sábado, 27 de septiembre de 2014

Sin subvenciones Y amén

 
 
 

Se dijo hasta la saciedad que con la llegada de los fachas al poder la cosa de la cultura se iba a ir a pique. El cine y todo eso. Ya se sabe, izquierda culta, derecha pesetera. Los tópicos tontos que circulan al amparo de la incuria intelectual que proporciona la desmesura dionisiaca imperante. ¡Ay, qué tiempos aquellos cuando la noche era sólo para los poetas!

En cualquier caso, la realidad, mi realidad, es que de Buñuel para acá nunca se vieron películas españolas tan buenas como las de Paco León. Con Paco me pasa como con Houelebecq, que me desvelan ciertos aspectos de mi personalidad que detesto y que están en el origen de tanta crítica autojustificadora y tanto deseo de huida. Es, sencillamente, una cuestión de cobardía para enfrentar la vida y un sentimiento como de derecho a que te lo den todo resuelto, es decir, a arrojar sobre los otros tus problemas. 

Carmina es un dechado de virtudes cívicas que son, no nos engañemos, las únicas que cuentan. Escucha, confía, no juzga en vano, actúa y, sobre todo, resuelve. De sus marrones, que no son mancos, no deja ni un ápice para que se lo coman otros. Es, para que nos entendamos, el antivampiro por excelencia. Lo más que se puede ser en este mundo socialdemocratizado.

Carmina, el camino de salida de todas las crisis que nos asolan. Créanlo.

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