En lo que me gustaría detenerme hoy es en ese sentimiento que llamo de disforia por pura deformación profesional que me asalta cada vez que veo a la rumana o el rumano que, como por cumplimiento de las ordenanzas municipales, cada supermercado o similares, tiene adosado a su puerta principal. En principio debiera pensar que mientras están allí no están en otro sitio haciendo el mal que es seguramente a lo que se dedicarían si no mendigasen. Además, por otra parte, cumplen la inestimable función de proporcionar alivio espiritual a los dadivosos que, esos, si que darían para tres o cuatro tratad0s sobre las psicopatologías del ego.
Anyway, sea lo que sea, añadido a esa sensación de disforia inmediatamente se me representan las variaciones sobre el tema que orquestara Mateo Alemán a propósito de su impagable personaje Guzmán de Alfarache. El caso es que tras la humillación que recibiera Guzmán de parte de sus parientes, sale huyendo de Génova "desbaratado, desnudo, sin blanca y aporreado". Camino de Roma se apercibe de que "hay en Italia mucha caridad y tanta, que me puso golosina el oficio nuevo para no dejarlo". Así, a medida que hace camino va aprendiendo tretas de unos y otros con lo que su hacienda sube hasta hacerle adquirir hábitos que contravienen las reglas del oficio. Ya en Roma, sintió a otros pobres tras de él que decían: "Este rapaz español que agora pide en Roma, nuevo es en ella, sabe poquito y nos destruye, por lo que he visto, una vez comido, en las más de las partes que llega si le dan vianda no la recibe. Destrúyenos el arte dando pruebas de que andamos sobrados....". Otro que con ellos iba, dijo entonces: "Pues dejádmelo y callad, que yo lo disciplinaré como se entienda y no se deje tan fácil entender". Y diole ciertos avisos de los de para no olvidar en la vida. "Entre los cuales fue uno con que soltaba tres o cuatro pliegues al estómago, sin que me parase perjuicio por mucho que comiese. Enseñome también a trocar a trascantón*..". Y luego le dio por escrito las Ordenanzas Mendicativas, advirtiéndole de ellas para evitar escándalo y que anduviese instruto.
Al que tenga curiosidad por saber de esas ordenanzas le diré que puede encontrarlas en el "libro 3º, capitulo II" del "Guzmán de Alfarache". Así y todo les citaré una de ellas por parecerme que resume mejor que cualquiera de las otras el espíritu que anima el oficio: "Que ningún mendigo consienta ni deje servir a sus hijos ni que aprendan oficios ni les den amos, que ganando poco trabaja mucho y vuelven pasos atrás de lo que deben a buenos y a sus antepasados".
Pero, no sólo es Mateo Alemán el que hace tambalear mis convicciones nazis al respecto. "Hospital de incurables" de Diego Torres de Villarroel también es pieza que incita a la reflexión sobre el particular. Trata de un hospital de incurables que había por fuera de las murallas de Salamanca que tenía adjunto un albergue para mendigos. Para alojarse allí cada noche los mendigos tenían que entregar a la regidora una parte de la recaudación del día. Con ese dinero se financiaba el hospital. En esas estaban, funcionando como la seda, cuando por causa de la moda ilustrada o lo que fuere, va el rey Felipe III y lanza una pragmática prohibiendo la mendicidad en las ciudades. ¡Menudo papelón para los salmantinos! ¿Qué hacer entonces con los incurables? Claro que los salmantinos, otra cosa no, pero dotes para levantar argumentos en la dirección que sea... Así fue que el rey se vio pronto sumergido en una montaña de bien construídas contrapragmáticas que, como no podía ser de otra manera, le pusieron en un brete... pero eso es otra historia.
Bueno, concluyendo, que habrá que aprender a vivir con ello y, la disforia, pelillos a la mar.
* trocar a trascantrón: vomitar a la vuelta de la esquina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario