenimiento". O sea, lo que hacen sin que se les pase por la cabeza pedir subvenciones en Hollywood, Bollywood, Nollywood, Broadway, West End y demás lugares por el estilo. 

En resumidas cuentas que si uno va y pone en la coctelera populista las palabras desprecio, vileza, cultura, y todo ello sobre una base de gobierno de derechas, obtienes un combinado por el que se pirriarán millones de bonvivants con cierta nostalgia de paria de la tierra. Les he conocido a montones porque, a que engañarse, no hay mejor forma de resolver la ecuación de la vida que viviendo como Dios y pensando que sufres como Cristo. 


miércoles, 27 de noviembre de 2013

Then, a miracle occurs...



"Pienso que deberías ser más explícito, aquí, en el segundo paso"

Me recomendó Jacobo la lectura de "The Logic of Scientific Discovery" de Karl Popper. La verdad es que nunca echo en saco roto las recomendaciones de Jacobo. Así que conecté con Amazon.es y lo bajé al kindle. El texto -supongo que ya no se puede decir libro- es lo que siempre se conoció como un ladrillo. O una apisonadora si mejor quieren porque avanza con una lentitud exasperante, pero, eso sí, todo lo deja atrás queda liso y claro como una patena. Es un esfuerzo titánico por conseguir el recto razonar. 

Bueno, les tengo que confesar que si el texto avanza lento en la indagación que se propone, yo todavía voy más lento en su lectura porque exige mucha voluntad y al presente voy flojo al respecto. Por eso cada dos por tres doy al botón adecuado y me paso a "The Complete Memoirs de Jacques Casanova" un verdadero prodigio de amenidad al que he accedido gracias a las fundamentadas recomendaciones de Isidoro. 

Lo uno por lo otro y, si ya, para rematar la faena, le añadimos la serie de vídeos de la Khan Academy que vengo de tragarme sobre "Difference Between Inductive and Deductive reasoning", pues, entonces, ya digo, es inevitable llegar a la conclusión de que, como solía decir Juanito Gener con mucha razón, "una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa". Sin duda una obviedad casi risible, pero que, sin embargo, en la práctica del diario razonar no queda clara ni mucho menos ya que, a poco que se fijen a su alrededor, no pararan de comprobar que uno de los deportes favoritos del personal es mezclar churras con merinas y cosas por el estilo. 

Inductivo y deductivo. Una cosa es ver algo, tener una impresión, o intuición, y, de ello, extraer una teoría y otra cosa es pasar de unos hechos demostrados a otros hechos que sólo serán tomados en consideración una vez demostrada su verosimilutud por el procedimiento que sea. Digamos que Casanova es un pensador inductivo en permanente estado de gracia y Popper un deductivo de meticulosidad centroeuropea. En fin, que si unos son necesarios para dar impulso y avanzar con paso alegre no lo son menos los otros para que la alegría no acabe arrojándonos por el despeñadero. Entre otras cosas. 

Les pondré un ejemplo práctico para mejor hacerme entender. Y lo voy a extraer del "tema por antonomasia", o sea, Cataluña. Va, no sé qué periódico, y le hace una "exhaustiva" entrevista al propietario de la mayor empresa cultural del país que, por cierto, tiene su sede en Barcelona. Dice el tal señor: "Cataluña no puede ser independiente y eso lo saben todos." Muy bien, inducimos que no puede ser independiente porque nos parece más razonable, o nos cae más simpático, lo que dicen unos que lo que dicen otros, pero pruebas fehacientes no las tenemos ni en uno ni en otro sentido. Por no hablar de esos "todos" que saben que no puede ser. ¿Quienes son esos todos? ¿Los más ardientes voceros del independentismo, quizá? ¿Por qué no les cita por sus nombres para hacer más verosímil su conjetura? Pura inducción, ya digo. Y, luego, prosigue con su razonamiento inductivo: "pero hay que hacer algo porque un 85 ó 90 % de los ciudadanos de Cataluña se sienten maltratados por el Estado. ¿Cuales son los hechos fehacientes de los que se podría deducir que los ciudadanos de Cataluña están maltratados por el Estado? El ilustre empresario no los cita. Se limita a insinuar, o sea a inducir en función, no digo ya de una impresión sino, juraría, de un interés de dudosa catadura ética. Y así todo.

En fin, que estoy en Madrid. Y hace un frío considerable y el cielo está tan azul y hay tanta luz que como que todo se ve con mayor claridad y es mas fácil distinguir una cosa de otra cosa como decía Juanito. 

  

lunes, 25 de noviembre de 2013

Democracia directa




De entre las cosas que más me llaman la atención cuando ojeo los periódicos es el apartado de las encuestas. Supongo que las hacen porque quieren aportar su granito de arena a ese curioso invento que le dicen democracia directa. Saber, en definitiva, lo que realmente piensa la gente para que los políticos, después, puedan actuar en consecuencia. Claro, la trampa que encierran es tan manifiesta que hasta da risa. La misma pregunta hecha en dos medios de ideología o territorio diferente invierte los, por lo general, abrumadores resultados. Porque son pocas las veces que un asunto desencadena una división de opiniones equilibrada, 45 a 55 por ejemplo. No, da igual lo abstruso que sea el tema sobre el que se encuesta: ¿cree usted que las políticas de austeridad de la Sra. merkel son buenas para la economía del sur de Europa? 80% no, 18% sí y, lo más sorprendente de todo y lo que mejor indica el bluf que es la democracia directa, sólo un 2% que no saben que decir al respecto. ¡Fantastic! 

Cuando hace unos años decidí refrescar mis conocimientos matemáticos empece por pasarme por la sección de electrónica de unos grandes almacenes para agenciarme una computadora a tal efecto. Es increíble lo que puede hacer un aparato que sólo cuesta 19 euros. Grados a radianes, naturales a neperianos y de ahí para arriba lo que quieran y como si tal cosa. Pues bien, la impresión general que yo saco mirando esas encuestas, o conversando con gente que te encuentras por ahí, es que, al igual que yo fui a por una computadora matemática, el personal se acerca a las grandes superficies para proveerse de una computadora digámosle que ideológica. Son de una fiabilidad estremecedora. Escribe usted, un suponer, la pregunta que les decía de la Merkel, luego da al botón de la ideología que más le mola y en una fracción de segundo tiene la respuesta. Bueno, me he enterado de que en algunas provincias la gente está tan segura de sus convicciones que ni computadoras ni letxes, se hacen instalar un chip específico en el cerebro que le libera de caer en la tentación de probar con las diferentes teclas de la computadora. Si es liberal, o conservador, o socialdemócrata, o de la cosa nostra, a quoi bon perder el tiempo con inútiles consultas y especulaciones. Un chip en el cerebro y como la seda toda la vida. Por así decirlo, no tienes para nada que dejar de hacer bolillas para contestar con precisión sobre cualquier tema de índole trascendente. 

Sin duda esto de la adscripción es algo sumamente liberador. Te adscribes a lo que sea, sabes donde estás y haces amigos. A lo mejor, incluso, hasta encuentras un empleo de liberado que es como decir que sólo tienes que ir a la oficina a la hora de los pintxos con el chip conectado. O sea, a practicar un rato la democracia directa. Bueno, algún día de fiesta puedes participar en una karmesse provida, o pro causa palestina, o, ya puesto, en una cadena humana a favor del derecho a un clima igual para todos. ¡Pour quoi pas si eso es lo que la gente quiere!


Por cierto que en Suiza, en donde se hacen muchos sondeos vinculantes a la gente, ha resultado ser que no quieren que se les baje el sueldo a los banqueros. Y mira que lo tienen alto. De escándalo dicen. Claro que nunca tan alto como Cristiano Ronaldo que con el sueldo de un mes va sobrado para comprarse un ático de trescientos metros cuadros en la mismísima milla de oro de la capital. Pero, bueno, en realidad todo el mundo sabe que los suizos son muy suyos en la cosa de los bancos. Lo mismo que los españoles en lo del furbo. Y es que hay temas en los que la adscripción viene dada con la inscripción en el registro civil. ¡Pues anda que no!




  

domingo, 24 de noviembre de 2013

Secreto de confesión



En la famosa serie televisiva "Breaking bad" la mujer del protagonista queda francamente conmocionada al enterarse de los líos en los que anda metido su marido. Le echa de casa y todas esas cosas, pero eso no calma la procesión que lleva por dentro porque sus principios no se lo consienten. Es un ejemplo descarnado del eterno conflicto entre la razón y los sentimientos. Sabe que su obligación es denunciarle, contarle a su hermano, el jefe de la policía, que ese peligroso delincuente que se le escurre de entre las manos como si fuese una anguila es precisamente su cuñado. Pero, caray, es su marido, un buen marido, padre ejemplar, le quiere... no puede dar ese paso terrible y, por ello, cada minuto que pasa está más desquiciada. Así es que decide recurrir al consuelo, o la terapia si quieren, de la confesión. Se lo cuenta a su abogada y su abogada, como es una abogada comme il faut, le aconseja que le denuncie. 

Ya saben como era aquello tan clarividente del Padre Astete: confesión de boca, propósito de la enmienda, satisfacción de obra. Si no tienes propósito de enmendarte y pagar por lo que has hecho de poco o nada sirve la confesión. Por eso, porque no puede denunciarle, está condenada a vivir con ese peso insoportable en su conciencia. Pero lo curioso del caso, y a donde quería llegar, es que a partir de esa confesión hay otra persona, una persona honrada, que sabe donde reside el mal que tiene conmocionada a la comunidad. Lo sabe y, sin embargo, no lo puede denunciar porque está atada por un juramento ante el dios de la discreción, algo que, ni que decir tiene, es extremadamente serio. De hecho es ese juramento el que, por así decirlo, da sentido o, si quieren, sacraliza, a la abogacía y la hace invulnerable a los abusos del poder.

Son los abogados, son los médicos, los periodistas quizá, los curas por descontado... los que se deben al dios de la discreción. Rompa cualquiera de ellos el juramento que implícita o explícitamente han hecho a ese dios implacable y el daño extenderá sus tentáculos mucho más allá de lo personal: afectará a la profesión en general e, incluso, a los frágiles equilibrios en que se sustenta la paz social en un régimen de libertades. Ya saben, si no vela el garrote del tirano, tienen que hacerlo los principios de la ciudadanía. De lo contrario, el caos.  

Les he metido semejante rollo porque estos días vengo viendo con sorpresa como la prensa en general cuenta, como si fuese una banal conversación de porteras, lo que una señora, que todo indica que ha matado a su hija, le había confesado a su psicólogo meses antes de los luctuosos hechos. O sea, que el psicólogo rompe su juramento, cuenta lo que le ha dicho una paciente, y a todo el mundo le parece de perlas porque ayuda a esclarecer el caso al cerrar el círculo de las sospechas. No sé, porque a mí lo último que se me hubiese ocurrido en esta vida es contarle cualquier cosa personal a un psicólogo. Quizá a un psiquiatra me lo pensaría porque, al fin y al cabo, tiene como diez veces más estudios que un psicólogo... pero, en cualquier caso, a lo que iba, que nadie haya levantado su voz para denunciar la absoluta falta de ética de ese psicochisgarabís me parece un muy mal asunto. Por la cosa de los principios más que nada.  

viernes, 22 de noviembre de 2013

Resultados prácticos



Que Feynman sea un perfecto desconocido para el 99,9% de la población, y seguro que me quedo corto, no tiene otra explicación, on my opinion, que la absoluta indiferencia de las masas hacia lo que las concierne de verdad. Mencionas "proyecto Manhattan" o "the baby is born" y pocos sabrán de qué hablas. Y allí estaba Feynman, contibuyendo como el que más con su sabiduría a que el mundo ya nunca pudiese volver a ser lo que había sido hasta entonces. Porque a partir de lo que sucedió aquel 16 de julio de 1945 en Alamogordo, Nuevo México, los poderosos del mundo se habían quedado sin el recurso de la fuerza para solucionar sus problemas.

Efectivamente aquello fue el resultado más práctico que se pueda concebir salido de rebote del afán especulador de unas mentes privilegiadas. Así son las cosas que, en la inmensa mayoría de las ocasiones, hacemos lo que hacemos con la única y suprema finalidad de divertirnos, es decir, sin buscar en absoluto eso que se conoce como "resultados prácticos".

Hagamos como Feynman y utilicemos el sexo como metáfora. Y volvamos al 99,9% para quedarnos cortos si pensamos que esa es la proporción de veces que se practica por mera diversión. ¡Qué digo diversión! Se practica por una mera pulsión ciega sobre la que la razón no tiene el menor poder atemperante. Porque es que, además, si el 0,1 % de los coitos fuesen de intención práctica y de ese o,1 % otro 0,1 % se resolviesen en embarazo el mundo reventaría por sus costuras. 

Pues bien, esa es la cuestión, que cuando Einstein, Oppenheimer, Böhr, Fermi, Feynman, y otros como ellos, se ponen a especular sobre la estructura del átomo, es decir, llegar lo más lejos que se puede en el conocimiento de este mundo en el que vivimos, no persiguen otra cosa que calmar su espíritu dando rienda suelta a su ansia de saber.

Sin embargo, hay en el razonamiento de Feynman, y en el que les vengo exponiendo, algo que no me cuadra del todo. Porque, para empezar como la ortodoxia del pensamiento crítico exige, ¿qué quiere decir "resultados prácticos"? ¿Acaso desviar nuestra atención de los negros pensamientos que engendra el aburrimiento no es un resultado práctico donde les haya? Por no hablar del placer inherente a cualquier acto de descubrimiento, conquista, etc.. Desde luego que obtener una bomba atómica como resultado de las especulaciones puede ser considerado un resultado práctico según y cómo se mire y, también, dar en la diana cuando se fornica, pero, ¿qué quieren que les diga? Donde esté el pajeo por el pajeo y el fornicio por el fornicio que se quiten todos los demás resultados prácticos que por lo general no hacen otra cosa que cubrirse de polvo en las estanterías en las que yacen arrumbados.

jueves, 21 de noviembre de 2013

La Atenas del Imperio



Anoche vi dos programas sobre Inglaterra en sendas televisiones francesas, uno sobre la reciente crisis financiera que todavía colea y el otro una entrevista a Martin Amis que me pareció de las de sin desperdicio. Así fue que, ya en la cama, me costó conciliar el sueño por lo mucho que me bullían en la cabeza recuerdos e ideas relacionados con lo visto. Es que a mí, no me importa confesarlo, la anglofilia me viene de lejos. Y por eso debe ser que de entre las pocas cosas que tengo medianamente claras destacaría, al hilo de lo confesado, dos: una, que nunca podré reponerme de la procesión que llevo por dentro a causa de la cobardía que mostré en el año 67 del siglo pasado cuando habiendo podido desertar de mis obligaciones patrias me eché para atrás y abandoné Londres, perdiendo así, no me cabe la menor duda, la gran ocasión de oro de mi vida para labrarme una autoestima sin trampa ni cartón; dos, que de lo malo, malo, me queda el consuelo de saber que todos mis nietos tienen ciudadanía británica. Y es que, no es que esta España que hoy tenemos me parezca despreciable como me parecía aquella del 67, ni mucho menos. Vivir en la España de hoy me parece que es una bicoca que le ha tocado a uno, pero hacerlo en Inglaterra es por lo menos bicoca y media si no dos. ¿Que en qué me baso?

Respecto a la crisis económica una cosa dejo clara el extenso programa de BFN Business, que ha sido Londres quien ha marcado las pautas para salir del atolladero. Washington proponía comprar los activos tóxicos de los bancos y Londres comprar los bancos. Pues bien, bastó un viaje del Premier británico a Washington para que todos los gobiernos en apuros decidiesen comprar los bancos y, hoy día, con los consiguientes sufrimientos por medio,  ya se puede decir que el cataclismo mundial que algunos vaticinaban ya es historia. Y, como se suele decir, hasta la próxima. Porque como señaló al despedirse del entrevistador el actual gobernador del Banco de Inglaterra Mervyn King, se regulará todo lo que se quiera, pero el afán de lucro inherente a la naturaleza humana se encargará de encontrar los subterfugios apropiados para saltarse esa regulación y volver a las andadas. Y así fue como una vez más Londres demostró que sigue siendo la Atenas del Imperio Romano, es decir, el cerebro que propone lo que Washintgton dispone.

Sostenía Martin Amis que lo de Inglaterra se podría definir como un orgullo tranquilo. En el siglo XVII, un siglo y pico antes que Francia, hicieron su revolución derramando poca más sangre que la de su rey. Desde entonces quien manda allí es la soberanía popular. No en vano el símbolo por antonomasia de ese país son The Houses of Parliament. Desde entonces son los únicos europeos que han defendido la libertad individual a costa de lo que haya hecho falta. Inglaterra fue el acantilado en el que se estrelló el nazismo que, por mucho que hoy se disfrace con historias de resistencias varias, hacia las delicias del continente. Nazismo alemán primero y nazismo ruso después. 

Ese amor a la libertad individual, conviene recalcar lo de individual, cuyos frutos a la vista están. Poesía, ciencia, sport... ¿quién puede comparárseles? 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

El secreto está en la copa



Cuando compré el apartamento en el que ahora vivo me encontré, entre lo que sus antiguos dueños habían dejado, con un juego de copas. En principio pensé en deshacerme de ellas por parecerme algo engorroso de manejar a la hora de faire la vaisselle, pero luego me dije que, qué caray, que me las quedaba aunque sólo fuese para no tener que ir al bazar chino a comprar vasos. Pues bien, paseando mi vista hoy por el periódico socialdemócrata por antonomasia voy y me entero de que mis copas son exactamente como no tienen que ser las copas si quieres saborear como Dios manda un buen vino. El grosor del cristal sobrepasa con creces las idóneas 8 décimas de milímetro, la boca es más ancha que la panza, ergo se escapan los aromas... bueno, no sigo porque, a estas horas, si fuese un socialdemócrata comme il faut, hubiera ya cogido, agarrado, ido hasta el aparador, metido todas las copas en una bolsa de basura y bajado hasta el contenedor del vidrio para arrojarlas. Afortunadamente ni come il faut ni rien de rien, yo, cualquier cosa menos refinado en el sentido socialdemócrata del término. A mi me dan un vino y, si me pilla con ganas, o sea, casi siempre, me lo bebo en la cabeza de un tiñoso como se suele decir. 

Lo curioso del caso, en cualquier caso, es que uno no para de llevarse chascos a lo largo de la vida. Cuando, apenas apuntado el bozo, di en mostrar ciertas veleidades socialdemócratas pensaba que eso era algo así como lo de los primeros cristianos, es decir, mucha riqueza espiritual en casa de la Magdalena y en lo material imitar a las avecillas del campo. Y, sí, sí, la ilusión duró lo que tardé en cobrar el primer sueldo como parte del staff de una institución acreditada. Entonces fue cuando me enteré de que nunca se debe estar seguro de algo hasta que ese algo ha entrado a formar parte de tu vida. Sobre todo si ese algo es el dinero, principio y fin de todos los desvelos que atenazan a la humanidad, por algo será. 

Decía Nosequién que sólo se arrepentía de las tentaciones en las que no había caído. Bien, pues no sé si Nosequién sería o no socialdemócrata, pero lo que estoy seguro que sería de justicia es que estuviese a la cabeza del santoral de esa cofradía porque no ha habido nadie que haya sabido encerrar en una sentencia, si no la teoría, si la praxis que sustenta el invento. Aunque a decir verdad, si me atengo a mi experiencia, de poco se tendrían que arrepentir los socialdemócratas porque es que no he conocido a ninguno que no sucumbiese a todas las tentaciones que su poder adquisitivo les ofrecía. Eso sí sustentando siempre el sucumbe con los brazos de la estética. No hay ética como la estética, llegaron a afirmar en su delirio. 

Y así es como hemos llegado a la copa perfecta para beber vino que tiene que ser de vidrio fino, con la panza mas ancha que la boca y con el rabo largo... bueno, las mías tienen el rabo largo, pero si le tuviesen corto tampoco las iba a tirar por ello. Porque es que, de socialdemócrata, ya casi ni el recuerdo de la Magdalena. 

martes, 19 de noviembre de 2013

Rendirse a la evidencia



Rendirse a la evidencia es duro sobre todo cuando has sido mal educado. La primera consecuencia de la mala educación, sin lugar a dudas, es la hipertrofia del amor propio. Ya saben, el niño de mamá, el principito que por ser tan guapo tiene derecho a todo sin necesidad de hacer nada para merecerlo. ¡Fantastic!, que diría Richard Burton en "La noche de la Iguana"

Supongo que todos ustedes saben que de entre la media docena de grandes obras de pensamiento que ha dado la humanidad destaca con fuerza por su profundidad, sencillez expositiva, sentido del humor y, si quieren, incorrección política, "El elogio de la estupidez" de Erasmo de Rotterdam. Pues bien, creo recordar que de entre las múltiples enseñanzas que de esa obra se pueden sacar sobresale la dedicada a mostrarnos hasta que punto es el amor propio la madre de los mayores tormentos de la humanidad. 

Está claro, consigue por los medios que proporciona una mala educación que tu hijo engendre un poderoso amor propio y ya sólo tendrá dos opciones en la vida, una la de la humillación de rendirse a la evidencia, otra la del suicidio que supone no apearse del burro cuando éste corre ciego hacia el precipicio. 

Se me estaban ocurriendo estas cosas ayer por la noche mientras veía en una tele francesa la entrevista que una periodista les hacía al alimón a François Hollande y Simon Peres. Y es que el pobre François, que ya casi nadie le quiere, anda estos días por Israel en plan de rendir pleitesía a ver si cae algo. ¿Dónde queda ya aquel orgullo francés que recorría el mundo poniendo las cosas en su sitio, sobre todo las de los poderosos? Pues bien, a envainársela tocan, porque es que resulta que ahora los judíos tienen para dar y tomar de todo lo que les falta a los franceses para salir del atolladero en el que su amor propio les ha metido. ¡Ya te digo, los palestinos! ¿Quiénes son esos?

Es lo que tienen los tiempos que corren que como es tanto lo que se puede perder se prefiere rendirse a la evidencia que sostenella y no enmendalla. Observen a su alrededor y comprobaran como se van apagando todos esos fuegos que parecía se lo iban a llevar todo por delante. Los grandes sueños, para largo me lo fiáis. Para la próxima generación sostienen ahora. Es el último rescoldo que se apaga. Qué lo vamos a hacer si ni tan guapos ni tan listos éramos. Al final, todos judíos. ¿Quién lo iba a decir? 

viernes, 15 de noviembre de 2013

El cálculo



Hay una pregunta por ahí que viene coleando de lejos y que, dados los retos actuales del mundo, cada vez se va haciendo más imperiosa su respuesta: ¿it still is possible to be a flourishing public intellectual with absolutely no reference to science?

Se lo diré en román paladino: ¿se puede andar por ahí opinando, mandando, organizando, disponiendo del tiempo y dinero de los demás sin saber cálculo? Pues bien, si nos atenemos a la cruda realidad, parece ser que sí. Pero si nos ponemos después a indagar las causas de tanto desastre colectivo es muy probable que lleguemos a la conclusión de que una de ellas, y no de las menores, es que entre la clase dirigente en general hay demasiada gente de "letras". O sea, que no disponen de los recursos intelectuales necesarios para calcular con cierta precisión los máximos, los mínimos y los puntos de inflexión de un proceso cualquiera, por ejemplo. 

Recuerdo que hasta hace no mucho tiempo la gente declaraba ser de "letras" con un cierto orgullo. Era como parafrasear aquello de "mi reino no es de este mundo". Ya se sabe, las elevadas cosas del espíritu. Al final todo quedaba en mucha palabrería hueca adobada de mucho nombre propio. Afortunadamente eso está cambiando. 

Esta cambiando en ambas direcciones. Las letras son más ciencias y las ciencias más letras. En resumen, todo es uno. El otro día pude escuchar unas cuantas perlas al respecto en un coloquio organizado por "The Guardian" entre en el novelista Ian Mcwan y el físico teórico Nima Arkani-Hamed para explorar las similitudes, diferencias y conexiones entre el arte y la ciencia. Nos remitía Nima a You Tube en busca de los vídeos de Leonard Bernstein para señalarnos la similar inevitabilidad que impera en las leyes físicas que explican el universo y en la sucesión de las notas en el primer movimiento de la primera sinfonía de Beethoven. Y entonaba esas notas con una precisión sorprendente. Por su arte Ian explicó cómo el llegar a la comprensión del cálculo le había servido para saber valorar de otra manera la grandeza del espíritu humano. 

En fin, que qué otro mundo sería éste si los presidentes y ministros y directores de colegios y hospitales y periódicos, tuviesen que pasar por un examen de derivadas e integrales para poder acceder al cargo. Ya te digo. 

jueves, 14 de noviembre de 2013

La remota región




"10 lugares imprescindibles para 2014. De un archipiélago en el Pacífico sur a una remota región australiana ajena al turismo de masas", informa un periódico de cariz socialdemócrata. O sea que lo que pretenden es que esa remota región australiana deje de ser ajena al turismo de masas. Porque si es imprescindible visitarla supongo que se pondrá en cuatro días como el centro de cualquier gran ciudad con márchamo turístico, es decir, una especie de aglomeración de lo más zafio de cada casa. 


Ajena al turismo de masas, por tanto nada de lo que preocuparse. Usted va allí y no es masa. O chusma, como dicen otros. Se dará una vuelta, matará su ansiedad y, de paso, participará del prestigio que se les supone a los pioneros u holladores de lo inmaculado, como un Don Juan cualquiera. En fin, que se podría decir que el camelo va perdiendo fuelle. Antes, decirle a alguien que hacía turismo era ofenderle gravemente. Yo no hago turismo, yo viajo por mi cuenta, enfatizaban. Ahora, ya, el personal se va conformando con que no le pillen haciendo turismo de masas.  

Me dice mi hija que lo cool ahora en Londres es no hacer turismo. Tenía que llegar. La gente tarde o temprano acaba por darse cuenta de no quiere seguir siendo materia prima que se echa a paladas a la caldera de cualquier industria. Yo en esto pienso como Houllebecq, que el único turismo que quedará de aquí a poco será el sexual. Turismo con comercio propiamente dicho. Viaje en definitiva. Luego, lo de ir los del norte a tomar el sol a la orilla de los mares del sur, también. Pero a un sitio lo más civilizado y cerca posible. 

Resumiendo, que lo único imprescindible como siempre ha sido y será es dejar de comprar motos averiadas.  

miércoles, 13 de noviembre de 2013

El españolizador



El otro día le preguntaron por el Ministro de Educación, Sr. Wert, a una escritora que acaba de ganar un importante premio literario: "un caos", respondió lapidaria. ¡Curiosa espirlochería!

Hoy, en una de esas encuestas que hacen los periódicos, concretamente en "El Mundo", preguntan si debe dimitir el Sr. Wert, pues bien, una abrumadora mayoría opina que sí. 

Por otra parte, creo haberles contado ya que el Ilustre Colegio de Doctores Ingenieros Industriales ha enviado a diversos medios un extenso y muy razonado comunicado en el que se da punto por punto apoyo a la reforma educativa que pretende sacar adelante el Sr. Wert. 

Tres opiniones. Las dos primeras basadas en el common-sense knowledge y la tercera en el scientific knowlwdge. El conocimiento por el sentido común y el conocimiento por el análisis científico. El sentido común del que, jugando con las palabras, se suele decir que es el menos común de los sentidos. Yo, no sé qué decir a ese respecto ni, la verdad, me importa un comino. Pero de una cosa sí estoy casi seguro por la experiencia acumulada y porque lo pensaba el gran Foción aquel legendario Arconte de Atenas. Si me aplauden, decía para sí, es que me estoy equivocando. Porque esa es la cuestión que si consideramos que el sentido común es el común sentir de la gente, entonces, vamos dados, porque ya sabemos que al único sitio al que llevan los sentimientos comunes, o el más común de todos los sentimientos, es a dar con la cabeza en un pesebre. 

Yo, de lo poco que he conocido de la nueva ley de educación no puedo decir otra cosa sino que me parece muy oportuno. Introducir criterios de excelencia y derivar a los rezagados hacia enseñanzas más, por así decirlo, menestrales es exactamente imitar lo que hacen países como Alemania, Austria, Suiza, donde, por cierto, el paro es mínimo. Porque, aunque algunos pretendan pasarlo por alto, es mucho más que probable que haya una estrecha relación entre el modelo educativo y los porcentajes de paro. 

Cuando alguien argumenta su rechazo a la ley diciendo que ese modelo crea desigualdades sociales, uno no puede pensar otra cosa que, una de dos, ese tipo es un perfecto sinvergüenza o un no menos perfecto cretino. Como si no hubiésemos tenido la reciente experiencia histórica de ver las monstruosas diferencias sociales que se han producido en los países regidos por la mandanga marxista de la igualdad a ultranza. 

En cualquier caso, dice el filósofo que si el conocimiento por el sentido común no va seguido por un análisis científico de ese conocimiento es imposible avanzar. Pues bien, la escritora esa del premio a la que aludía al principio así como los que han participado en esa encuesta se limitan a dar una opinión basada únicamente en un sentir muy común que no es, sin embargo, el sentir de los miembros del Ilustre Colegio de Ingenieros Industriales, unos señores, éstos, a los que se les supone, por deformación profesional, la manía de analizar científicamente cualquier cosa sobre la que deban pronunciarse.  

En fin, ¿conseguirán cargársele? ¿No lo conseguirán? Esperar para ver, aunque, la verdad, no creo que el desenlace tenga la menor relevancia a efectos prácticos porque hay un hecho, o tendencia, que avanza inexorable: la decisión de los padres de emplear sus ahorros en enviar a sus hijos a centros de enseñanza privados. ¿Por qué será?



martes, 12 de noviembre de 2013

La paradoja coreana



Ayer leí que en Corea del Norte han ejecutado a 80 personas por haberlas pillado viendo la televisión de Corea del Sur. ¡Leches con los de Villarriba!

Desde luego que si hay un sitio curioso en el mundo ese es Corea. La del Norte y la del Sur, cada una a su manera. Se diría que cada una de ellas ha llevado hasta el extremo las dos opciones enfrentadas durante el último siglo. Extremos que, por cierto, se tocan por el lado de la disciplina ya que, si mucha es la que se necesita para realizar esos puros alardes de la nada a los que nos tienen acostumbrados los del Norte, no menos se necesita para que funcione una ciudad de 300.ooo habitantes en la que todo depende del Sr. Hyundai, desde el primero hasta el último sueldo.

Viendo reportajes sobre las Coreas me suelo preguntar sobre cuál es la comunista y cuál la capitalista. Son esas paradojas de la vida que tanto han servido de inspiración al refranero español. Desde el "dime de que presumes y te diré de que careces hasta el "prevención a destiempo, malicia arguye", pasando por "el que te unta los cascos, ese te los quiebra" y "y al que más favorece para mayor trabajo le guarda". Bueno, me he ido por los cerros, pero es que en esto de los refranes me pasa como a Sancho, que una vez que empiezo, me lanzo y no puedo parar aunque no vengan a cuento.

En realidad, si bien se mira, la del Norte es el sueño cumplido de lo que lo que los comunistas piensan, o dicen pensar, que es el capitalismo. Unos pocos señores con puro y chistera que, aparte de maquilarse a las artistas de moda, tienen tan acojonadito al personal que no se mueven ni las moscas. Para ser más exactos debieramos decir que ni capitalismo ni Cristo que lo fundó, es la vuelta, si es que alguna vez se salió de allí, al feudalismo más puro y duro. Al Señor de horca y cuchillo. Y de ahí los 80 ejecutados y el general catalán de consejero.

Por otra parte la del Sur bien pudiera ser también el sueño cumplido del paraíso comunista. La ciudad Hyundai es buen ejemplo de ello. Economía planificada en la que nadie queda fuera. Cada cual según sus posibilidades y cada cual según sus necesidades. O casi. Que en vez de ser el Estado sea un señor particular el que lleva la batuta tiene poca importancia. Porque al fin y al cabo la utopía comunista no es otra cosa que el gobierno de los mejores. Como quería Platón. ¿Y quién mejor y más vanguardia del proletariado que el Sr. Hyunday?

Sólo les diré una cosa más, si quieren ver una tele interesante miren de vez en cuando Arirang. Se suele enterar uno del porqué muchas cosas.  

viernes, 8 de noviembre de 2013

Cuando llegará



La primera noticia que tuve de la televisión fue leyendo la redacción que había hecho mi compañero de pupitre, un chamaco mejicano al que sus padres habían mandado a estudiar a España. Había allí una frase que describía como brillaban las antenas de televisión que poblaban los tejados. Yo le pregunté por aquello y el me explico en qué consistía el invento. Sería más o menos por aquel entonces cuando se puso de moda cantar: "la televisión/ cuándo llegará/ y yo te veré/ por televisión. Habrían de pasar unos cuantos años antes de que llegase y para entonces ya había dejado yo el colegio para pasar a trasnochar por las calles de Valladolid. Era frecuente ver a grupos de trasnochadores pegados a un escaparate en donde un televisor emitía alguna imagen después de haberse cansado de emitir rayas. Pero todo fue rápido y en menos de lo que cuesta contarlo ya habíamos dejado de tomar copas por los bares para pasar a la condición de telespéctadores en el salón que a tal efecto se habían apresurado a acondicionar todas las cafeterías. Luego, por aquello de haberme acogido a las modas progresistas que, entre otras muchas perlas, demonizaban el invento, vi poca televisión. Tuvo que llegarme la incierta sensatez de la madurez para volver al redil... con la fe del converso, diría yo. Precisamente ayer, por fin, ya desesperaba, vinieron a instalar la parabólica en mi nueva mansión y he pasado la noche creando una lista de favoritos entre los casi mil canales que emite el satélite. Bien es verdad que más de la mitad son porno y de pago, lo cual, teniendo en internet todo el quieras y gratis, ya me dirán. 

El caso es que les he contado lo anterior por estar muy de moda estos días hablar de las televisiones. Dicen unos que son servicios públicos y que por eso al hablar de su coste hay que tener en cuenta lo que llaman intangibles, es decir, esos previsibles beneficios sociales imposible de cuantificar en dinero contante y sonante. Dicen otros que son meras máquinas de entretener y, como tal, el que la quiera que la pague. O sea, los argumentos excluyentes de siempre, o, si mejor quieren, material puro y redondo para mejor lanzárselo al adversario. Pero, en realidad, hasta el más tonto de la clase sabe que las televisiones son sobre todo aparatos de propaganda, lo mismo cuando entretienen que cuando presumen de estar educando. Y la propaganda, ya saben, como todas las cosas, depende de lo que se quiera propagar. Sí es una ideología que quieres inculcar, ándate con cuidado que muchos de esos tiros han salido por la culata. Si es un producto que quieres vender, no hay mejor lanzadera. 

Y creo que así lo han entendido la mayoría de los países desarrollados y me pregunto que "cuándo llegará" a este país la idea de que para mejorar la percepción que tiene el mundo de nosotros no hay mejor procedimiento que una televisión pública emitiendo en inglés vía satélite. Hasta los franceses, lo que ya es decir, han puesto una emisora que emite en inglés para apabullar al mundo con sus paisajes, sus chateaux, sus cocinas, sus elaboradas interpretaciones de la realidad mundial. Seguro que les ha costado sudor y lágrimas, pero al final han comprendido que fuera del inglés sólo hay desierto. Todas las clases pudientes de todos los países del mundo se entienden en inglés. Y las clases pudientes son las que hacen turismo del caro y compran cachivaches de lujo. O sea, París.

Luego... ¿A qué estaremos esperando?   

jueves, 7 de noviembre de 2013

¡Albricias!



Últimamente no hago otra cosa cosa que escuchar, o leer, buenas noticias. Por no aburrir les citaré y comentaré un par de ellas: cierran la televisión pública valenciana y Sara Carbonero no quiere que su hijo se llame Iker. 

He visto la televisión valenciana muy pocas veces y además hace ya muchos años. Pero hay una cosa que recuerdo perfectamente, siempre que la veía el único sentimiento que me producía era de perplejidad. Sencillamente no podía comprender cómo se podía financiar con dinero público una cosa como aquella. Claro, yo la veía siempre por la noche, cuando los programas por lo general suelen ser de entretenimiento. Quizá si la hubiese visto a otras horas del día podría haber sacado otras conclusiones, pero, así y todo, a una televisión que trata de entretener con ese tipo de vulgaridades poca credibilidad le queda para el resto de actividades. 

Hay quien opina que todas las televisiones debieran ser privadas lo mismo que los hay que opinan que todas debieran ser públicas. Gente mamarracha en ambos casos. Como la enseñanza, la sanidad o cualquier otra cosa la televisión lo único que tiene que ser es buena. Públicas son la BBC y ARTE, verdaderas joyas, y, también, la legión de televisiones autonómicas que, sin excepción, son de vergüenza ajena. Privadas, la CNN, CNBC, SKY NEWS, Blomberg TV, cuya calidad huelga alabar, y, también, toda esa basura berlusconiana que rechifla al populacho. Porque esa es la cuestión, con el dinero, venga de donde venga, se pueden hacer las cosas bien o mal a efectos de mercado y, también, bien o mal a efectos de moralidad pública. Pues bien, tanto a efectos de mercado según dicen los números, como a efectos de moralidad pública según mis recuerdos, la televisión pública valenciana es un verdadero bodrio y por eso me alegro un montón de que la cierren y, ya, sólo me queda pedir a los dioses que cunda el ejemplo porque, ya digo, hay aquí tajo para dar y tomar. 

Sólo añadiré para sustentar mi tesis sobre la perversidad moral de las televisiones autonómicas que, todas sin excepción, son verdaderas máquinas de exaltación del terruño. O sea, que no hacen otra cosa que echar gasolina al fuego en el que se queman las capas más ignorantes, populares, iletradas, o como quieran decirlo de la sociedad. Para ser útiles, supongo, esas televisiones debieran tener como principal misión la de mostrar todo lo bueno que hay más allá de los límites del corral propio, no por nada sino por tratar de estimular el afán de emulación que todo ser humano lleva dentro de sí. Pero claro, emular lo bueno exige esfuerzo y nada más ajeno a la propaganda política que preconizar el esfuerzo, sobre todo el individual, como motor de despegue. En fin. ¡Alabado sea Dios!

Por otra parte, lo de Sara Carbonero me parece de un oportuno enternecedor. Y mira que seguro que a la chica le habrá costado algún disgustillo porque, en el fondo, les está mandando un mensaje a los padres de su marido con ciertos ingredientes de condena y hasta de desprecio. Y es que ha habido en España una moda entre ciertos sectores de la sociedad de poner a los hijos nombres vascos. Justo los mismos nombres que ostentaban los especialistas en el tiro a la nuca. Sin duda tenía algo de provocación. Como si fuese una forma de decir, bautizo de los hijos mediante, que se estaba a favor de la autodeterminación de los pueblos y todas esas cosas que son justo las que más enervan a la gente civilizada. Iker, Unai, Koldo, son nombres que estarán por muchos años unidos en el imaginario colectivo a las imágenes espeluznantes del terrorismo etarra. Sé que es irracional, pero no más que cualquiera de las otras trampas que nos tiende el inconsciente. Se le digo con conocimiento de causa porque no han sido ni una ni dos las veces que he tenido que sentir la mirada inquisitorial al exhibir mis apellidos de profunda raigambre vasca. Así que, ya les digo, ¡un bravo por Sara!  


martes, 5 de noviembre de 2013

Platón



"Uno de los castigos por rehusar participar en política es que acabarás siendo gobernado por tus inferiores."

El otro día dí en un figón de pueblo para, como se dice ahora, restaurarme y, no sé si en buena o mala hora, se me ocurrió preguntarle al mesonero por la cerca que habían puesto al tronco de un magnífico magnolio que hay en el jardín. ¡Bueno, las ganas que tenía aquel hombre de largar para poner todas las cosas en su sitio! Como el figón está en un edificio oficial supongo que el mesonero habría recibido la concesión por cuestiones más políticas que de capacitación para el oficio. De hecho éramos los únicos clientes y la comida que nos dio era bastante porqueriosa. Eso sí, amenizada hasta casi la náusea, porque uno está que ya no puede más de soportar los razonamientos de gente a la que Platón catalogaría de  inferiores. A mí cuando alguien empieza a demonizar a unos abstractos "ellos" lo único que lamento es no tener una pistola a mano para pegar unos cuantos tiros. Para toda esa gente que babea viendo los programas del Wyoming y basura por el estilo, "ellos" son unos tipos que, al parecer, se follan a cien modelos y comen cien kilos de caviar cada día. En eso se resume el pensamiento de los inferiores: envidia, odio, resentimiento, adobado todo ello de una vaguería proverbial. 

El caso es que ayer venía en ABC una entrevista al polifacético Antonio Escohotado. También este hombre tiene respuestas para todo y seguramente mete mucho la pata, pero eso no quita para que haya que quitarse el sombrero ante su capacidad de estudio y raciocinio. Como nada me lo impide les voy a transcribir un párrafo para que se hagan una idea de por dónde van los tiros: 

"Para acabar de arreglarlo está la supervivencia del trabajo como maldición, heredada directamente de la sociedad esclavista. Así como para el cristianismo reformado trabajar es rezar, para latinos y eslavos trabajar es embrutecerse. No hay mejor empleo del tiempo libre que trabajar, pero para acceder a esa alegría permanente es preciso que cada cual se busque y rebusque, hasta encontrar una actividad donde pueda pasar de aprendiz a maestro, pues el experto resulta demandado siempre. Eso se llama call en inglés, Beruf en alemán y vocación en castellano, y quien no disponga de tal cosa ya puede afanarse en hallarla. En otro caso irá pidiendo sin saber corresponder con un servicio útil a los infinitos terceros de quienes dependemos a cada momento para sobrevivir, y se enajenará tanto el respeto del prójimo como finalmente un simple lugar al sol."

"... irá pidiendo sin saber corresponder con un servicio útil a los infinitos terceros de quienes dependemos a cada momento para sobrevivir...". Éste es, para mí, el mayor de todos los dramas de la vida. Por no haber querido estudiar, que diría el sabio. ¿Y qué pasa cuando recibes un regalo al que no puedes corresponder? Pues muy sencillo, por lo general, en vez de sentir agradecimiento, lo que sientes es humillación y respondes con odio al dadivoso. Él me está dando lo que ha robado. O obtenido explotando a los miserables. Justificaciones las que hagan falta para no mirarse por dentro y hundirse de inmediato en la más absoluta miseria. Y esa es la cuestión, que como son legión los que no han querido estudiar y son incapaces de reconocer su culpa pues van y se unen unos con otros para cantar sus excusas y justificaciones y, al final, acaban por formar la multinacional del odio. Luego, ya sólo falta el vivillo que sabe explotar ese nicho de pestilencia. Los políticos populistas, los cómicos populacheros, los artistas orgánicos... toda esa gente inferior que acaba gobernando por la dejación de los mejores. 

En fin, perdonen el exabrupto, pero es que ayer estuve un rato mirando la televisión española y tal osadía no le puede dejar a uno indemne. ¡Madre mía, que nivel! Si esos no son los inferiores pontificando que venga Dios y me desmienta.  



domingo, 3 de noviembre de 2013

El mantra



A estas alturas de la vida y, sobre todo, si te gusta largar homilías a diario es inevitable que acabes repitiendo más que el ajo. Así y todo, en ciertos asuntos, no me duele que así sea porque al haber sido hallazgos que me sirvieron para no hacer el melón tantas y tantas veces, pienso que pueden ser de alguna ayuda al común de los mortales. 

El asunto en cuestión es a propósito de esa inveterada tendencia que tenemos los humanos a buscar excusas, justificaciones, componendas y demás, cada vez que metemos la pata. O sea, prácticamente a todas las horas porque si hay en la vida de cualquier persona una constante esa es la de la equivocación. Nos equivocamos constantemente en casi todo lo que hacemos y la única diferencia en cuanto a las consecuencias entre unas y otras personas es que a unas les sirve para aprender y a otras para emperrarse. O enzoquetarse. 

Ser del primer tipo de personas debe de ser, pienso, una aspiración permanente. Pero no se hagan ilusiones porque es sumamente difícil y, más difícil todavía, conservar ese status si por ventura hubiese sido alcanzado. La humildad es débil y el amor propio un perro gorilero que nos tiene cogidos por salva sea la parte. Así es que nada tiene de extraño que sea más fácil caer que levantarse. Mis intenciones eran buenas dice el estúpido como toda respuesta al mal causado por su negligencia. Y, así, sin darse cuenta, añade desprestigio al desprestigio.

Sí, es complicado escapar de las mandíbulas de ese gorilero, pero no imposible. Aunque les parezca cómico yo encontré la medicina contra ese cáncer del espíritu en un cómic de Robert Crumb. Era la historia de una especie de chamán al estilo de Diógenes de Sinope. Cultivaba su huerto y cenaba col todas las noches. Y para combatir el tedio propio de una vida sin especiales aspiraciones recitaba incansable el siguiente mantra: ontos oi oquet, ontos oi oquet, ontos oi oquet...

Eso es todo.