lunes, 9 de diciembre de 2013

Voz de cazalla



Dándose la circunstancia de encontrarme al presente un poco pachucho nada tiene de extraño que mi atención tienda a posarse sobre asuntos de catadura tirando a siniestra cual pudiera ser esa curiosa procesión que les muestro en la foto que tuvo lugar hace unos días en la localidad andaluza de Cazalla de la Sierra. 

Seguro que lo de cazalla les suena porque es palabra que se suele usar para definir un determinado tipo de voz. Una voz ronca, cascada, como si estuviese muy abusada por las malas costumbres, por ejemplo, la de la reiterada ingestión de un aguardiente anisado que por fabricarse, precisamente, en Cazalla de la Sierra se denomina cazalla. Y de ahí lo de la voz de cazalla con minúscula. Bueno, así corre la leyenda, pero supongo que si al aguardiente no le añades un par de cajetillas diarias de caldo de gallina y unas cuantas horas de acaloradas discusiones en la taberna del barrio, la voz ni por asomo tomará ese prestigioso timbre que, por cierto, cada vez se va haciendo más difícil escuchar. 

¿Y qué creen que llevan en esas apañadas cajas los vecinos de Cazalla? ¿Botellas de aguardiente acaso? Sería lo suyo, supongo, pero no, lo que llevan son los huesos de sus antepasados que recién vienen de ser desenterrados de una fosa común a las afueras del pueblo. De sus antepasados muertos en uno de aquellos conflictos civiles que a dios gracias para la inmensa mayoría ya son historia lejana en el recuerdo. Sin embargo, y aunque ya vaya para ochenta años del último episodio violento todavía hay gente a la que le sigue doliendo. Como si por herencia hubiesen recibido una herida sangrante que no cesará de fluir en tanto no se repare la afrenta recibida por una guerra perdida. 

Confieso que me resulta difícil ponerme en el lugar de esa gente. Supongo que porque soy de una familia que nunca fue a visitar las tumbas de sus antepasados. Los enterraron un día, cuando se enterraban, y luego les dejaron descansar en paz, como se dice, hasta que los agentes municipales vinieron a colocarlos en el osario común. Precisamente el otro día que andaba por Reinosa entré en el viejo cementerio a ver si encontraba rastro de mi abuelo al que un socialista descerebrado, perdonen el pleonasmo, le descerrajó seis tiros en la barriga una mañana de octubre del año 1934. Ni rastro. Lo más antiguo que había por allí era de los años setenta y así y todo no cabía uno más. 

En cualquier caso me gustaría saber cual es la posición social, el nivel cultural y demás datos, de esos cofrades de Cazalla. Porque en los ambientes en los que me he desenvuelto a lo largo de la vida nunca he conocido ni por asomo gente que utilizase los huesos de los muertos para otra cosa que no fuese estudiar anatomía o representar Hamlet en el teatro. No sé, quizá es que la gente a medida que va elevando su espíritu con el esfuerzo va endureciendo su corazón o cosa por el estilo. 


2 comentarios:

  1. En efecto, ¡cuánta estulticia! Lo curioso es que esta gentecilla es la misma que alaba a Mandela por haber hecho algo idéntico a lo que reprochan a los políticos de nuestra Transición.

    ResponderEliminar
  2. Supongo que si a esa gente les fuese medianamente bien en la vida no le llevan de procesión ni amarrados. Ya me dirás tú lo que les puede importar lo que le pasó a un abuelo que desapareció más de cuarenta años antes de que ellos nacieran. Y más les vale no ponerse a indagar por qué desapareció porque en muchos casos se iban a llevar una desagradable sorpresa.

    ResponderEliminar