lunes, 8 de septiembre de 2014

Romero, romero



Cuando anduve por Salamanca conocí a unos hermanos que tenían problemas con la droga. Ni trabajaban ni estudiaban ni tapicheaban, pero tenían un buen pasar. Su padre por lo visto era o había sido concejal del Ayuntamiento por parte del Partido Popular y su madre era una reconocida echadora de cartas. Y era su madre según se comentaba la que pagaba las abultadas facturas de las imperiosas necesidades de los hijos. O sea, que ganaba pasta gansa. Claro, en Salamanca hay mucha cuernocracia que ya se sabe lo supersticiosa que es esa gente, pero es que al parecer el grueso de la clientela eran los políticos. Hasta los de Madrid venían a que les discerniese el porvenir. Nada por otra parte de lo que extrañarse porque a poco que uno haya leído historia sabrá de la escabrosa afición a los videntes y brujerío en general por parte de buen número de los líderes del mundo de todos los tiempos. Y, todo hay que decirlo, sobre todo de los líderes de corte totalitario. 

Así es que hoy me desayuno con las aventuras de Pujol, totalitario o no, que yo creo que sí, y la bruja Adelina. Se veía venir porque no era normal en absoluto que se le hubiesen quitado los tics que tenía en la cara de la noche a la mañana. Por lo visto Adelina recorría con huevo el cuerpo, no especifican si desnudo, y la cabeza de Pujol mientras recitaba: "romero, romero, saca lo malo y deja lo bueno". Tampoco nos especifican en qué idioma lo decía, saber lo cual no hubiese dejado de tener su interés. Anyway, lo que cuenta es que consumada la terapia la bruja rompía el huevo y siempre la clara salía negra. ¡Resuélvanme ustedes ese enigma! Porque no vamos a creer, como argumentaba Adelina, que era a causa de estar poseído Pujol de mal de ojo.  
En fin, dejemos lo de Pujol porque no parezca que todavía queremos hacer más leña del árbol caído y vayamos al asunto de la pervivencia en magnífico estado de salud de todas las artes de la superchería en general y la brujería en particular. Porque poco hay que indagar en el asunto para enterarse de los miles de kilómetros que hacen y los millones de euros que se gastan las familias en ese tipo de cosas a nada que la fortuna se les muestra adversa sobre todo en cuestiones de salud. 

Recuerdo que de niño, aquí en la provincia, todos se hacían lenguas de las habilidades casi taumatúrgicas de Don Honorato, más conocido por El Brujo a secas. Hacía por aquel entonces estragos entre el personal la tuberculosis para la que Don Honorato tenía un remedio infalible que consistía en restregar al amanecer todo el cuerpo desnudo por un prado cubierto de rocío. Por lo demás se sabía que Don Honorato se había ido de niño a Cuba donde Don King, un exitoso indiano de Liérganes del que algún día les contaré, le había colocado de ayudante de un curandero nativo experto en las artes del vudú. Don Honorato parriba, Don Honorato pabajo, yo no sé si porque era hijo de médico o qué, todo el mundo me contaba sus increíbles logros. Como diciendo, pa que veas, que para saber curar no hacen falta estudios ni nada, sólo poseer poderes sobrenaturales. Hasta un cura salesiano que me daba clases de francés no paraba de cantarme las excelencias del truhán al que acudía con frecuencia a primeras horas de la madrugada. Decían que si llegabas a las cuatro ya no te podía atender en todo el día. Tanto era el gentío que allí buscaba consuelo. Y nosotros, los niños, cuando íbamos de paseo con el colegió por El Alta, al pasar frente a su casa siempre la señalábamos con una punta de entre reverencia y temor y decíamos: ahí vive El Brujo. No sé qué supondríamos. 

En fin, a lo que iba, que lo que para mí, por la educación que recibí en casa supongo, no es sino signo de atraso y borreguez, para gran cantidad de gente que he tratado, aparentemente cultivada, es signo de flexibilidad mental y aceptación de lo inexplicable por los métodos habituales de la lógica. Porque puede haber otra lógica que somos incapaces de comprender, argumentan. La verdad, creo que las apariencias me engañaban: esa gente no era cultivada. Eran fanáticos superticiosos, o sea, ignorantes puros y duros por muchos idiomas que hablasen o mucho que blasonasen de progresistas. Lo dice el Padre Astete, que están en pecado mortal los que creen en agüeros, supercherías. Y bien que yo lo creo.  

2 comentarios:

  1. La autora de Harry Potter da un millón de euros para la campaña contra la independencia de Escocia. Higgs no, porque no lo tiene. Cuándo tendremos una sociedad de ciudadanos y no de chusma...

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    1. Menudo conundrum planteas. El salto del sentimentalismo a la racionalidad. Fíjate quien es el padre de la patria catalana, el que ha montado toda esta merde en definitiva, un tipo que recurre a brujas para sus asuntos personales. Cada vez lo veo más dífícil todo esto. Si fuese rico procuraría instalarme en Suiza, pero como no lo soy tendré que mirar a ver si en las soledad de las llanuras... o quizá de las montañas.

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