jueves, 5 de diciembre de 2013

La gran pregunta



Hay en Madrid una serie de personas que se creen importantes, periodistas y políticos los más, que no paran de insistir en lo mal que lo está haciendo el Presidente Rajoy en todo lo referente a los nacionalismos periféricos. Uno nunca sabe el autentico porqué de las cosas, pero puede sospecharlo con bastante fundamento. Dentro de cualquier estructura de poder hay, por definición, grupos, subgrupos y personas que conspiran sin descanso para ascender en el escalafón y, si se tercia, quedarse con todo el pastel. Pocas cosas hay más consustanciales a la naturaleza que la búsqueda del predominio. Es como si una fuerza interior te obligase a pensar que nada hay más seguro para la perpetuación de la especie que la transmisión de los propios genes. Así, por ejemplo, un suponer, los Sres. Aznar y Pedro Jota parecen estar convencidos de que la mejor manera de que los conservadores se perpetúen en el poder es que se apliquen sus ideas al respecto que, por cierto, no son las del actual Presidente. 

Para mí entre Aznar y Rajoy hay lo que va de Coriolano a Foción. De un general soberbio a un arconte sosegado. Cautivos y derrotados los nacionalistas periféricos, Aznar parece que preferiría utilizar la humillación como arma de exterminio. Rajoy, por contra, prefiere darles cuerda porque sabe que con ella no harán otra cosa que ahorcarse. Yo, la verdad, nunca tuve la menor simpatía por Coriolano y todas las del mundo por Foción. Foción es, sin lugar a dudas, mi modelo de gobernante: el general que consigue que todos sus soldados terminen sus días por muerte natural. 

El caso es que Rajoy les está dando cuerda y ellos, los catalanes en este caso, no hacen sino tensarla alrededor del cuello. Cada día que pasa estiran un poco más. Es lo de la canción que convirtieron en himno nacional:

"Si jo l'estiro fort per aquí i tu l'estires fort per allà, 
segur que tomba, tomba, tomba, 
i ens podrem alliberar." 

Va de soi que liberarse para un català amb arrels es sufrir una derrota, al ser posible simbólica, que luego le dé para trescientos años de jeremiadas. Es lógica calderoniana que, a los catalanes, otra cosa no, pero a españolazos no hay quien les gane. 

Rosaura.-
 ...
Que tanto gusto había,
en quejarse, un filósofo decía,
que, a trueco de quejarse,
habían las desdichas de buscarse.

Clarín.-
El filósofo era
un borracho barbón; ¡Oh, quien le diera
más de mil bofetadas!
Quejárase después de muy bien dadas.
...

Y así andan entre ellos, armándose zancadillas y cayendo con más daño que escarmiento. Por culpa de "la pregunta". La gran pregunta en cuyo poder taumatúrgico tienen puestas todas sus esperanzas. Podría ser algo así, digo yo: ¿Quiere usted caballero un ramito de violetas para ponérselo en el ojal? Seguro que así el sí se lo llevaba de calle. ¡Con lo que a los catalanes les gusta la zarzuela! Y Rajoy que se lo sabe. 

2 comentarios:

  1. Es lo mejor que he leído en los últimos 10 años , sobre la desmembración de España y sus alrededores

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