viernes, 3 de enero de 2014

Sin perder el norte



El poder, pienso, es como el conocimiento que, hasta que no sabes todo de una cosa, no sabes nada de esa cosa. Si dudan de lo que digo hagan la prueba de ponerse a explicar algo que creen que saben a alguien. Verán hasta que punto estaban equivocados la mayoría de las veces acerca de sus saberes porque no es fácil hacerse entender si no tienes niquelado lo que intentas explicar. Con el poder, como digo, es lo mismo, o es absoluto o no hay forma de controlar como Dios manda. Lo saben bien los tiranos y por eso se esfuerzan en idear procedimientos de disuasión que no dejen resquicio a las más leves fantasías conspiratorias por parte de sus súbditos. Al respecto, a juzgar por lo que la historia nos ha legado, el mejor sin duda fue Cambises. Cambises, por así decirlo, era un genio de la disuasión. Cuentan que estando un día de bacile con sus cortesanos se le ocurrió preguntar a su más preciado consejero por lo que el pueblo pensaba de su emperador. Al pobre consejero se le ocurrió la peregrina idea de dar una de cal y otra de arena y así fue que le contesto: "Su Majestad, el pueblo dice que Cambises es el mejor emperador que han tenido los persas, pero también dice que Cambises a veces pierde el pulso porque le gusta demasiado el vino". "Pues vamos a ver si es verdad que el pueblo tiene razón en eso de que pierdo el pulso", respondió Cambises. Y, acto seguido, mandó al consejero que pusiese a su hijo a cien yardas de distancia, agarró un arco, lo armó, apunto al corazón del chaval, disparó y dio en el centro de la diana. ¿Tiene razón o no tiene razón el pueblo?, preguntó entonces muy ufano a sus consejeros. Luego, por la noche, durante la cena, sentó a su derecha al desdichado consejero que, por supuesto, había aceptado el luctuoso suceso como un inevitable daño colateral inherente a su sobresaliente cargo. A los postres, Cambises le preguntó al consejero en plan remolón si había disfrutado el estofado de carne. "Estaba delicioso, majestad". "Como no iba a estarlo si era la carne de tu propio hijo". En fin, de esas, Cambises, una cada día, y por tal debemos considerar que fue que terminase sus días de muerte natural en su cama de emperador. Más discreto en sus procedimientos, pero igual de eficaz, la historia nos recuerda a Ricardo III. La historia y el teatro para ser precisos. Vayan a Shakespeare y encontrarán cumplida cuenta de sus muchas hazañas al respecto. Bueno, la lista podría ser interminable y parecería, también, que, en cualquier caso, eran cosas de otros tiempos... pero no.

En estos que corren todavía hay quien sabe mantener encendida la antorcha del poder en su acepción más excelsa. Claro que para ello cuenta con la inestimable ayuda de un consejero catalán, el Sr. Alejandro Cao de Benos, que si no, no sé, pero que se ande con cuidado Cao porque ¡menuda como se las gasta su aconsejado Kim Jong-Un! El caso es que el Emperador Kim Jong-Un venía de un tiempo a esta parte estando un poco hasta los mismísimos de su tío Jang Song-thaek. Por lo visto, dicen las fuentes, Jang se estaba pasando con el cante y eso, como comprenderán, es algo que no puede tolerar quien se reserva para sí todas las bazas. Así que fue Kim y le dijo a Cao, oye Cao, preparame una manada de perros con hambre de cinco días. Y ya saben como son de eficaces los catalanes a la hora de ejecutar comandas. Pedido y servido. Entonces va Kim, agarra a Jang y lo arroja al foso de los perros hambrientos. Lo demás ya se lo pueden imaginar: Kim Jong-Un morirá de viejo en su cama de emperador. 

Claro que, desde luego, la grandeza de estos tiempos que corren difícilmente nos los podríamos imaginar sin la imprescindible colaboración de los perros. Como se suele decir, lo mismo para un roto que para un descosido. No teníamos bastante con el servicio prestado a Kim cuando vamos y nos enteramos que, según minuciosos estudios llevados a cabo por las prestigiosas universidades de Chequia y Duisburg-Essem, los perros cagan mirando al norte. No es ésta cuestión baladí. En adelante, si vamos de excursión al monte y, de pronto, cae una espesa niebla, vamos, cogemos, agarramos y ponemos al perro a cagar. Y, ya saben, sabiendo donde esta el norte es imposible perderse.

En fin, que por estas cosas que les cuento debe ser por lo que la Sra. Melanie Joy, conocida activista vegetariana en su casa a las horas de comer, dice estar muy apenada porque hay gente que se comería de buena gana a su perro. Claro, lo entiendo, te comes al perro y a ver como te orientas luego. O cómo te cargas a ese tío que todos tenemos que no para de dar el cante.  

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