miércoles, 20 de noviembre de 2013

El secreto está en la copa



Cuando compré el apartamento en el que ahora vivo me encontré, entre lo que sus antiguos dueños habían dejado, con un juego de copas. En principio pensé en deshacerme de ellas por parecerme algo engorroso de manejar a la hora de faire la vaisselle, pero luego me dije que, qué caray, que me las quedaba aunque sólo fuese para no tener que ir al bazar chino a comprar vasos. Pues bien, paseando mi vista hoy por el periódico socialdemócrata por antonomasia voy y me entero de que mis copas son exactamente como no tienen que ser las copas si quieres saborear como Dios manda un buen vino. El grosor del cristal sobrepasa con creces las idóneas 8 décimas de milímetro, la boca es más ancha que la panza, ergo se escapan los aromas... bueno, no sigo porque, a estas horas, si fuese un socialdemócrata comme il faut, hubiera ya cogido, agarrado, ido hasta el aparador, metido todas las copas en una bolsa de basura y bajado hasta el contenedor del vidrio para arrojarlas. Afortunadamente ni come il faut ni rien de rien, yo, cualquier cosa menos refinado en el sentido socialdemócrata del término. A mi me dan un vino y, si me pilla con ganas, o sea, casi siempre, me lo bebo en la cabeza de un tiñoso como se suele decir. 

Lo curioso del caso, en cualquier caso, es que uno no para de llevarse chascos a lo largo de la vida. Cuando, apenas apuntado el bozo, di en mostrar ciertas veleidades socialdemócratas pensaba que eso era algo así como lo de los primeros cristianos, es decir, mucha riqueza espiritual en casa de la Magdalena y en lo material imitar a las avecillas del campo. Y, sí, sí, la ilusión duró lo que tardé en cobrar el primer sueldo como parte del staff de una institución acreditada. Entonces fue cuando me enteré de que nunca se debe estar seguro de algo hasta que ese algo ha entrado a formar parte de tu vida. Sobre todo si ese algo es el dinero, principio y fin de todos los desvelos que atenazan a la humanidad, por algo será. 

Decía Nosequién que sólo se arrepentía de las tentaciones en las que no había caído. Bien, pues no sé si Nosequién sería o no socialdemócrata, pero lo que estoy seguro que sería de justicia es que estuviese a la cabeza del santoral de esa cofradía porque no ha habido nadie que haya sabido encerrar en una sentencia, si no la teoría, si la praxis que sustenta el invento. Aunque a decir verdad, si me atengo a mi experiencia, de poco se tendrían que arrepentir los socialdemócratas porque es que no he conocido a ninguno que no sucumbiese a todas las tentaciones que su poder adquisitivo les ofrecía. Eso sí sustentando siempre el sucumbe con los brazos de la estética. No hay ética como la estética, llegaron a afirmar en su delirio. 

Y así es como hemos llegado a la copa perfecta para beber vino que tiene que ser de vidrio fino, con la panza mas ancha que la boca y con el rabo largo... bueno, las mías tienen el rabo largo, pero si le tuviesen corto tampoco las iba a tirar por ello. Porque es que, de socialdemócrata, ya casi ni el recuerdo de la Magdalena. 

2 comentarios:

  1. Supongo que estos detalles estarán bien para la gente que entiende mucho de una cosa, o sea, los profesionales de la cata del vino o de lo que sea. Algún amigo profesional del piano dice que le es imposible tocar en uno electrónico: a mí, la verdad es que el electrónico me suena mejor que el de toda la vida, pero reconozco que soy un ignorante. Una temporada me estuve interesando por la forma correcta de hacer el café con filtro: un día me di cuenta de que me sabía igual lo hiciera como lo hiciera, así que pasé de todo. Con toda seguridad la gente que ha hecho un doctorado en el sabor del café y cosas por el estilo notará la diferencia, pero humilmedente reconozco que yo no. Ahí me quedo.

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    1. Desde luego que un vino de doce euros está más rico que uno de 80 céntimos. Pero sobre todo en lo que se nota es en la tarde que te proporciona comer con uno u otro. Con el 80 cmos. lo más probable es que no pares de soñar con pantanos. Por lo demás, en my opinion, toda esa exquisitez de los sentidos no es más que un intento de ocultar la ausencia de la auténtica belleza, la amistad, el sacrificio, la generosidad... esas cosas.

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