Fue, como digo, a los treinta y tantos cuando puesto ante la evidencia caí del caballo camino de la madurez. El haber tenido la suerte de trabajar en un ambiente infectado por una célula comunista fue determinante para abandonar las veleidades adolescentes y enfrentar a mente descubierta la dura realidad. Ni ideologías ni leches, lo único que iba a contar en adelante era tomar el propio destino como cosa propia, valga la redundancia, y punto. Y, entonces, me fui de gira a conocer mundo que es lo primero que hay que hacer cuando se quiere de verdad abandonar el rebaño para convertirse en individuo.
Les cuento de éste, mi particular parcours ideológico, como a modo de justificación porque, es que, resulta que el otro día, andando por ahí de paseo con un amigo, nos topamos con un colega con fama de dicharachero al que yo no había visto desde hace al menos treinta años. Entonces mi amigo le dijo: ¿sabes quién es éste? Y el dicharachero contestó: ¡Cómo no, es xxx! Y luego, como para rematar: !eras bastante de izquierdas! Reconozco que esta apostilla no me dejó indiferente. Esa era la conclusión que sacaban los que por falta de conocimiento me calificaban por el hábito. Porque la verdad es que para cuando el colega dicharachero me conoció yo ya hacía tiempo que había pasado a ser uno de los mayores enemigos para los miembros de aquella célula comunista que trataban por todos los medios de hacerme la vida imposible por no dejarme infectar. Quizá la explicación de mi maldita fama fuese debida a que en aquellos tiempos confusos había una idea muy compartida por las derechas y las izquierdas, idea que consistía en dar por hecho que todo el que se significaba en la lucha contra el franquismo tenía que ser por necesidad de izquierdas. Era un craso error como luego se demostró y no sólo, por cierto, en mi caso. Pero, en fin, a quoi bon andar a estas alturas con semejantes historias.
Continuará.
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