jueves, 26 de diciembre de 2013

El triunfo de la provincia



Tenemos a los nacionalistas catalanes que son una verdadera asquerosidad. No sabemos cuantos serán ni lo que realmente quieren, pero, en cualquier caso, lo suyo será mantener con ellos el menor trato posible. Incluidos los tratos comerciales. De los nacionalistas vascos, más de lo mismo, aunque esos ya vieron las orejas al lobo y andan por lo general más finos a la hora de las bravuconadas. Luego, menos llamativo, pero no menos pernicioso, tenemos lo que en mi opinión sería apropiado llamar el triunfo de la provincia. 

El triunfo de la provincia es como si a la nave del progreso se le hubiese gripado el mecanismo que sube el ancla. Así es que se trata de avanzar arrastrando el ancla por los fondos y no hay manera. A la que te descuidas ahí tienes al progrerío local abriendo y cerrando la muralla en función del esfuerzo que hay que hacer para adaptarse a lo que viene. A lo inevitable para ser más exactos. 

El progrerío local tiene copado todo lo que merece la pena y para no perderlo fabrica sin parar eufemismos que el analfabetismo funcional del pueblo llano toma al pie de la letra. Así, al aburrimiento mortal del hacer siempre lo mismo lo llaman calidad de vida. Los mismos sitios, las mismas cosas, las mismas ideas... ¡por Dios, que no se lo toquen! Así, desde las almenas de su muralla escrutan con lupa todo lo que se acerca. Que viene Corocota, abre la muralla. Que viene Adam Smith, cierra la muralla. 

Yo, pocas son las cosas que tengo más claras, en este país que me ha tocado en suerte para vivir, buena suerte por cierto, la tarea más urgente para hacer eso que los progres llaman salir del impasse, o sea, del estancamiento, lo primero, digo, sería un reconocimiento público y generalizado del fracaso de la provincia. Lo segundo, bajar a todos esos progres de sus almenas y derribar las murallas. Lo tercero, volver la vista hacia donde hay algo que rascar... sudando los codos, por descontado.  
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario