miércoles, 3 de septiembre de 2014

Faetones todos



Pasaron anoche por ARTE un programa curioso: L'URGENCE DE RALENTIR. Así, a primera vista, se diría que se trataba de un canto al tipo de vida de los chiflados alternativos, pero sin duda era bastante más que eso porque había mucha inteligencia y conocimiento en las experiencias sociales que mostraban. Una gota de agua en el desierto, pero seguramente es así como empezó la vida en el planeta. 

El caso es que me he pasado el verano aquí, en el Sardinero, viendo y sobre todo sufriendo a las masas desnortadas en busca de placeres inmediatos. Y, claro, por tal ha sido que el PIB regional ha crecido y el paro ha bajado. Nada en cualquier caso comparado con Barcelona donde hasta los rellanos de las escaleras se alquilan para que los turistas no forniquen por las calles. Y así por todo el mundo al grito ¡hay que divertirse ya a costa de lo que sea! 

El planeta se calienta, dicen, pero las embotelladoras de agua de Galicia llevan su mercancía a Cataluña y las de Cataluña a Galicia. Oye, tío, si sale a cuenta pour quoi pas, para eso fabricamos esos camiones descomunales y trufamos el territorio de autopistas. Así se resume la historia de esta carrera desesperada hacia no se sabe dónde. Venga Dios y nos lo explique.

A mí, en realidad, todo esto me importa un bledo porque ¡para lo que me queda! Además, ya aprendí que el ser humano en general es como es y menos mal que de vez en cuando surge un Erasmo para explicártelo. Queda bien patente que la estupidez es la reina del paraíso en la Tierra. Pareciera como que Dios nos ha programado para correr tras quimeras destructivas, el deporte mundial por excelencia. En realidad si a alguien tenemos entronizado, aún a costa de ignorarlo, es a Faetón. Ya saben, el de los caballos desbocados en dirección al sol que lo quema todo empezando por los caballos y el propio Faetón. 

No sé, pero para mí que todas esas experiencias colectivas que tienen lugar en sitios como Bristol o Itaka pueden estar bien y seguro que hacen la vida más agradable a la gente con cerebro que no sé si es poca o mucha. Pero no me engaño. La salida a toda esta molestia que no cesa es personal. Te bajas o no te bajas del carro de Faetón. Claro que para poder bajarse lo primero que hay que hacer es aprender a no mirar el dedo cuando te señalan la luna. ¡Casi na!

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