lunes, 29 de septiembre de 2014

A veure

 
 
Ir con la verdad por delante cuando se trata de las cosas pequeñas, como los sentimientos en general y el amor en particular, es de idiotas. Ya se lo dijo Julieta a Romeo en pleno rapto de exaltación amorosa: "te seré tan fiel como las más expertas en el arte de fingir". Pero de más idiotas todavía es andarse por las ramas cuando están en juego las cosas serias. Verbi gratia, la supervivencia de la especie o el mantenimiento del status. Entonces conviene ser claro como el agua cristalina. Lanzar dardos certeros cual Diana Cazadora. Breves y concisos: quieres peces, pues mójate el culo.

A veure, ustedes quieren quedarse con algo que es mío por derecho, ¿no es así? Pues, entonces, quítenmelo. Ya saben, lo que se hizo siempre en estos casos, comprar kalashikovs y echarse al monte. Es bien sencillo. Nada proporciona cimientos más fuertes a la patria que la sangre derramada por sus hijos.

A partir de ahí, usted cumple los pactos o le rompo el espinazo. Eso es todo.

Pero claro, como dijo Nosequién, está esto de idiotas que no cabe uno más. Para que se hagan una idea les transcribiré el párrafo de un artículo aparecido hoy en el Periódico Global, el antiguamente autoproclamado Diario Independiente de la Mañana: "E igual sucede en Cataluña, donde la mayoría de la población, aunque no se sienta antiespañola, también está harta de la insufrible altanería e indisimulado desprecio con que ha sido tratada por la casta político-mediática del PP, cuyo resentimiento anticatalán se ha hecho sentir de forma sangrante desde que Aznar se vio obligado a pactar con Pujol." ¡Insufrible altanería e indisimulado desprecio! Se habrá quedado ancho el payo. Y si, además, añade lo de la casta político-mediátca ya, sospecho, habrá padecido orgasmo.

No es otro el problema que tenemos, todos estos idiotas concoctés en las sacristías esforzándose por hacer creer a los chorizos que se lo pueden llevar de calle a poco que den la vara... que, si no, ya ni te digo el tiempo que haría que hubiésemos dejado de oír hablar del asunto.

En resumidas cuentas: de aquella inflación de sacristías, esta plaga de descerebrados. De esta plaga de descerebrados las fundadas ilusiones de los chorizos. Así que si se quiere poner remedio ya se sabe que hay que empezar por llamar idiotas a los idiotas. Sin la menor concesión a la caridad. Después, lo dicho, cojan señores chorizos las armas y desángrense. Con unos cuantos cientos de miles de mártires seguro que lo consiguen.  

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