Desde luego que la chica es mona. Pero que sea una obra de arte que cuesta un pastón, eso, es una cosa que me cuesta mucho entender. Y debe de ser mucha pasta porque todos los periódicos del mundo señalan en su primera el conflicto de intereses entre las dos partes que se disputan la propiedad. En realidad sólo es una fotografía retocada por un payo listo. Un tal Andy Warhol que se hizo muy famoso por haber inventado, o ayudado a propalar, ese oximorón que le dicen pop art.
¡Señores, no me vengan con cuentos! El arte por definición nunca puede ser popular. Popular es la artesanía, es decir, esas figuritas para poner en la repisa que compramos los jubilados cuando vamos a Benidorm. Por no comprender una cosa tan simple es por lo que se jodió la marrana y como consecuencia están los museos que parece que todos los días es San Pantaleón, el patrón de mi pueblo. La gente va a ellos como quien va de romería y, así, los que podrían sacar algo en limpio visitándolos les evitan porque saben que las romerías se compaginan mal con las cosas del espíritu. A no ser que por cosas del espíritu se tome el ir a donde va Vicente.
Bueno, ya saben, con toda esa barbaridad que han adelantado las ciencias, de vez en cuando el mundo se entusiasma y produce una burbuja. Todavía nos estamos limpiando las salpicaduras de la última que explotó. Ahora, a juzgar por lo que le escuché el otro día al sabio Greenspan, con eso de los bitcoins se está montando otra de proporciones morrocotudas. Lo del arte, más de lo mismo.
Yo qué sé, pongamos como ejemplo a Sabina, un tipo que compuso unas cuantas canciones con chispa y, por tal, se subió al carro de la fama. Ahora, porque se aburre o por lo que sea, le ha dado por hacer dibujos de culos y tetas. Pues ya le han montado una exposición y vende sus cuadros como rosquillas. ¿Por qué compra la gente esos cuadros? ¿Un toque de buen gusto? ¿De modernidad? ¿Una inversión acaso? En cualquier caso nada que ver con el arte, supongo. Pero contribuye a inflar la burbuja.
El arte como moneda de cambio, vale. ¿Pero es oro todo lo que reluce? Hoy día las casas de las clases acomodadas están trufadas de cuadros que costaron un pastón. Pensaron al comprarlos que al prestigio social que les aportaba se le añadía la condición de inversión no sólo segura sino altamente rentable. No paraba de revalorizarse. Bien, pues no sé, pero mi impresión es que la inmensa mayoría de esas inversiones se han ido por el retrete. Y lo que te rondaré morena. Apostaría que dentro de cuatro días como quien dice hasta el Andy ese del carajo acaba en el contáiner de la esquina.
Es inevitable, como la gravedad las burbujas tienen sus leyes. Su destino es reventar. Y mira que hay burbujas por ahí que ni siquiera nos damos cuenta que lo son. Personalmente sospecho de unas cuantas, pero no quiero adelantar el dato.
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