jueves, 16 de enero de 2014

Lo bueno por conocer



Leo que el Ayuntamiento de Hamburgo está llevando a cabo un plan urbanístico para eliminar los coches al 100% en 20 años. A mí no se me ha perdido nada en Hamburgo así que difícilmente me van a ver por allí, pero me alegra la noticia y me da cierta esperanza porque las cosas que considero buenas, avances hacia un mundo mejor, o que parece más racional, siempre empezaron a abrirse camino en algún sitio con todas las dificultades que implica vencer la renuencia de los más desarrapados hacia cualquier tipo de cambio en la buena dirección... que en la mala, por lo general, se tiran de cabeza sin pensárselo dos veces.

Cuando digo desarrapados me refiero a esas personas devastadas moralmente por el miedo, la pereza, la cobardía, la depresión y que suelen tener como divisa de su vida miserable el más cutre y falso de todos los refranes, el que preconiza que lo bueno por conocer siempre será peor que lo malo conocido. 

Lo malo conocido, es decir todas esas cosas mitificadas por el cine de Holywood de aquellos maravillosos años que se podrían resumir en la siguiente secuencia: pronuncia un deseo, chasca los dedos, ¡et voilá! Ya tienes la vida resuelta... y complicada para los restos. Y así ha sido y es, que de tanto conseguirlo todo con un simple, o poco más, chasquido de dedos, se ha puesto el mundo insoportable y nos pasamos media vida buscando aparcamiento, esperando en los semáforos, sorteando caquitas, respirando vapores mefíticos... por no hablar del estruendo que todo lo devora.

"Quién era aquella turba supe al cabo,
gente que no sirvió, dubitativa, 
ni a Dios ni al diablo en propio menoscabo.
Torpe gente, que nunca estuvo viva,
a moscones y avispas que hacen presa
en su cuerpo desnudo, mal esquiva."

El caso es que ayer fui al centro de la ciudad en bicicleta, cosa para la que, no se crean, hay que tener ciertos redaños. Estuve haciendo gestiones y pude comprobar hasta que punto los gestores que me atendieron viven desazonados por las muchas necesidades inútiles que se ven forzados a satisfacer. Chascaron los dedos un día y ya no pueden dar marcha atrás porque, para eso, sencillamente, hay que estar vivo y no sólo parecerlo. ¡Dios mío, no se pueden hacer idea hasta donde pueden llegar las pretensiones de homme d´esprit del que hasta ayer era mi peluquero! Me pregunto cual es la necesidad superflua que no tiene ese pobre desgraciado y no encuentro ninguna. Menos mal que la ceguera inherente a ser un furibundo izquierdista le proporciona algún alivio que, si no, de lo contrario, a buen seguro habría reventado ya ante la evidencia de su estulticia.

Luego, por la noche, viendo el programa "28 minutos" de la cadena ARTE me divertí de lo lindo. El asunto a analizar  esta vez era la rueda de prensa que acaba de dar el Presidente Hollande. Algo notable sin duda y no precisamente por la forma en que sorteó lo relativo a sus flaquezas genitales. Fue más bien por la rudeza con la que colocó a los franceses ante su propia realidad. Estaban allí para comentar la jugada tres periodistas. Una italiana, un inglés y un alemán. La forma en que suministraron caña el inglés y el alemán daba una idea de cómo esa gente se ha dado cuenta de lo superiores que son en el plano moral respecto de sus vecinos del sur. Rozando el desprecio contestó el alemán a su colega francés cuando este le inquirió sobre la deriva socialdemócrata... no le dejó terminar; todo fue oír la palabrita mágica y saltar como un tigre sobre su presa. ¿Socialdemócrata? ¿Pero usted se cree que los alemanes somos tan idiotas como para estar todavía organizando el pensamiento con palabras que no significan nada? No, mire usted, lo que propuso ayer Hollande es lo que hizo hace más de una década ya el canciller Schroeder, es decir tomar todas las medidas necesarias para una política de oferta. O sea, poner en el mercado los mismos productos pero a un precio más barato. Para lo cual, ni concertaciones sociales ni leches. Leyes y más leyes y todas impopulares. Y cuando acabe la legislatura me voy. Bajó los impuestos a las empresas. Abarató el despido. Ajustó los salarios a la productividad. Extendió el copago en los servicios sociales... puso las pilas a la gente en definitiva. 

Así es que los alemanes, después de tantos años con las pilas puestas, o renacidos por decirlo de otra manera, andan pensando ahora en como deshacerse de todas esas inutilidades que perturban la vida. Y esa deriva es la que les permite andar por el centro de las ciudades sin tener que tragar humos, esperar semáforos, esquivar caquitas de todo tipo... en fin, lo bueno por conocer



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