domingo, 7 de septiembre de 2014

Corocotteando



Corocotta jura venganza a los romanos, reza el titular. Bueno, los romanos todos sabemos quienes eran y lo que representaban, pero ¿quién era Corocotta? ¿O qué representa en el imaginario popular?

Cuando yo era chaval y nada se sabía de Corocotta, solíamos blasonar los señoritos montañeses de pertenecer a una región sin apenas tradiciones. Fiestas, las justas para que el pueblo llano encontrase pareja. Y en eso se apoyaba un bien justificado orgullo de pertenencia porque de sobra es sabido desde tiempos remotos que la cultura de una población es directamente proporcional a la velocidad con la que se abandonan las antiguas tradiciones. Veíamos por entonces a vascos y catalanes con el montón de sandeces ancestrales que hacían y nos parecían pitecántropos. Pues bien, han corrido los tiempos y, al respecto, se diría que todos somos vascos y catalanes, o sea, pitecántropos sin remisión. 

Me explicaré con un inciso. Pusieron ayer en una televisión francesa un interesante programa sobre temas ganaderos. Resulta que en Alemania las granjas de vacuno nunca bajan de los mil ejemplares y producen varios millones de litros de leche al año. En realidad no son granjas sino empresas en las que los propietarios no saben ni de qué color son las vacas. Saben gestión empresarial y punto. Todo se aprovecha, hasta esa mierda tan molesta que hace a nuestro idílico landscape odioso durante una buena parte del año a causa de que tenemos olfato. Allí con ella, con la mierda, producen electricidad para alumbrar a las poblaciones circundantes. Pues bien, entonces, resulta que van unos empresarios franceses y piensan que ellos también pueden montar una empresa como la de los alemanes. Levantan las naves, importan la maquinaria de América y ya sólo les queda traer las mil vacas para empezar a producir. Apenas un interin de dos días que aprovechan los líderes sindicales agrarios de la región para hacer una incursión tipo comando de la muerte y destruir las instalaciones todo lo que pueden. Los Corocottas, en definitiva, que nunca faltan allí donde asoma el progreso de la humanidad. Imagínense el desastre que se nos avecina, argumentan los sindicalistas: en vez de setenta mil pequeñas explotaciones que perfuman todo el territorio patrio incluidos los acuíferos, sólo dos mil que para más inri son inodoras e insípidas. O sea, concluyendo, las esencias, nunca mejor dicho, de la patria en peligro. 

¡Larga vida a Corocotta! Podemos estar seguros. Allí donde haya un líder, un símbolo, que represente un freno al progreso, la modernidad y demás engendros que se traducen sobre todo en cambio de chip y esfuerzo mental tendrá el reconocimiento sin matices ni límites de las masas populares. Ya se sabe, la inocencia del Sagrado Corazón: que Prometeo robe el fuego sin que los dioses se ofendan. Porque lo que es con la leche barata en las estanterías todo el mundo esta encantado. Incluidos los corocóttidos.

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