domingo, 1 de diciembre de 2013

Lobos esteparios



No se cuantos, pero estoy seguro de que eran un montón de miles los que corrían esta mañana por el Retiro. En cabeza los discapacitados con sus diversos artilugios. Detrás la marea humana uniformada de azul. En la meta de salida, y supongo que de llegada, sobre un escenario móvil una banda de heavy metal o algo así metía un ruido descomunal. Todo tenía unas dimensiones tan titánicas que para un desequilibrado emocional como yo no podían ser otra cosa que un peligro manifiesto. Una especie de atracción fatal me arrastró hacia el núcleo del mogollón y, una vez allí, se me saltaron las lágrimas sin comprender el porqué. Quizá era por una sensación de plenitud, de estar formando parte de una comunión gigantesca capaz de transformar el mundo en un globo de beatitud. Pero ya digo, como soy tan inestable, no tardó la plenitud en trucarse en un desagrado creciente que en cuestión de segundos devino en un miedo atroz. El pecho me vibraba y la cabeza amenazaba estallarme. Me sentí absolutamente idiota y me dispuse a salir zumbando de allí, pero no era tarea fácil. Estaba como atrapado en una especie de gelatina que multiplicaba por cien el esfuerzo necesario para dar un paso. Y, además, taponar el conducto auditivo para aliviar la tensión sonora no servía para nada porque las ondas subían desde la caja torácica que parecía un timbal al que el mismísimo Hércules estuviese aporreando con su clava. En fin, que la masa es la masa, adopte la forma que adopte y, lo peor, que uno nunca aprende y cae en todos los cepos. 

Por lo demás, cuando minutos después iba paseando por las calles vacías y bajo un cielo azúl purísima concepción pensaba en que lo mismo si pasan hambre que si están saciadas a las personas se las lleva por donde se quiere porque debe de haber algo en la condición humana que empuja a formar conglomerados en pos de lo que sea. Me amontono, luego vivo. Lo demás, muerte y desolación... o la mutación genética de la que proceden los lobos esteparios. ¿Se imaginan lo que sería una estepa sin lobos? El silencio de los corderos. 
  

2 comentarios:

  1. Es que mira que tienes edad ya para haber escarmentado de esos tinglados. A mí harto a moriles quizá me pillan, pero si no, tururú.

    ResponderEliminar
  2. Es la atracción fatal de las masas a la que a nada que bajes la guardia sucumbes.

    ResponderEliminar