lunes, 30 de diciembre de 2013

Aniversario



Justo ahora hace un año que comencé a gemir en el tostador. Con ésta ya son 205 las entradas que, ¡alabado sea el Señor!, han recibido diez mil y pico visitas. A veces los visitantes se han tomado la molestia de dejar un comentario escrito. Yo no puedo más que estar agradecido a todos ellos pues con su generosidad han contribuido a alimentarme el motor de la vanidad, sin cuyo empuje, como saben, uno tiene pocos motivos para ponerse a hacer cualquier cosa que no reporte beneficios económicos, porque, lo que es por amor al arte... 

En definitiva, que qué complicados somos. Ya sabía Sócrates lo que se decía cuando nos invitaba a conocernos a nosotros mismos como solución a la mayoría de nuestros males. Luego, añadía que, para redondear, nada mejor que nada en demasía. Sin embargo, yo no sé si lo uno se compaginará muy bien con lo otro pues, salvo quizá los muy dotados, pocas herramientas tienen los mortales tan eficaces para saber de uno mismo como el sufrir las consecuencias que inevitablemente traen aparejados los excesos. Porque, como les digo, quizá los muy dotados sean capaces de escarmentar en cabeza ajena, pero el común de las gentes tenemos que sentir el escozor de las propias carnes para saber de qué va la fiesta. Y, así todo, caemos una y otra vez en el mismo cepo porque, supongo, la naturaleza nos ha hecho de tal forma que las hormonas por lo general ganan por goleada a la razón... a D. G.

Y digo, a D. G., porque no quiero ni imaginarme lo aburrido, y sobre todo peligroso según muestra la experiencia, que podría llegar a ser esto si la goleadora fuese la razón. Así que, ¡por favor, un poco de equilibrio, señores! La razón cotrabalançeada por la locura que hasta el más cuerdo lleva dentro de sí como un tesoro. De lo contrario, nunca podremos ser quijotes o, lo que es lo mismo, disfrutar la vida y ayudar a los demás a disfrutarla. 

En fin, que de no surgir impedimento mayor por un lado y de seguir recibiendo el aliento de los lectores por otro, continuaré indagando en los insondables vericuetos de la condición humana con la vanidosa pretensión de hacer inestimables aportes al conocimiento en general y al propio entretenimiento en particular.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Los sueños



El mundo de los sueños es como el patio de mi casa, o sea, muy particular. Supongo que cada cual hace sus propias construcciones que, al menos en mi caso, bien me las pudiera ahorrar sin que por ello fuese a echarles en falta sino todo lo contrario. Porque, en su mayoría, son pesadillas que, por cierto, suelen reiterarse con machacona insistencia. No les hablaré de las asignaturas que me falta aprobar para terminar la carrera porque es un clásico que heredé de mi padre. A él no le abandonó hasta el final de sus días. Ya les digo, ese cauchemar, o nightmare, es un clásico que han padecido multitud de desgraciados que tuvieron que pasar por el escrutinio de los tribunales antes de poder ejercer la profesión que fuese. Luego está el no menos clásico de ir por la calle desnudo de medio cuerpo para abajo. Y unos cuantos más con los que no les voy a cansar porque al fin y al cabo cualquiera sabe del asunto porque pocos se libran de esa que los entendidos en las cosas del alma dicen es medicina... quizá basándose en su amargura. A saber lo que será, pero yo juraría que en mi caso están asociados a esas bajadas del ánimo inevitables en los espíritus afectos de melancolía. Anyway, de un tiempo a esta parte rara es la vez que reaparecen los clásicos. En su lugar se han instalado unos paisajes de una nitidez sorprendente a los que me es imposible reconocer en estado de vigilia. Trenes, montañas, pantanos, siempre los mismos y a los que intento llegar y nunca lo consigo. Un verdadero misterio sobre el que podría especular hasta el agotamiento si es que pensase que merecía la pena. Nada más lejos, sobre todo después de haber intentado leer sin el menor éxito lo que el Sr. Freud escribió sobre el asunto. 

De todas formas, si como sujeto de la ciencia los sueños me parecen una estafa, sin embargo, sí considero que son fuente inagotable de inspiración literaria. Por así decirlo, casi constituyen un género. Y en su cima, según mi criterio, ni que decir tiene, dos ejemplos que me complazco en ofrecerles.

...

"No, no¡" said de Queen. "Sentence first-veredit afterwards."

"Stuff and nosense¡" said Alice loudly. "The idea of having the sentence first."

"Hold your tongue¡" said de Queen, turning purple.

"I von´t¡" said Alice.

"Off with her head¡" the Queen shouted at the top of her voice. Nobody moved.

"Who cares for you?"  said Alice (she had grown to her full size by this time). "You are nothing but a pack of cards¡"

At this the whole pack rose up into the air, and came flying down upon her; She gave a little scream, half of fright and half of anger, an tried to beat them off, an found herself lying on the bank, with her head in de lap of her sister, who was gently brushing away some dead leaves that had fluttered down from de trees upon her face.

"Wake up, Alice dear¡" said her sister. "Why, what a long sleep you´ve had¡"

"Oh I´ve had such a curious dream!" said Alice. And she told her sister, as well as she could remember them, all these strange Adventures of hers that you have just been reading about;... 

Supongo que ya se habrán dado cuenta de que es el final de "Alicia en el País de las Maravillas". Sólo quedan unas cuantas lineas en las que el autor se recrea relacionando los sucesivos episodios del relato con los ruidos que se han ido produciendo en el ambiente mientras Alicia dormía. Si leen con atención esas lineas les aseguro que entrarán en posesión de un amplio repertorio de palabras relacionadas con las diferentes modalidades del ruido. 

Y así, recordando esa relación entre ruidos ambientales y sueños, he llegado a la conclusión de que mientras el joven poeta Senan Esnard dormía, por el exterior de su casa pasaron ambulancias o policías a toda mecha como es costumbre. Luego, se despertó y se puso a escribir este bello poema:

I went on a journey to buy a chocolate bar,
When I finally got to the store,
I picked up my chocolate bar like it was a golden star,
And picked up some more,
I threw them in a massive basket,
And went up to the till,
I asked the man how much it was,
And he gave me the bill,
I threw the bill with anger,
It was a rip off that´s what it was,
I had now grown a temper,
I stormed out of the store,
And then I got a buzz,
I hadn’t payed a dime,
The chocolate bars were in my hand,
I had commited a crime,
I sprinted down the road,
Trying to stay out of sight,
Then I saw the shopkeeper,
Was I going to have to put up a fight,
Then I heard a siren,
Weee,weee,weee
Could it be they were after me,
I sprinted down the road some more,
Thoughts clouding up my mind,
It grew into a war,
The shopkeeper caught up with me,
I had to confess,
Then I got my fist out,
And stung him like a bee,
I could not believe what I had just done,
Was I really that bad,
Or was I actually just mad,
I heard some more sirens ,
And just from behind,
I was stung with a taser,
And it cleared out my mind,
I was knocked out for several hours,
But then I just woke up,
I was in my bed with my pj´s on,
Could it had just been a dream,
I gave a yawn,
I was hungry for a chocolate bar,
But then I thought again.




Por cierto, lo recuerdo como si hubiese sido anoche. Tendría por entonces unos doce o trece años y habitaba en el segundo piso de la casa con rotonda que hay en la plazoleta de El Pilar de la calle Perines. Estaba aquella noche soñando que un gran barco se aproximaba al muelle a gran velocidad y la gente corría muerta de miedo. De pronto, desperté. Todo el barrio se había despertado y había corrido a asomarse a las ventanas. Justo en la panadería que había en la casa de enfrente acababa de explotar una caldera. Un pobre hombre había pasado al otro barrio. Como es natural, aquel suceso dio para muchos comentarios en los días sucesivos. Luego, se disolvió en el olvido. A veces paso por allí y rememoro. Ahora en esa casa ya no hay panadería y es la más miserable del barrio lo que no quita para que esté llena de parabólicas. Cosas de estos tiempos. 


jueves, 26 de diciembre de 2013

El triunfo de la provincia



Tenemos a los nacionalistas catalanes que son una verdadera asquerosidad. No sabemos cuantos serán ni lo que realmente quieren, pero, en cualquier caso, lo suyo será mantener con ellos el menor trato posible. Incluidos los tratos comerciales. De los nacionalistas vascos, más de lo mismo, aunque esos ya vieron las orejas al lobo y andan por lo general más finos a la hora de las bravuconadas. Luego, menos llamativo, pero no menos pernicioso, tenemos lo que en mi opinión sería apropiado llamar el triunfo de la provincia. 

El triunfo de la provincia es como si a la nave del progreso se le hubiese gripado el mecanismo que sube el ancla. Así es que se trata de avanzar arrastrando el ancla por los fondos y no hay manera. A la que te descuidas ahí tienes al progrerío local abriendo y cerrando la muralla en función del esfuerzo que hay que hacer para adaptarse a lo que viene. A lo inevitable para ser más exactos. 

El progrerío local tiene copado todo lo que merece la pena y para no perderlo fabrica sin parar eufemismos que el analfabetismo funcional del pueblo llano toma al pie de la letra. Así, al aburrimiento mortal del hacer siempre lo mismo lo llaman calidad de vida. Los mismos sitios, las mismas cosas, las mismas ideas... ¡por Dios, que no se lo toquen! Así, desde las almenas de su muralla escrutan con lupa todo lo que se acerca. Que viene Corocota, abre la muralla. Que viene Adam Smith, cierra la muralla. 

Yo, pocas son las cosas que tengo más claras, en este país que me ha tocado en suerte para vivir, buena suerte por cierto, la tarea más urgente para hacer eso que los progres llaman salir del impasse, o sea, del estancamiento, lo primero, digo, sería un reconocimiento público y generalizado del fracaso de la provincia. Lo segundo, bajar a todos esos progres de sus almenas y derribar las murallas. Lo tercero, volver la vista hacia donde hay algo que rascar... sudando los codos, por descontado.  
  

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Nichos



Mi amigo Antonio, en su blog de nombre "Inlands", nos relata con frecuencia sus andanzas por lo que es conocido como "Red del Gándara", un sistema de cuevas que a juzgar por las fotografías es cosa digna de tener muy en cuenta. Supongo que en esas cuevas nace el río Gándara, un afluente del Asón o algo así. En realidad Gándará es un apellido bastante común y, también, toponimia muy extendida por la geografía peninsular. El caso es que siempre me llamaron la atención estos nombres que se repiten, por ejemplo, rebollo o rebolledo, nava, riaño, bárcena, cueto y un montón más que no vienen ahora a cuento y, en eso estando, de pronto voy un día y caigo en la cuenta de que todos ellos hacen referencia a una peculiar disposición de la geografía. Así es que gándara es el nombre que se le da a una tierra baja, inculta y llena de maleza. Así es que podemos suponer que el citado río Gándara llevará tal nombre por discurrir por tierras de escasa calidad. Lo mismo que podremos inferir que As Gándaras de Budiño es un pueblo que está en medio de un lugar desolado... lo cual no quita para que a sus habitantes les dé por tener ínfulas de vez en cuando.

Lo de las ínfulas lo digo porque, a causa de un luctuoso suceso, hoy nos hemos podido enterar que estando un buen día los de As Gándaras de Budiño contemplando la desolación de los campos que les rodean dieron en pensar que allí, por definición, tenía que haber un nicho de empleo, riqueza o como quieran llamarlo. Como todos ustedes saben, en los parajes baldíos suelen anidar animales de todo tipo. También supongo que sabrán que, a medida que la producción de alimentos se ha ido industrializando más y más, el amor de los humanos por los animales salvajes ha ido creciendo exponencialmente. Y así, entre unas cosas y otras los de As Gándaras pensaron que si construían un observatorio para pájaros y un centro de interpretación de la vida salvaje... pues eso, que habían dado con un nicho que cabría explotar. 

Y a ello se pusieron. Mandaron a sus más preclaros vecinos a visitar embajadas y consulados y, como los vientos soplaban por entonces favorables, en un abrir y cerrar de ojos se encontraron con medio millón de pavos en el bolsillo para lo que les gustase mandar. Un observatorio ornitológico, un centro de interpretación... ya saben lo dotados que estamos en este país para levantar como quien dice de la nada infraestructuras sorprendentes. Ya sólo faltaba dotarlos de personal y esperar la llegada de los ansiados visitantes que, como todo el mundo sabe, la gente con tal de no quedarse en casa sale a visitar lo que sea y, no te digo nada si, lo que sea, son animales que, sabido es, son mucho mejores y más interesantes que las personas.  

Pero, ¡maldición!, justo entonces fue y estalló la famosa burbuja. Los presuntos visitantes, a la fuerzan ahorcan, pasaron a engrosar las filas de los aficionados al sillonball, es decir, a tocarse las bolas mientras se aburrían contemplando a los animales en la pantalla del televisor que menos da una piedra. Y el nicho se fue al carajo. Y las termitas entraron en acción. A las termitas humanas me refiero. Había en aquellos edificios mucho para llevarse, ya fuese a casa, ya a la chatarrería. Ante la comprensiva mirada de las autoridades locales, claro, que pronto comprendieron que el pillaje no era sino otra forma de nicho que habría de dar manutención a los más necesitados por una temporadita. Lo que dura dura, que decía el otro. Que no fue mucho. Pronto, apenas quedaron los muros. Ya sólo los más desarrapados intentaban arañar los desperdicios. Hasta que un muro cayó sobre uno de ellos y lo mandó al otro barrio. Y, como no pudo ser menos, empezó el rasgue de vestiduras que, al fin y al cabo, también es un nicho del que vive mucha gente. 

Y aquí se acaba la historia que llevó a As Gándaras de Budiño a chupar pantalla y primeras páginas, lo cual, no hace falta recordarlo, es nicho fértil donde los haya. 

domingo, 22 de diciembre de 2013

Mosqueo



He visto que todos los periódicos digitales colocan estos días en lugares destacados artículos que dan pistas sobre lo que hay que hacer para no deprimirse con lo que está a punto de venírsenos encima. Un avezado humorista incluso nos recomienda que por Noche Buena sentemos un rico a nuestra mesa y aprendamos. A mí, la verdad, ni fu, ni fa. Mi novia se ha abierto para los trópicos y los compromisos que tengo sólo son conmigo mismo. O sea, que de exponer las entrañas ante el respetable, nada de nada. 

De todas formas, ando un poco mosqueado. Ayer, un luminoso y templado primer día del invierno, pensamos que sería buena idea ir a pasear por la playa de Somo. No había mucha gente pero sí muchísimos perros. Y no es que yo esté obsesionado con el tema, es que hay que estar muy ciego para no ver ese síntoma de que algo importante está adquiriendo unos grados de pudrición que ya es difícil que tenga vuelta atrás. Por cierto, niños, no vi ni uno. Para qué si los perros suplen su candor con creces. Hasta es muy posible que sean los encargados de pagarnos las pensiones el día de mañana. Había que ver el entusiasmo con el que sus dueños les esperaban toballa en mano a que saliesen del baño. Y les acariciaban y les decían todo tipo de cosas cariñosas mientras les secaban. Y ellos dejándose querer como sólo ellos saben hacer. Para comérselos... en mi caso, de buena gana, en el sentido literal del término. 

Hace días, nada menos que en el Parlamento británico, se pasaron toda la mañana debatiendo sobre qué hacer con tres perros policías que se habían hecho mayores e ineficaces. Lo suyo en estos casos siempre había sido lo de "ponerlos a dormir". Pero, ¡ay!, hijo, en estos tiempos blandengues que corren... las propuestas de sus señorías iban mayoritariamente en el sentido de concederles una pensión y mandarles a una casa de reposo. Bien es verdad que también hubo un número no despreciable de señorías que abandonaron sus escaños asqueados por el cariz que estaban tomando las cosas.

Ya digo, ando mosqueado. Mi siempre admirada y muy amada cadena de televisión ARTE me tiene últimamente que no sé qué pensar. La tres cuartas partes de la programación, por lo menos, se compone de la siguiente basura a saber:
   
Reportajes de animales. Se tiran horas y horas buceando por los arrecifes de coral para demostrarnos lo majos que son los tiburones. Miles de horas por el bosque para cantar las excelencias de los lobos. Más miles por la banquise para que nos regodeemos por enésima vez con las monadas que hacen los osos polares. Y así, todo el Arca de Noé.

Reportajes de lo que llaman cuisine du terroir. Comida casera que decimos aquí. Para mí es inexplicable que una población tan ahíta de comida pueda soportar que le estén todo el día hablando de comida. Que si las salchichas de Nuremberg, que si los quesos de no sé dónde, que no hay dónde donde no se fabriquen quesos. Qué interés puede tener eso para cualquier mente despejada. 

Reportajes sobre tribus salvajes en peligro de devenir civilizadas. Esto es una de las cosas que mas divierten al personal con buenos sentimientos, porque ven en ello la prueba fehaciente de la maldad del capitalismo, o sea, su particular cuadratura del círculo. Porque es que, aunque no se lo crean, todavía hay por ahí millones de hijos de perra convencidos de que a esos salvajes se les hace un flaco favor ayudándoles a dejar de serlo. 

En descargo de ARTE diré que los domingos a las siete de la tarde ponen unos conciertos que quitan el hipo. En los últimos tiempos solemos ver a Rolando Villazón presentando a las Estrellas de Mañana. Gente joven prodigiosa que te devuelve la confianza perdida en el ser humano. 

En definitiva, que aunque la espuma de los días nos dé esa impresión de imparable decadencia, lo que hay por debajo son esos chavales de Villazón que llevan a la civilización a su más alto grado de expresión. 

viernes, 20 de diciembre de 2013

Burbujas



Desde luego que la chica es mona. Pero que sea una obra de arte que cuesta un pastón, eso, es una cosa que me cuesta mucho entender. Y debe de ser mucha pasta porque todos los periódicos del mundo señalan en su primera el conflicto de intereses entre las dos partes que se disputan la propiedad. En realidad sólo es una fotografía retocada por un payo listo. Un tal Andy Warhol que se hizo muy famoso por haber inventado, o ayudado a propalar, ese oximorón que le dicen pop art.

¡Señores, no me vengan con cuentos! El arte por definición nunca puede ser popular. Popular es la artesanía, es decir, esas figuritas para poner en la repisa que compramos los jubilados cuando vamos a Benidorm. Por no comprender una cosa tan simple es por lo que se jodió la marrana y como consecuencia están los museos que parece que todos los días es San Pantaleón, el patrón de mi pueblo. La gente va a ellos como quien va de romería y, así, los que podrían sacar algo en limpio visitándolos les evitan porque saben que las romerías se compaginan mal con las cosas del espíritu. A no ser que por cosas del espíritu se tome el ir a donde va Vicente. 

Bueno, ya saben, con toda esa barbaridad que han adelantado las ciencias, de vez en cuando el mundo se entusiasma y produce una burbuja. Todavía nos estamos limpiando las salpicaduras de la última que explotó. Ahora, a juzgar por lo que le escuché el otro día al sabio Greenspan, con eso de los bitcoins se está montando otra de proporciones morrocotudas. Lo del arte, más de lo mismo.

Yo qué sé, pongamos como ejemplo a Sabina, un tipo que compuso unas cuantas canciones con chispa y, por tal, se subió al carro de la fama. Ahora, porque se aburre o por lo que sea, le ha dado por hacer dibujos de culos y tetas. Pues ya le han montado una exposición y vende sus cuadros como rosquillas. ¿Por qué compra la gente esos cuadros? ¿Un toque de buen gusto? ¿De modernidad? ¿Una inversión acaso? En cualquier caso nada que ver con el arte, supongo. Pero contribuye a inflar la burbuja.

El arte como moneda de cambio, vale. ¿Pero es oro todo lo que reluce? Hoy día las casas de las clases acomodadas están trufadas de cuadros que costaron un pastón. Pensaron al comprarlos que al prestigio social que les aportaba se le añadía la condición de inversión no sólo segura sino altamente rentable. No paraba de revalorizarse. Bien, pues no sé, pero mi impresión es que la inmensa mayoría de esas inversiones se han ido por el retrete. Y lo que te rondaré morena. Apostaría que dentro de cuatro días como quien dice hasta el Andy ese del carajo acaba en el contáiner de la esquina. 

Es inevitable, como la gravedad las burbujas tienen sus leyes. Su destino es reventar. Y mira que hay burbujas por ahí que ni siquiera nos damos cuenta que lo son. Personalmente sospecho de unas cuantas, pero no quiero adelantar el dato.   

jueves, 19 de diciembre de 2013

Alubias del Barco



Cuando estuve de gira con la peña, a principios de otoño, me pareció oportuno comprar un saquito de alubias con denominación de origen, más que nada porque pensé que podrían poner colofón brillante a un año de grandes encuentros en la tercera no fase sino edad. Nada menos que del Barco de Avila. La verdad es que no vimos por todos aquellos parajes cosa que se pareciese a las grandes plantaciones que serían precisas para cubrir la demanda de una denominación de tanto renombre. Ya, aunque sólo fuese para suministrar a todos los restaurantes de Madrid que ofrecen en sus cartas el producto se precisarían extensiones de sembrados como las del páramo leones. Pero ya nos lo advirtió Pedro que es oriundo de la zona. En el Barco lo único que hacen es envasar las que traen de México, Turquía o vete a saber de dónde. Así todo, yo vi allí, en un colmado de los de siempre, unos sacos de alubias a granel del Barco y entré a tener dos palabras con el dueño. Me aseguró, casi lo juró por lo más sagrado, que aquellas eran auténticas, así que venciendo la renuencia que Pedro me había provocado fui y me arriesgué... aunque sólo fuese por sentir un poco más la vida.

Total, que ayer fue el día señalado. Ya, la vigilia, había mantenido consultas con mi hermana Coqui para no dejar resquicio al fracaso en lo que a la parte técnica se refiere. Lo demás quedaba al albur de la autenticidad del producto denominado en su origen. Madrugué y, una vez desayunado, me puse a la feina. La mitad las hice en ensalada y la otra mitad con almejas. Sería difícil juzgar cuales estaban mejor. Todo fueron alabanzas. En mi descargo sólo puedo alegar que no hice otra cosa que seguir al pie de la letra los consejos de mi hermana y, lo demás, achacable al producto que se encargó de desmentir largo y tendido las negras premoniciones de Pedro. Efectivamente, la velada fue un digno colofón a una campaña que cumplió las expectativas.

Anyway, a lo que quería llegar con lo dicho es a todo este rollo que se trae el mundo en general con los cocineros. Es difícil mirar un periódico cualquiera y no encontrar en primera página algo relacionado con uno de esos geniecillos. Como si hubiesen usurpado el lugar que por lógica les correspondería, yo qué sé, a los físicos del CERN por poner una entre mil posibilidades. Incluso se da el, a mi parecer, grotesco caso de que, según la revista Forbes, que es lo más de lo más en lo que rankings se refiere, el personaje español más influyente a nivel mundial es un cocinero. Sencillamente, me parece una cretinada sin vuelta de hoja. Unos tíos que en un inagotable alarde de "creatividad" mezclan la compota de genjibre con las criadillas de urogallo sobre crujiente de chirimolla con un ziczaguente chorro de reducción de licor de menta a modo de firma... ¡uf!, y todo ello poniendo la cabeza a dos dedos del plato. No entiendo por qué se tienen que acercar tanto. Ni que fuesen cirujanos del ojo o cosa por el estilo. Me parece una cerdada, la verdad, porque cuanto más acercas el aliento al plato más mierda añades al condimento. Por no hablar del toqueteo, que a saber en donde habrán puesto las manos antes. 

Un cocinero es uno que cocina. Los hay mejores y peores. Mis hermanas, mis amigos, cocinan como los ángeles. Cualquiera con un poco de cabeza e interés creo que puede adquirir cierta excelencia en el oficio en no mucho tiempo. No lo catalogaría yo como cosa complicada. Quizá gestionar una cocina industrial sea otra cosa, pero lo que es una comida familiar equilibrada y económica está al alcance de cualquiera, ya digo, con dos dedos de frente. 

Equilibrada y económica, cosa que raramente encuentras si vas a comer por ahí. Si es económica lo más probable es que te forren a grasa de camión. Si es equilibrada te lo hacen pagar como si fuese oro. Entre unas cosas y otras pocas veces encuentras satisfacción en los restaurante más allá de la que proporciona cualquier ruptura de la rutina. Ves gente y te evitas lavar platos y esas cosas. Bueno, tengo que reconocer que me pierden los étnicos por la cosa de la novedad que amplía horizontes, pero... ¡menudas tardecitas te suelen dar!    
Luego, claro, comprendo a los tíos como Sostres, ese periodista maestro en el difícil arte de la provocación. Yo creía que su admiración por los restaurantes de lujo era cosa del advenedizo que ha encontrado un procedimiento para demostrar a los otros su superioridad. La mecánica del lujo en definitiva que no es más que la máscara del poder. Es lo de Luis XIV y Versalles. Pero resulta que luego voy y me entero que lo de Sostres es más prosaico: su familia tiene un negocio de comida cara. Así que la realidad es que se limita a hacer propaganda de lo suyo. Y seguro que más de un tonto pica. Tonto y con dinero, claro está.  

En fin, la comida, lo que no se podría decir de ella siendo como es el principal sustento de la vida y, por tanto, fuente inagotable de placer.   

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Amigos para siempre



Hace días les contaba que uno de los tópicos más estúpidos que circulan por ahí con categoría de axioma es ese de que el perro es el mejor amigo del hombre. Bueno, yo tengo unos cuantos amigos un millón de veces mejores que un perro aunque sólo sea porque no me ofrecen una expectativa de quince años recogiendo sus caquitas de las aceras. Por otro lado les decía que si por amigo tienes al que te presta servicios impagables a cambio de nada, nadie, entonces, como el chivo que ya saben con qué humildad y perseverancia está dispuesto a cargar con las culpas de quienquiera que sea. A nada que te oiga decir, ¡que yo no fui, que yo no fui!, ahí que le tienes gritando, ¡fui yo, fui yo! Y entonces tú te vas de rositas.  

Pero, ya, puestos a perfeccionarnos, e ir al gran meollo de la cuestión, para amigos de verdad esos aparatos que si no los ves no te los crees. El otro día le escuchaba a mi sobrino Javi contar las excelencias de un robot que cocina y me hacía cruces. Le echas todo allí dentro y el se encarga de adobarlo a tu sabor. Por no hablar de ese artilugio que terminó para siempre con las lavandeiras de Portugal, muchachitas encantadoras. El salto que supuso para la liberación de la mujer está en el ánimo de cualquiera, pero ni te digo el que supuso para el hombre que en adelante ya nadie le podrá chantajear con el asunto ese de los calzoncillos limpios. Y ya puestos, les contaré mi nuevo hallazgo: había oído maravillas de él, un poco caro me decían, pero el que entra en contacto con sus excelencias ya está copao para los restos. Estaba dudoso. Otro trasto más, pensaba sin convicción mientras veía correr a mi alrededor las bolas de borra. Ver uno en funciones en la casa de Jessie Pickman, el mejor cocinero de platos fuertes al oeste del Misisipi, excepción hecha de Walter White, fue definitivo. Cogi, agarré y cliqué en Amazon.com. Robots, indagué. Me incliné por uno de la marca Roomba. 333 pavos. Al día siguiente ya lo tenía en casa. Dios, no se lo van a creer, talmente se puede comer en el suelo. Y sólo tienes que apretar un botón cuando te vas por ahí de paseo. Cuando vuelves te lo encuentras en su plaza de aparcamiento habitual. ¡Increíble! 

Bien es verdad que este artilugio exige a cambio algunos que pudieran parecer sacrificios, pero que, en realidad, son regalos. Para funcionar a sus anchas necesita el robot que le des pista libre, o sea, que te deshagas de todos esos cachivaches que no sirven para nada que no sea obstruir la libre circulación de bienes y servicios. Así, como decía, dos en uno: limpias la casa sin ruidos ni esfuerzos y te libras de lo que estabas deseando librarte pero no lo hacías porque no encontrabas la justificación para hacerlo. En fin.   

domingo, 15 de diciembre de 2013

A desasnar




Había quedado para dar un paseo en bicicleta por la campiña cántabra. A las once y cuarto tomaríamos el tren hasta Orejo, no por nada sino porque salir pedaleando directamente de Santander viene a tener las mismas dificultades, más o menos, que las que se encontró Anibal para cruzar los Alpes. Tienes que pasar como un furtivo por los terrenos vedados del puerto y después dar unos rodeos considerables para sortear canales, naves industriales, autopistas y aeropuerto. Tengo entendido que la alcaldía tiene un proyecto de carril bici, pero, ya saben como funciona esto, proyectos vendo y a los ingenuos contento hasta las próximas elecciones. En fin, que me importa un rábano, porque con carril o sin él, aquello es tan feo y huele tan mal que no veo cirugía que pueda remediarlo. 

El caso es que, como siempre que tengo una cita con el ferrocarril me tomo mi tiempo por si surgiesen imprevistos. Y mita tú por donde esta vez funcionó la precaución porque cuando fui a coger la bicicleta me la encontré en medio de un paisaje después de la batalla. Alguien había trasladado el banco de la terraza al porche donde la suelo atar a una de las rejas de la antigua casa del portero. Alrededor del banco había todos los residuos propios de una orgía postindustrial y, para dar un poco más de color al cuadro, habían abierto el grifo que alimenta la manguera y así le habían dejado. A saber las horas que llevaría aquello manando, pero por el desaguisado circundante debían de ser muchas. Niñatos de papá, pensé, cerré el grifo, desaté la bici y me dispuse a colocarle las alforjas. ¡Cáspita, la de atrás está pinchada! Y la de delante también. Los jodíos críos, como les pille se van a enterar. Eché mano del móvil con la intención de avisar que no llegaría a tiempo, pero justo en ese momento se me ocurrió quitar el tapaválvulas de la de delante y pude comprobar que el récord estaba aflojado. Miré la de atrás y lo mismo. Sólo tuve que inflarlas y pude llegar sobrado. 

Pero esto no va a quedar así, se van a enterar, me iba diciendo mientras pedaleaba hacia la estación. Apenas había sobrepasado la curva de La Magdalena cuando ya empecé a caer en la cuenta de que si no me andaba con cuidado la cosa podía acabar como lo de Walter Matthau con Javier el Travieso. No hay que subestimar el potencial de maldad de los chavales, sobre todo si sus padres les dan vía libre. Y un puto viejo como yo que, además, va de ecojuvenilista y tal... seguro que piensan que puedo dar espectáculo. 

Pero algo les haré, al estilo de La Raquel. No armaré mi venganza con la amenaza y procuraré que sientan antes el golpe que el amago de mis iras. De momento, ayer, para abrir boca, le dije a un vecino, así, como en plan chanza, oye, mira que fuman porros los chavales; está lleno de colillas por todas partes. Por la cara que puso pude inferir que la información no había caído en saco roto. A lo mejor, ató algún cabo que tenía suelto. 

No sé, pero que los chavales hagan putaditas a los viejos me parece hasta sano. Lo que me parece catastrófico es que no se tengan que enfrentar con las consecuencias de sus actos de vez en cuando. Porque es que, si me apuran, les aseguraría que no hay pedagogía tan positiva como la que se deriva de esos encontronazos. Lo sé por experiencia porque yo fui de cuidado. Las hice pardas. Y de unas salí ileso. De otras me libré por los pelos. Y por otras tuve que pagar. La peor de todas me costó un año tras las rejas y otro en libertad condicional. Y así y todo no aprendí lo suficiente porque una vez libre me tiré dos años  haciendo el canelo por Valladolid. De todas formas, hace ya mucho que tengo asumido al cien por cien que fue gracias a aquella terapia de mula que me aplicaron que pude salir adelante. 

En fin, ya veremos en qué acaba la cosa, pero vive Dios que mi granito de arena voy a aportar al desasne de esos malandrines.  

   

viernes, 13 de diciembre de 2013

Pasión faústica



Es curioso, pero cuando más acomodaticia es la vida de la gente más éxito tienen las historias que tienen que ver con la pasión fáustica. Don Quixote, Don Juan, por ejemplo, personajes que no se arredran ante nada. Afrontan cualquier dificultad como si tuviesen la certeza absoluta de superarla. Se sienten como dioses porque tienen el don supremo de la valentía, eso que los cobardes pensamos que es cosa de pacto con el diablo. 

Walter White, el héroe del momento, se puede retirar ya de su peligroso negocio con el riñón bien cubierto de oro, pero ni soñarlo, ya nos ha confesado su propósito: construir un imperio a cualquier precio. Se diría que se ha vuelto loco, pero, en mi opinión, nada más lejos... a no ser que por locura tomemos la determinación de sentir la vida al máximo en cada momento que pasa. Quizá tenga algo que ver en ello el hecho de haber sentido y seguir sintiendo la muerte en los talones. Acaba de ser operado de un cáncer de pulmón en su modalidad de células de avena, es decir, lo que en mis tiempos de galeno era considerado lo peor de lo peor. Ahora, como las ciencias han avanzado una barbaridad, no sé, pero su mujer, Skayler, ya le ha dicho que la única esperanza que la queda es que se le reproduzca el cáncer cuanto antes mejor. Ya ven, él que había dicho que todo lo hacía por una buena causa, por la mejor, la familia. 

La familia, una coartada cutre donde las haya. Como el dinero. ¿Quién se va a creer eso que no sea un miserable? Hasta un tonto se puede dar cuenta de que Walter White hace lo que hace porque como es inteligente sabe que sólo una actividad límite será capaz de sacarle el cáncer de la cabeza. Y sacado de la cabeza bien sabido es lo fácil que es sacarle de cualquier otro sitio. Los grandes males, por así decirlo, sólo se remedian con males muchos mayores. Cada tío que se carga es mil veces más eficaz que mil sesiones de quimioterapía. Y así, por contrapartida, a medida que cede el cáncer, va creciendo el imperio. 

 Y mientras tanto, aquí, uno, disfrutando de lo que ve crecer cuando se mira el ombligo.  

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Superchería



Mi chica, que es maestra en una escuela pública, suele contarme cosas de su trabajo. Cosas de los niños en definitiva que  poco se diferencian de las de los adultos si no es por la pureza de su ejecución. Supongo que será debido a que la intención maligna de sus actos no se ve coartada por el miedo a sus consecuencias. Al fin y al cabo el miedo es cosa de la experiencia, precisamente lo que lo que les falta a los niños. De ahí que sea tan importante machacarles a castigos para que la adquieran so pena, según la docta opinión, de dejarles desnudos ante la vida. Pero, en fin, no es en la pedagogía en lo que quería demorarme hoy sino, en homenaje a Mandela, en la superstición, para lo cual voy a comenzar por una de esas anécdotas de niños que me cuenta mi chica. 

Resulta que uno de los alumnos a su cargo, hijo de tabernero, que todo hay que decirlo, no cesa de dar la lata, consiguiendo con ello no sólo exasperar a la maestra sino, sobre todo, retrasar el progreso del resto de la clase. Se ve que al chico, despierto por lo demás, la clientela de la taberna le presta excesiva atención lo cual, como no podría ser de otra manera, le trae aparejada una desproporcionada autoestima que se traduce en afán de notoriedad y dominio sobre sus compañeros. Así es que, en siendo uno de ellos de procedencia etíope, el malandrín no deja pasar oportunidad de tratar de humillarle llamándole "moro". El etíope, como es natural, acusa recibo y trata de defenderse diciendo que en España todos somos moros. En cierto modo tiene razón porque salvo unos cuantos godos por las montañas y algunos vándalos que se quedaron descolgados por las llanuras cuando cabalgaban enajenados hacia África, poca cosa más hay que no proceda de cuando por causa de haberse encaprichado el Rey Rodrigo de La Cava, el padre de ésta, Conde Don Julián, que no estaba por la labor, decidió franquear el paso a la Península a los moros que al mando de Tariq habrían de derrotar a los godos del Rey Rodrigo en la batalla de Guadalete. A partir de ahí, ochocientos años mirando todos hacia La Meca, así que, ya te digo, el pelo de la dehesa que no nos quedará si como quien dice fue ayer cuando empezamos a mirar para otro lado. 

Lo que me parece interesante de todo esto es cómo ha llegado hasta este hijo de tabernero de ocho años la convicción de que llamar "moro" a un diferente en el color de la piel sirve para humillarle y, en definitiva, mostrarle superioridad. Y aquí es donde me acuerdo de Mandela y sus sabias reflexiones sobre la superstición. La superstición y su imparable capacidad de expandirse, de impregnarlo todo. La convicción de que los blancos son superiores a los negros. La convicción de los negros de que la venganza lava todos los agravios. Todo fruto de creencias inspiradas por el miedo, el rencor y demás sentimientos adversos. Todo, enemigo de la razón que exige pruebas, admite contradicciones, sopesa consecuencias, etc.. 

En resumidas cuentas que si le preguntas a cualquiera de esos habituales de la taberna de los padres del niño de marras que cual es "el mejor amigo del hombre" seguro que todos sin excepción te dirán que el perro. Es lo que tienen las tabernas que no sólo no se aprende nada en ellas sino que, además, se impregna uno de todos los tópicos y superticiones que mantienen a los pobres cosidos a su condición. Porque la verdad es que cualquiera con dos dedos de frente y un poquito de escuela sabe de sobra que nunca ha habido ni habrá en el mundo animal que más servicios haya prestado a la humanidad que el chivo en su modalidad de expiatorio. Tener un chivo a mano es terapia tan potente contra el dolor de los sentimientos adversos que ni siquiera necesitamos ser conscientes de ello para echar mano de ella. Es como cuando tenemos sed que nos precipitamos sobre el agua como si de un acto reflejo se tratase. Por eso es que esa pobre gente que adoctrina a ese pobre niño en la taberna se abalanza sobre el "moro expiatorio" como única tabla de salvación a su alcance ante su doloroso naufragio vital. Es la lógica de la superchería que a todos nos impregna aunque no a todos con los mismos cuentos. 

Hablando de cuentos, ayer escuche decir a los ya muy adultos nietos de Mandela  que su abuelo nunca les dio consejos, se limitó siempre a contarles historias. Pues bien, eso es exactamente lo que yo le recomendaría a mi chica que hiciese cuando el hijo del tabernero le saca de quicio. Historias, ni que decir tiene, con su punto de malicia, psicodrama incluido. 

martes, 10 de diciembre de 2013

Buffy, la cazavampiros



Sostiene El Trotamundos: "La decadencia se expande como el petróleo del Prestige por el mapa peninsular. Con una masa corrompida, consumista, conformista y decadente. Sin un activo critico y espíritu de cambio y resistencia, entregados en cuerpo y alma a los placeres del botellón … Salamanca, ciudad monumental y universitaria."

Yo, la verdad, no entiendo a cuento de qué trae aquí a colación al Prestige, pero en todo lo demás no puedo estar más de acuerdo. Porque resulta que en Salamanca tienen entre otras muchas tradiciones una de nuevo cuño, ya va para las nueve celebraciones, que consiste en celebrar la Nochevieja a mediados de diciembre. Así, dicen, los amigos pueden celebrar juntos esa fiesta emblemática donde las haya. Nada menos que 45000 amigos, venidos muchos de los cuatro puntos cardinales de la patria. Y una empresa que se llama Nuve Events que se encarga de que todo funcione como la seda. Y el Ayuntamiento, ni te digo lo encantado que está con la nueva tradición que según los más prudentes cálculos deja trescientos mil euros en la ciudad... supongo que deducción hecha de los estragos sonoros que como quien dice son pelillos a la mar. Por eso, "son muchos los colectivos y asociaciones de Salamanca que colaboran, de una manera u otra, para que la fiesta no decaiga y se repita el balance de ediciones anteriores", apunta el cronista de la villa. 

Desde hace mucho vengo pensando que ser joven es una desgracia que afortunadamente se pasa pronto. Siempre, como en todo, hay gloriosas excepciones, pero, por lo general, ser joven quiere decir ser pasto fácil para los vampiros. De no ser así, sería difícil entender una sociedad tan absolutamente obediente a las consignas de los inferiores que nos gobiernan. Porque se da el caso que debido a esa sobrexposición al vampirismo de toda laya se suele llegar a adulto con el cerebro más seco que la pata de un santo, lo cual que como si inhabilitase para tomar decisiones de motu propio. Por eso es Vicente el que hace las paellas que dan de comer a más gente. 

En fin, si yo fuese el director de cualquier instituto o rector de cualquier universidad lo primero que haría para proteger a mis alumnos sería contratar a Buffy, la cazavampiros. Iba a tener tanto trabajo que en cuatro días se iba a convertir en la mayor empresa del país. Mayor que la de Vicente. 

lunes, 9 de diciembre de 2013

Voz de cazalla



Dándose la circunstancia de encontrarme al presente un poco pachucho nada tiene de extraño que mi atención tienda a posarse sobre asuntos de catadura tirando a siniestra cual pudiera ser esa curiosa procesión que les muestro en la foto que tuvo lugar hace unos días en la localidad andaluza de Cazalla de la Sierra. 

Seguro que lo de cazalla les suena porque es palabra que se suele usar para definir un determinado tipo de voz. Una voz ronca, cascada, como si estuviese muy abusada por las malas costumbres, por ejemplo, la de la reiterada ingestión de un aguardiente anisado que por fabricarse, precisamente, en Cazalla de la Sierra se denomina cazalla. Y de ahí lo de la voz de cazalla con minúscula. Bueno, así corre la leyenda, pero supongo que si al aguardiente no le añades un par de cajetillas diarias de caldo de gallina y unas cuantas horas de acaloradas discusiones en la taberna del barrio, la voz ni por asomo tomará ese prestigioso timbre que, por cierto, cada vez se va haciendo más difícil escuchar. 

¿Y qué creen que llevan en esas apañadas cajas los vecinos de Cazalla? ¿Botellas de aguardiente acaso? Sería lo suyo, supongo, pero no, lo que llevan son los huesos de sus antepasados que recién vienen de ser desenterrados de una fosa común a las afueras del pueblo. De sus antepasados muertos en uno de aquellos conflictos civiles que a dios gracias para la inmensa mayoría ya son historia lejana en el recuerdo. Sin embargo, y aunque ya vaya para ochenta años del último episodio violento todavía hay gente a la que le sigue doliendo. Como si por herencia hubiesen recibido una herida sangrante que no cesará de fluir en tanto no se repare la afrenta recibida por una guerra perdida. 

Confieso que me resulta difícil ponerme en el lugar de esa gente. Supongo que porque soy de una familia que nunca fue a visitar las tumbas de sus antepasados. Los enterraron un día, cuando se enterraban, y luego les dejaron descansar en paz, como se dice, hasta que los agentes municipales vinieron a colocarlos en el osario común. Precisamente el otro día que andaba por Reinosa entré en el viejo cementerio a ver si encontraba rastro de mi abuelo al que un socialista descerebrado, perdonen el pleonasmo, le descerrajó seis tiros en la barriga una mañana de octubre del año 1934. Ni rastro. Lo más antiguo que había por allí era de los años setenta y así y todo no cabía uno más. 

En cualquier caso me gustaría saber cual es la posición social, el nivel cultural y demás datos, de esos cofrades de Cazalla. Porque en los ambientes en los que me he desenvuelto a lo largo de la vida nunca he conocido ni por asomo gente que utilizase los huesos de los muertos para otra cosa que no fuese estudiar anatomía o representar Hamlet en el teatro. No sé, quizá es que la gente a medida que va elevando su espíritu con el esfuerzo va endureciendo su corazón o cosa por el estilo. 


sábado, 7 de diciembre de 2013

Nube mental



Dice uno de esos millonarios indios que los jóvenes de hoy no necesitan tener coche. Según él prefieren el transporte público y cuando, por lo que sea, necesitan un coche recurren al teléfono móvil para conseguirlo. Por otro lado nos enterábamos ayer de que Dustin Hoffman anda en el trance de deshacerse de los numerosos tesoros que ha ido acumulando a lo largo de su exitosa vida en el apartamento de 300 m2 que posee en Manhattan. Claro que por lo que podemos ver en la foto quizá se esté deshaciendo de unos para hacer sitio para otros. Anyway, lo que cuenta es que lo que hasta hace nada como quien dice parecían cosas de extraterrestres hoy empiezan a verse como normales.

Un servidor, que goza de la fama de exagerado para según qué cosas, ya venía hace mucho anunciando la buena nueva. El coche, por ejemplo, a partir de la edad de la razón, los cuarenta o así, siempre me ha parecido un cachivache maravilloso para cualquier cosa relacionada con el trabajo o la logística, pero nunca con el ocio. Gracias al coche reina en el mundo una moda, no sé si nefasta o estúpida, que consiste en ir al quinto pino a hacer exactamente lo mismo, sino peor, que lo que podrías hacer a media hora de paseo, tren o autobús, por no hablar de la bicicleta, de tu casa. Siempre con el alibí de los paisajes o parajes maravillosos. Me parece normal que la juventud actual que tuvo que compartir en su infancia los penosos desplazamientos de sus padres en busca del paraíso perdido haya caído en la cuenta que para paraíso La Gran Vía y sitios por el estilo en donde hay de todo y con sólo mirar ya te pones como una moto. 

Lo de los cachivaches es más de lo mismo. Excepción hecha del momento en el que los compras, casi siempre como terapia de un revés depresivo, no sirven absolutamente para nada que no sea ocupar espacio y acumular polvo. Ya sé, porque me lo han dicho muchas veces, que para algunos tienen un valor sentimental. Algo así como lo de los catalanes con su amada patria o lo de los recogecaquitas con sus husmeaojetes. Pero yo, con perdón, me cago en todo eso como se caga cada vez más gente, porque si de algo son asquerosos los sucedáneos eso es cuando lo son de los sentimientos. De los buenos sentimientos. ¿Cómo si no nos conociésemos? ¡Pues anda que no hay nada por ahí necesitado de nuestros buenos sentimientos para aliviar su carga? Pero solemos preferir pasar de largo porque lo auténtico compromete y el compromiso suele dar satisfacciones, pero también muchos dolores de cabeza. 

 No sé, pero me parece que hoy son mayoría los hijos que han visto como sus padres se machacaban la vida en pos de un paraíso material con muy pocos resultados. Así que nada tiene de extraño que una gran nube mental esté descargando su rayo sosegado. Y el saber, como el que no quiere la cosa, le está comiendo el terreno al tener a grandes zancadas. 

viernes, 6 de diciembre de 2013

Profesores y padres.



Hay pocos deportes que susciten tanta pasión en cualquier grupo humano como el de echarse la culpa unos a otros cuando sucede algo desagradable. Recuerdo que en nuestros juegos de niños teníamos una serie de chascarrillos para eludir responsabilidades: "que yo no fui que fue Tantín, que fue tu hermano el chiquitín" o, el más filosófico, "el que primero lo huele debajo del culo lo tiene". En fin, cosas de niños.

Así es que ésta que le dicen crisis que venimos padeciendo tiene para la inmensa mayoría unos culpables perfectamente identificados: unos abstractos "ellos" al estilo de Mabuse, Moriarty, Fumanchu y así, que, como todo el mundo sabe, no hay manera de echarles el guante, que si no, ya te digo... nunca se me olvidará una magistral lección que dictó el ínclito Agustín García Calvo en la ciudad del saber, arte y toros, en la que la paz universal hubiese quedado resuelta de una vez por todas si se hubiese sabido despejar la incógnita "ellos". "Ellos" por aquí, "ellos" por allá y la audiencia babeando de placer porque si lo decía Agustín... él sabría a quién se estaba refiriendo y con eso bastaba. ¡Pues anda que no era sabio ni na!  

El caso es que estos días que corren andamos con urgencias matemáticas por causa de las incógnitas que nos ha venido a plantear la publicación de un informe que le dicen PISA. Saquen lápiz y papel y empiecen a operar: ¿quién es el culpable de que estemos a la cola como quien dice en la cosa educativa entre los países de nuestro entorno psicosociopolíco-armamentístico y demás hierbas? Bien, algunos investigadores ya han presentado sus resultados y, para mí, que presentan morrocotudos errores de método. Pregunta la encuesta: ¿quienes son más responsables de los malos resultados obtenidos, los políticos o los profesores? Respuesta: 85 % los políticos, 15 % los profesores. Claro, faltaba más, los políticos jugando una vez más el agustiniano papel de "ellos"... y todos los demás felices y cantando "que yo no fui, que fue Tantín..."

Bromas a parte, quiero decirles que a mí me ayuda a clarificar el planteamiento de este tipo de problemas las horas que paso viendo debatir a los franceses. Los franceses, ya saben, son en eso del razonar muy apegados al método cartesiano, es decir, a no dar un paso adelante antes de tener perfectamente resuelto el precedente. Resumiendo, si les dices "ellos" te preguntarán de inmediato quienes son ellos y, si no se lo aclaras, no te dejarán continuar con la monserga. Así es que como tampoco ellos, los franceses, han quedado muy bien parados en el citado informe de marras, pues han puesto todo su arte especulativo al servio de desentrañar las causas. Y han empezado por preguntarse: ¿cuales son las diferencias metodológicas, en lo que a la educación hace, entre nosotros y los primeros de la lista? Y han encontrado respuestas bastante contundentes: profesores y padres. Lo que todos sospechábamos. 

Por lo visto, Finlandia, el país que encabeza los resultados, tiene por norma exigir que sean los mejores expedientes académicos los que den acceso a ser profesor de enseñanza primaria, la cimentación del edificio educativo por así decirlo. Pero es que, además, una vez alcanzada tan prestigiosa posición tendrán la obligación de asistir a recurrentes cursos para perfeccionar su competencia sobre la madre de todos los corderos educativos: la comprensión lectora. Porque es que, por lo visto, han llegado a la conclusión de que ese el el nudo gordiano que hay que desatar. Si no se sabe enseñar a comprender lo que se lee todo lo demás es esfuerzo tirado por el retrete. Comprensión lectora, ¡casi na!

Por otra parte, los mejores del mundo, Singapur, Hon-Kong, Macao, Corea del Sur, no tienen otro secreto que los padres. Unos padres cancerberos que no pasan una a sus hijos. A la más mínima grieta en el aprendizaje les colocan un profesor particular para que se la repare. No hay más secreto. 

Así que lo tenemos claro: padres y profesores. Lo demás, el típico deporte de las culpabilidades. 

jueves, 5 de diciembre de 2013

La gran pregunta



Hay en Madrid una serie de personas que se creen importantes, periodistas y políticos los más, que no paran de insistir en lo mal que lo está haciendo el Presidente Rajoy en todo lo referente a los nacionalismos periféricos. Uno nunca sabe el autentico porqué de las cosas, pero puede sospecharlo con bastante fundamento. Dentro de cualquier estructura de poder hay, por definición, grupos, subgrupos y personas que conspiran sin descanso para ascender en el escalafón y, si se tercia, quedarse con todo el pastel. Pocas cosas hay más consustanciales a la naturaleza que la búsqueda del predominio. Es como si una fuerza interior te obligase a pensar que nada hay más seguro para la perpetuación de la especie que la transmisión de los propios genes. Así, por ejemplo, un suponer, los Sres. Aznar y Pedro Jota parecen estar convencidos de que la mejor manera de que los conservadores se perpetúen en el poder es que se apliquen sus ideas al respecto que, por cierto, no son las del actual Presidente. 

Para mí entre Aznar y Rajoy hay lo que va de Coriolano a Foción. De un general soberbio a un arconte sosegado. Cautivos y derrotados los nacionalistas periféricos, Aznar parece que preferiría utilizar la humillación como arma de exterminio. Rajoy, por contra, prefiere darles cuerda porque sabe que con ella no harán otra cosa que ahorcarse. Yo, la verdad, nunca tuve la menor simpatía por Coriolano y todas las del mundo por Foción. Foción es, sin lugar a dudas, mi modelo de gobernante: el general que consigue que todos sus soldados terminen sus días por muerte natural. 

El caso es que Rajoy les está dando cuerda y ellos, los catalanes en este caso, no hacen sino tensarla alrededor del cuello. Cada día que pasa estiran un poco más. Es lo de la canción que convirtieron en himno nacional:

"Si jo l'estiro fort per aquí i tu l'estires fort per allà, 
segur que tomba, tomba, tomba, 
i ens podrem alliberar." 

Va de soi que liberarse para un català amb arrels es sufrir una derrota, al ser posible simbólica, que luego le dé para trescientos años de jeremiadas. Es lógica calderoniana que, a los catalanes, otra cosa no, pero a españolazos no hay quien les gane. 

Rosaura.-
 ...
Que tanto gusto había,
en quejarse, un filósofo decía,
que, a trueco de quejarse,
habían las desdichas de buscarse.

Clarín.-
El filósofo era
un borracho barbón; ¡Oh, quien le diera
más de mil bofetadas!
Quejárase después de muy bien dadas.
...

Y así andan entre ellos, armándose zancadillas y cayendo con más daño que escarmiento. Por culpa de "la pregunta". La gran pregunta en cuyo poder taumatúrgico tienen puestas todas sus esperanzas. Podría ser algo así, digo yo: ¿Quiere usted caballero un ramito de violetas para ponérselo en el ojal? Seguro que así el sí se lo llevaba de calle. ¡Con lo que a los catalanes les gusta la zarzuela! Y Rajoy que se lo sabe. 

martes, 3 de diciembre de 2013

Matrices




"Menos militares, más escuelas y hospitales", gritaban ayer por los megáfonos en la Puerta del Sol unas señoras que a todas luces andaban por allí buscando novio. Una de ellas de no mal ver se percató de mi apuesta figura y vino lanzada, panfleto en mano, a ver, supongo, si por fin solucionaba su problema. No sé qué sería lo que le dije, pero sin duda no le gustó nada porque me dejó plantado y continuó gritando por el megáfono con redobladas energías. La verdad es que me fijé poco en lo que decían porque había por allí cosas mucho más interesantes, pero mi impresión fue que cuanto más gritaban y espacio ocupaban menos caso les hacía la gente. 

El caso es que el asunto me hizo gracia más que nada porque estos días he echado unas cuantas horas en profundizar en el asunto ese de las "matrices" y los "determinantes". Vaya por delante que soy un principiante en la materia lo cual no es óbice para que no me dé cuenta del enorme potencial que tienen esas operaciones. Invirtiendo una matriz, es decir multiplicando el inverso de su determinante por la traspuesta de su adjunta, o algo así, se resuelven muy lindamente sistemas de ecuaciones con muchas variables, lo cual no es cuestión baladí pues, si bien lo consideramos, ¿que es la vida sino una continua sucesión de sistemas de ecuaciones por resolver? La mayoría de ellas de una complejidad tan apabullante que si no fuese porque siempre hay por ahí almas caritativas, o filantrópicas si es que así les gusta más, dispuestas a resolverlas por amor al arte, la mayoría de nosotros andaríamos todavía subidos a los árboles.

Lo gracioso que les decía es que la mayoría de esa gente que va con pancartas por las plazas o tertuliea por los platós o en las barras de los bares se piensa que invertir una matriz es cuestión de poner cada uno de sus elementos debajo de un uno y santas pascuas. Así, claro, cuando dicen que han resuelto los sistemas de ecuaciones lo que en realidad han hecho es el burro. Y a los burros, otra cosa no, pero todo les cuadra divinamente. Quitan a los militares porque sin militares, va de soi, no puede haber guerras, y aumentan el gasto en escuelas porque el que los chavales aprendan no es cuestión de que sus padres, vecinos y maestros vayan un poco menos al bar y vean menos basura televisiva, y lo mismo lo de los hospitales que, con unos pocos más, aquí no se moriría ni Dios y a ver de donde salía para pensiones. 


La verdad es que nos pasamos la vida hablando de cosas de las que no sabemos un carajo y yo el primero. También es verdad que, por lo general, si de la palabra no se pasa a la acción se suele hacer poco daño e, incluso, algo de beneficio en ocasiones. Por no citar lo que entretiene que, eso, apuesto, es mejor para la salud que los hospitales. En fin. 

lunes, 2 de diciembre de 2013

Melancolía




"Podría haber sido de otra manera." "Sí, ¿pero qué esperabas?"

Interesante reflexión de Lars von Trier sobre la aceptación de lo inevitable en función del estado de ánimo. Ya, hace muchos años, me había impresionado un libro de Castilla del Pino sobre la depresión que es otra forma de llamar a la melancolía. Según él, nada hay más inquietante que la lucidez de un depresivo. A nada que te descuides acabarás sucumbiendo a sus poderosos argumentos de que absolutamente nada merece la pena porque con sólo distraer la vista por el firmamento tendrás la absoluta certeza de que un planeta gigante se aproxima a velocidad de vértigo. Así que ya puedes hacer hoyos de golf o machacártela con un martillo pilón porque todo da exactamente igual: sólo la aceptación de lo inevitable puede traerte cierto sosiego. O lo que es lo mismo: hacerte fuerte frente a la adversidad. 

Bueno, no está de más pararse a pensar de vez en cuando en estas cosas. Porque nos pasamos la vida yendo de La Ceca a La Meca creyendo que estamos haciendo algo interesante y en realidad puede que no estemos haciendo otra cosa que intentar distraer la atención de ese planeta que se aproxima cada vez a mayor velocidad. Una vana ilusión en cualquier caso por la que solemos echar el resto cuando podemos conseguir los mismos efectos construyendo una cueva mágica con cuatro palos que recogemos en el bosque. 

Los daneses, Kierkegaard, el existencialismo, la subjetividad, ¿qué es la verdad sino lo que sientes como tal? El caso es que hay bastante acuerdo por ahí en que Dinamarca es uno de los mejores sitios para vivir que hay en el mundo. 

domingo, 1 de diciembre de 2013

Lobos esteparios



No se cuantos, pero estoy seguro de que eran un montón de miles los que corrían esta mañana por el Retiro. En cabeza los discapacitados con sus diversos artilugios. Detrás la marea humana uniformada de azul. En la meta de salida, y supongo que de llegada, sobre un escenario móvil una banda de heavy metal o algo así metía un ruido descomunal. Todo tenía unas dimensiones tan titánicas que para un desequilibrado emocional como yo no podían ser otra cosa que un peligro manifiesto. Una especie de atracción fatal me arrastró hacia el núcleo del mogollón y, una vez allí, se me saltaron las lágrimas sin comprender el porqué. Quizá era por una sensación de plenitud, de estar formando parte de una comunión gigantesca capaz de transformar el mundo en un globo de beatitud. Pero ya digo, como soy tan inestable, no tardó la plenitud en trucarse en un desagrado creciente que en cuestión de segundos devino en un miedo atroz. El pecho me vibraba y la cabeza amenazaba estallarme. Me sentí absolutamente idiota y me dispuse a salir zumbando de allí, pero no era tarea fácil. Estaba como atrapado en una especie de gelatina que multiplicaba por cien el esfuerzo necesario para dar un paso. Y, además, taponar el conducto auditivo para aliviar la tensión sonora no servía para nada porque las ondas subían desde la caja torácica que parecía un timbal al que el mismísimo Hércules estuviese aporreando con su clava. En fin, que la masa es la masa, adopte la forma que adopte y, lo peor, que uno nunca aprende y cae en todos los cepos. 

Por lo demás, cuando minutos después iba paseando por las calles vacías y bajo un cielo azúl purísima concepción pensaba en que lo mismo si pasan hambre que si están saciadas a las personas se las lleva por donde se quiere porque debe de haber algo en la condición humana que empuja a formar conglomerados en pos de lo que sea. Me amontono, luego vivo. Lo demás, muerte y desolación... o la mutación genética de la que proceden los lobos esteparios. ¿Se imaginan lo que sería una estepa sin lobos? El silencio de los corderos.