jueves, 21 de noviembre de 2013

La Atenas del Imperio



Anoche vi dos programas sobre Inglaterra en sendas televisiones francesas, uno sobre la reciente crisis financiera que todavía colea y el otro una entrevista a Martin Amis que me pareció de las de sin desperdicio. Así fue que, ya en la cama, me costó conciliar el sueño por lo mucho que me bullían en la cabeza recuerdos e ideas relacionados con lo visto. Es que a mí, no me importa confesarlo, la anglofilia me viene de lejos. Y por eso debe ser que de entre las pocas cosas que tengo medianamente claras destacaría, al hilo de lo confesado, dos: una, que nunca podré reponerme de la procesión que llevo por dentro a causa de la cobardía que mostré en el año 67 del siglo pasado cuando habiendo podido desertar de mis obligaciones patrias me eché para atrás y abandoné Londres, perdiendo así, no me cabe la menor duda, la gran ocasión de oro de mi vida para labrarme una autoestima sin trampa ni cartón; dos, que de lo malo, malo, me queda el consuelo de saber que todos mis nietos tienen ciudadanía británica. Y es que, no es que esta España que hoy tenemos me parezca despreciable como me parecía aquella del 67, ni mucho menos. Vivir en la España de hoy me parece que es una bicoca que le ha tocado a uno, pero hacerlo en Inglaterra es por lo menos bicoca y media si no dos. ¿Que en qué me baso?

Respecto a la crisis económica una cosa dejo clara el extenso programa de BFN Business, que ha sido Londres quien ha marcado las pautas para salir del atolladero. Washington proponía comprar los activos tóxicos de los bancos y Londres comprar los bancos. Pues bien, bastó un viaje del Premier británico a Washington para que todos los gobiernos en apuros decidiesen comprar los bancos y, hoy día, con los consiguientes sufrimientos por medio,  ya se puede decir que el cataclismo mundial que algunos vaticinaban ya es historia. Y, como se suele decir, hasta la próxima. Porque como señaló al despedirse del entrevistador el actual gobernador del Banco de Inglaterra Mervyn King, se regulará todo lo que se quiera, pero el afán de lucro inherente a la naturaleza humana se encargará de encontrar los subterfugios apropiados para saltarse esa regulación y volver a las andadas. Y así fue como una vez más Londres demostró que sigue siendo la Atenas del Imperio Romano, es decir, el cerebro que propone lo que Washintgton dispone.

Sostenía Martin Amis que lo de Inglaterra se podría definir como un orgullo tranquilo. En el siglo XVII, un siglo y pico antes que Francia, hicieron su revolución derramando poca más sangre que la de su rey. Desde entonces quien manda allí es la soberanía popular. No en vano el símbolo por antonomasia de ese país son The Houses of Parliament. Desde entonces son los únicos europeos que han defendido la libertad individual a costa de lo que haya hecho falta. Inglaterra fue el acantilado en el que se estrelló el nazismo que, por mucho que hoy se disfrace con historias de resistencias varias, hacia las delicias del continente. Nazismo alemán primero y nazismo ruso después. 

Ese amor a la libertad individual, conviene recalcar lo de individual, cuyos frutos a la vista están. Poesía, ciencia, sport... ¿quién puede comparárseles? 

2 comentarios:

  1. Supongo que la Atenas imperial fue más interesante que la época clásica. Lo cierto es que en la universidad una profesora pedorra me suspendió la literatura griega con una pregunta de esa época, en la que ella estaba equivocada y yo, en lo cierto. Por eso, durante unos días tuve una cierta manía a las letras imperiales, pero ya se me ha pasado. Bueno, como sabes, estos días estoy leyendo los evangelios (en el original, por supuesto: no hay cosa de peor gusto que las traducciones): es un ejemplo de la prosa más graciosa que se conozca, creo; fruto digno de esos años.

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  2. Seguro que la Atenas del impero era más interesante que la de Pericles. Lo mismo que el Londres actual lo es más que el victoriano. Por cierto que anoche me quedé clavado frente al televisor tres horas viendo la serie británica "The Hour". Está ambientada en el Londres de los años 50 cuando a la par de imperio empezaron a caer todos los tabus victorianos.

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