miércoles, 29 de enero de 2014

Poderío



Pasé un buen rato paseando por las salas del Museo Naval. Además, en la calle hacía espantoso, así que doble incentivo y no sólo para mí a juzgar por lo concurrido que estaba aquello. Paseaba y pensaba: esto es lo que cuenta. Por la mañana, como siempre, había echado un vistazo a los medios. El profesor Junqueras había dicho no sé qué sobre la tierra prometida. El profesor Rubalcaba, sobre el federalismo redentor. El fiscal Gallardón, sobre defensa de la vida. El matriculado en primero de derecho Patxi López, sobre primarias. A cuál más necio. Todo basura. O mitología barata para alentar a la chusma iletrada. Sin embargo, aquellas maquetas, aquellos arcabuces, aquellos cañones, eran todo realidad. Como el león que enseña los dientes y el que lo ve se lo tiene que pensar dos veces antes de tomar una decisión al respecto. 

La historia desprovista de mitos les comentaba ayer. Uno ve la maqueta de La Santísima Trinidad y automáticamente sabe que el país que mandó construir semejante máquina de guerra por fuerza tenía que ser respetado. Que le venciesen o no le venciesen después es lo de menos, lo que contaba es el esfuerzo que había que hacer para tenérselas tiesas. Es el poderío de lo que esos cañones representan: una sociedad articulada alrededor de esas fastuosas avenidas flanqueadas de museos, bancos, corporaciones, bibliotecas, academias... 

Uno, por querer de los dioses, ha nacido en un país realmente poderoso. Poderoso hasta donde realmente lo puede ser cualquier empresa humana, o sea, según se mire. Una convulsión de la naturaleza y todo se desmorona, pero, entre tanto, unas estanterías abastecidas, unas calles seguras, unas academias con sus puertas abiertas, dan para mucho contento y, también, lo más importante, para mucha responsabilidad. ¡Ay, que bueno sería que explicasen bien estas cosas a los chavales! 

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