martes, 19 de noviembre de 2013

Rendirse a la evidencia



Rendirse a la evidencia es duro sobre todo cuando has sido mal educado. La primera consecuencia de la mala educación, sin lugar a dudas, es la hipertrofia del amor propio. Ya saben, el niño de mamá, el principito que por ser tan guapo tiene derecho a todo sin necesidad de hacer nada para merecerlo. ¡Fantastic!, que diría Richard Burton en "La noche de la Iguana"

Supongo que todos ustedes saben que de entre la media docena de grandes obras de pensamiento que ha dado la humanidad destaca con fuerza por su profundidad, sencillez expositiva, sentido del humor y, si quieren, incorrección política, "El elogio de la estupidez" de Erasmo de Rotterdam. Pues bien, creo recordar que de entre las múltiples enseñanzas que de esa obra se pueden sacar sobresale la dedicada a mostrarnos hasta que punto es el amor propio la madre de los mayores tormentos de la humanidad. 

Está claro, consigue por los medios que proporciona una mala educación que tu hijo engendre un poderoso amor propio y ya sólo tendrá dos opciones en la vida, una la de la humillación de rendirse a la evidencia, otra la del suicidio que supone no apearse del burro cuando éste corre ciego hacia el precipicio. 

Se me estaban ocurriendo estas cosas ayer por la noche mientras veía en una tele francesa la entrevista que una periodista les hacía al alimón a François Hollande y Simon Peres. Y es que el pobre François, que ya casi nadie le quiere, anda estos días por Israel en plan de rendir pleitesía a ver si cae algo. ¿Dónde queda ya aquel orgullo francés que recorría el mundo poniendo las cosas en su sitio, sobre todo las de los poderosos? Pues bien, a envainársela tocan, porque es que resulta que ahora los judíos tienen para dar y tomar de todo lo que les falta a los franceses para salir del atolladero en el que su amor propio les ha metido. ¡Ya te digo, los palestinos! ¿Quiénes son esos?

Es lo que tienen los tiempos que corren que como es tanto lo que se puede perder se prefiere rendirse a la evidencia que sostenella y no enmendalla. Observen a su alrededor y comprobaran como se van apagando todos esos fuegos que parecía se lo iban a llevar todo por delante. Los grandes sueños, para largo me lo fiáis. Para la próxima generación sostienen ahora. Es el último rescoldo que se apaga. Qué lo vamos a hacer si ni tan guapos ni tan listos éramos. Al final, todos judíos. ¿Quién lo iba a decir? 

2 comentarios:

  1. Los jóvenes franceses de hoy no tienen mucho que ver con los de hace unas décadas, por lo menos los que yo he tratado. Antes nosotros estudiábamos francés y era raro que ellos hablaran español: ahora es lo contrario. Además, no se les caen los anillos por usar el inglés, digamos. No sé cómo serán en Francia, pero los que andan por el mundo poco tienen del estereotipo de gabacho orgulloso.

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    1. Mi impresión es que por lo general las clases dirigentes y el aparato del Estado siempre van unas cuantas décadas por detrás de la ciudadanía y de ahí el malestar. Eso que dices es lo mismo que he sentido yo en mis cortas y escasas incursiones por Francia. Me he sentido bien tratado y me ha sorprendido la cantidad de gente que habla español.

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