jueves, 9 de enero de 2014

Garcilaso



A las diez de la mañana suelo llevar, por lo general, tres o cuatro horas de danza. El desayuno ya me queda lejos y la cabeza empieza a dar los primeros síntomas de cansancio. Es obvio que, como en las películas de Perry Mason, necesito hacer un receço. Así es que me viene como de molde agarrar la bicicleta y llegarme hasta La Cañía en donde es muy probable que esté Isi tomándose un café. Es la ventaja que tiene tener amigos con rutinas, que no te tienes que exprimir el cerebro para crear las tuyas. Total, que esta mañana he acudido al lugar, he pedido un mediano y me he puesto a leer los artículos de Arcadi y Sostres. Sostres cada vez me divierte más. A los diez minutos o así ha aparecido Isi. 

Isi tiene el don del relato. Cualquier cosa que hace, ve o lee, te la cuenta y es como si la estuvieses haciendo, viendo o leyendo tú. El otro día le comenté acerca de la vida del Capitán Contreras, una historia que siempre me fascinó, pero de la que ya apenas tenía más recuerdo que el de la propia fascinación que me había producido. Bien, pues Isi se ha tomado la molestia de bajarla y leerla. Y así ha sido que esta mañana he podido disfrutar de nuevo de las sorprendentes aventuras del citado capitán. 

Y en esas estábamos cuando ha hecho su aparición Gelo. Bueno, si con dos ya cuesta coger la vez para decir algo, con tres ya ni te digo. Así, sin solución de continuidad, hemos pasado del vitalismo contreriano -del Capitan Contreras-, tan caro a Isi, al kierkegaardiano existencialismo no menos querido por Gelo. Y un servidor, claro, que le da a cualquier cosa por deformación profesional. En fin, el existencialismo y todo eso, ¡cómo no!, teniendo tanto tiempo libre y no sabiendo las más de las veces qué hacer con él. Bueno, hemos concluido que las matemáticas son una buena opción, pero hace falta fuerza de voluntad para arrancar y no siempre se tiene. 

Luego, al llegar a casa, abro el correo y me encuentro el siguiente mensaje de Pedro:

"Recuerdas Pedro esa continua partitura:
entonces admira la inteligencia de Garcilaso.

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por do me han traido,
hallo, segun por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado.

Esto da para hablar unas horas."

No he podido contenerme y le he contestado a vuelta de correo:

"Pues sí, la verdad es que sí. Salicio y Nemoroso, mismamente."

Y la vida sigue. 

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