Mientras esperaba para tomar el tren en la estación de Chamartín me demoré un rato en una librería de feria que había por allí. Los libros de auto-ayuda se llevaban la palma. De pronto mi vista se sintió atraída por un título: "Gente tóxica", de un tal Bernardo Stamateas. Me puse a inspeccionalo. Ya en la portada te conmina a deshacerte de la gente que entorpece tu vida. Luego, en el interior, montones de citas de autores consagrados animando a no dejarse chupar la sangre y dando consejos sobre la mejor manera de clavar la estaca en el corazón del vampiro. Por un instante estuve tentado de comprarle, pero, ya digo, sólo por un instante. De inmediato caí en la cuenta de que entre todas las citas que había leído no había ni una que hiciese referencia a la introspección necesaria para calibrar la propia toxicidad. Porque, pienso, de poco sirve saber, o suponer, la toxicidad de los otros si desconoces la tuya. Claro, quizá mi somera ojeada, u hojeada, no me dio una idea cierta del contenido del libro, porque el caso es que a su lado había otro del mismo autor de título "Emociones tóxicas" que, ese sí, prometía en su portada el cómo identificarlas como paso previo para deshacerse de ellas.
Sin duda el asunto de la toxicidad, tanto la propia como la que viene de fuera, es de una trascendencia vital en lo que a las relaciones humanas se refiere. Todos tendemos a distanciarnos de los que percibimos como tóxicos para nuestro bienestar de la misma manera que otros se nos alejan sin que sea por nuestra voluntad. Y nada de ello, para nuestra desgracia, es banal. Suele discurrir con más o menos sufrimiento en función de las escamas que uno haya ido acumulando sobre las neuronas, ya sea por el más común procedimiento de recibir palos, ya sea por la esforzada ilustración. Sin descartar, claro está, que las escamas estén allí de nacimiento, que no sabe uno si, entonces, es don o maldición
Sea como sea, le experiencia me dice que pocas cosas hay más desagradables en la vida que la conciencia de la propia toxicidad. Una veces sobrevenida por la humillación recibida de parte de alguien al que has intentado trasladar tus noxas y otras porque, sin más, caes en la cuenta de que tienes una halitosis que más vale que pongas tierra por medio so pena de marchitar las flores. En fin, todo esto, como no podría ser de otra forma, está especialmente condicionado por los estados de ánimo y por tal es que la ingestión de una cerveza sirva a veces para cambiar las tornas y sentir digo donde sentiste Diego. Anyway, conviene ser muy cuidadoso con estos asuntos que no por otra cosa Apolo era como era y tomaba siempre aquella lejanía que, al final, acabó convirtiendose en la característa más definitoria de su personalidad. Desde lejos, desde luego, es difícil que los demás perciban tu halitosis y, por supuesto, que a ti te afecte la ajena.
En definitiva, que me voy por ahí a ver si consigo escampar la boira.
jueves, 27 de agosto de 2015
domingo, 23 de agosto de 2015
En cuclillas sobre el bolardo
Ayer por la tarde fui a pasar un rato con mi madre y hermana. No hacía ni tres minutos que había llegado cuando mi hermana me contó con aires de desolación que habían cerrado la tienda de guitarras de debajo y que en su lugar iban a abrir un chino. Como conozco el percal me limité a responder que era el signo de los tiempos. Creí que con eso había quedado zanjado el ataque, pero mi madre, que tiene una sordera bien administrada, o sea, que oye lo que quiere, entró en la liza con un "no me gustan nada los chinos". Y por qué no te gustan mamá, pregunté yo a sabiendas de la respuesta. "Porque no me fío de ellos". Y por qué no te fías, proseguí. "Pues no sé, porque no me gustan". Alguna vez, en semejante tesitura, yo le había recordado que ella era cristiana practicante, pero como si le hubiese dicho que por el mar corren las liebres. Así que interrumpí el diálogo para besugos, mil veces ya tenido, y me dedique a pensar.
A pensar que difícilmente se podría encontrar un ejemplo más explícito de xenofobia. Y cómo personas por lo demás cultas y razonables pueden estar poseídas por ese resentimiento demoledor. Se podría especular hasta el infinito que si es por esto o por aquello, pero, en definitiva, siempre será por pura irracionalidad. Por el no saber luchar contra el natural sentimiento de inseguridad más que por medio del sacrificio del chivo expiatorio. Por el odio al otro que se supone diferente. Por miseria moral para ser claros. Porque es que el caso es que tanto la una como la otra se habían fartao a decir desprecios de las andinas y ahora que las duras circunstancias les han obligado a recurrir a una de ellas no saben si la ven o la sueñan. Todo son alabanzas. ¡Hay que joderse!
Por lo demás, esta mañana, aprovechando que las temperaturas son casi otoñales, he agarrado el metro y me he plantado en Usera. Usera por decir algo porque en realidad debiera llamarse China Town. Sabor de barrio, tesoro antiguo. He querido hacer una foto a un chino joven que hablaba por el móvil en cuclillas sobre un bolardo, pero no me ha dado tiempo a sacar el teléfono. Me hubiese gustado ofrecerles esa información gráfica porque, además, hubiesen podido comprobar que todo el fondo era de carteles publicitarios en chino. Restaurantes, peluquerías, supermercados, inmobiliarias, bazares, moda, algún bar de chicas y, por supuesto, en la principal encrucijada, las casas de juego. Me hubiese quedado a comer pero era muy pronto y no tenía el menor atisbo de hambre. Pero volveré porque me ha parecido un lugar fascinante donde les haya.
En fin, que gracias mil otra vez a los dioses omnipotentes por haberme concedido vivir en estos tiempos y lugares tan sumamente privilegiados.
A pensar que difícilmente se podría encontrar un ejemplo más explícito de xenofobia. Y cómo personas por lo demás cultas y razonables pueden estar poseídas por ese resentimiento demoledor. Se podría especular hasta el infinito que si es por esto o por aquello, pero, en definitiva, siempre será por pura irracionalidad. Por el no saber luchar contra el natural sentimiento de inseguridad más que por medio del sacrificio del chivo expiatorio. Por el odio al otro que se supone diferente. Por miseria moral para ser claros. Porque es que el caso es que tanto la una como la otra se habían fartao a decir desprecios de las andinas y ahora que las duras circunstancias les han obligado a recurrir a una de ellas no saben si la ven o la sueñan. Todo son alabanzas. ¡Hay que joderse!
Por lo demás, esta mañana, aprovechando que las temperaturas son casi otoñales, he agarrado el metro y me he plantado en Usera. Usera por decir algo porque en realidad debiera llamarse China Town. Sabor de barrio, tesoro antiguo. He querido hacer una foto a un chino joven que hablaba por el móvil en cuclillas sobre un bolardo, pero no me ha dado tiempo a sacar el teléfono. Me hubiese gustado ofrecerles esa información gráfica porque, además, hubiesen podido comprobar que todo el fondo era de carteles publicitarios en chino. Restaurantes, peluquerías, supermercados, inmobiliarias, bazares, moda, algún bar de chicas y, por supuesto, en la principal encrucijada, las casas de juego. Me hubiese quedado a comer pero era muy pronto y no tenía el menor atisbo de hambre. Pero volveré porque me ha parecido un lugar fascinante donde les haya.
En fin, que gracias mil otra vez a los dioses omnipotentes por haberme concedido vivir en estos tiempos y lugares tan sumamente privilegiados.
sábado, 22 de agosto de 2015
Dos cabalgan juntos
No sé cuanta gente hay por ahí que si les dices Ashley Madison no saben de verdad de qué estás hablando. Porque en estas cosas de la privacidad la cautela se impone por goleada a la sinceridad. Y no por nada sino porque, como dijo el sabio, la hipocresía es un homenaje que el vicio hace a la virtud. El vicio y la virtud: dos cabalgan juntos.
Pues bien, Ashley Madison ha sido noticia estos días porque ha dejado a una gran porción de la parte virtuosa de la humanidad a la vista del respetable con el calzón caído. Unos hackers han entrado en sus dominios y se han apoderado de sus archivos que, por así decirlo, son la carga de la prueba de cómo el vicio discreto homenajea a la virtud. A veces, o al final siempre, la verdad sale a la luz por los inescrutables caminos que usa la divinidad. Así que buena gana de esforzarse por ocultar según qué cosas, las del fornicio en concreto que, si bien se mira, tan inocentes son.
Bueno, pues les diré, si ustedes cogen, agarran y, por lo que sea que les apetece, se ponen a ver porno, comprobarán que cada vez que intentan iniciar un vídeo se les cuela otro que se lo impide. La dichosa propaganda. No te mates a pajas, llama a tal número. Soy Titiana y soy tu vecina, en cinco minutos puedo estar en tu casa. Cosas así que sólo hay que clikar en la crucecita adyacente para eliminarlas y ya puedes iniciar el vídeo. Pero hay una página que persiste en inmiscuirse como ninguna ofreciendo discreción total para las relaciones extramatimoniales. Eso es Ashley Madison. Te inscribes, supongo que pagas una pequeña cantidad y puedes estar seguro que por muy roto que seas tienes cerca de donde vives unos cuantos descosidos entre los que escoger. Yo, la verdad, me he sentido tentado más de una vez de hacer uso de semejante prodigio pero siempre me ha vencido la pereza y, ahora, después de lo de los hackers, me alegro de que así haya sido... porque menudo tostón hubiese supuesto tener que dar a estas alturas explicaciones por haber sido cogido in fraganti.
Lo demás, lo que todos, y todas, sospechábamos: en dando facilidades el vicio lúbrico se desborda. Por eso no viene a cuento el hacerse el sorprendido por los millones de clientes que la citada página tenía por todo el mundo. Millones y millones de clientes homenajeando a la virtud. Desde luego que the Holy Father debiera mencionar el prodigio en su Angelus de los domingos.
Pues bien, Ashley Madison ha sido noticia estos días porque ha dejado a una gran porción de la parte virtuosa de la humanidad a la vista del respetable con el calzón caído. Unos hackers han entrado en sus dominios y se han apoderado de sus archivos que, por así decirlo, son la carga de la prueba de cómo el vicio discreto homenajea a la virtud. A veces, o al final siempre, la verdad sale a la luz por los inescrutables caminos que usa la divinidad. Así que buena gana de esforzarse por ocultar según qué cosas, las del fornicio en concreto que, si bien se mira, tan inocentes son.
Bueno, pues les diré, si ustedes cogen, agarran y, por lo que sea que les apetece, se ponen a ver porno, comprobarán que cada vez que intentan iniciar un vídeo se les cuela otro que se lo impide. La dichosa propaganda. No te mates a pajas, llama a tal número. Soy Titiana y soy tu vecina, en cinco minutos puedo estar en tu casa. Cosas así que sólo hay que clikar en la crucecita adyacente para eliminarlas y ya puedes iniciar el vídeo. Pero hay una página que persiste en inmiscuirse como ninguna ofreciendo discreción total para las relaciones extramatimoniales. Eso es Ashley Madison. Te inscribes, supongo que pagas una pequeña cantidad y puedes estar seguro que por muy roto que seas tienes cerca de donde vives unos cuantos descosidos entre los que escoger. Yo, la verdad, me he sentido tentado más de una vez de hacer uso de semejante prodigio pero siempre me ha vencido la pereza y, ahora, después de lo de los hackers, me alegro de que así haya sido... porque menudo tostón hubiese supuesto tener que dar a estas alturas explicaciones por haber sido cogido in fraganti.
Lo demás, lo que todos, y todas, sospechábamos: en dando facilidades el vicio lúbrico se desborda. Por eso no viene a cuento el hacerse el sorprendido por los millones de clientes que la citada página tenía por todo el mundo. Millones y millones de clientes homenajeando a la virtud. Desde luego que the Holy Father debiera mencionar el prodigio en su Angelus de los domingos.
jueves, 20 de agosto de 2015
Alcantarillas
Una vez Felipe González, cuando los cínicos se le echaron encima con motivo de aquel asunto de los GAL o cosa parecida, habló de la inevitabilidad de las alcantarillas del Estado. ¡Dios mío! Los purísimos se estremecieron de tan solo pensar que nosotros pudiésemos tener aquí una cosa tan demoniaca y pestilente como la CIA. La verdad es que a esos purísimos lo de la KGB les daba igual porque todo lo que había en la UURS no podía ser sino para bien de la humanidad. Sea como sea, los cínicos, con Aznar a la cabeza, iban en plan de sacar tajada porque estaban seguros que las inmensas legiones de descerebrados, los purísimos, les iban a seguir a pies juntillas. Y así fue: Felipe González, alcantarillas mediante, asestó el golpe definitivo al carlismo vasco, pero quedó impregnado del olor fétido que desprenden los desagües. En adelante, ya nadie quería ser su amigo porque, sencillamente, olía mal.
El mal olor es de las cosas más desagradables que existen. Y por eso combatirlo se convirtió desde los inicios de la civilización en una de las industrias más rentables. Que se lo digan, si no, a Paco Rabane. El caso es que en uno de los episodios de mi ya largo deambular por el mundo fui a dar a una región de apariencia bastante paradisíaca. Hasta que soplaron los vientos en la dirección inadecuada. Entonces el hedor me impregnó de tal manera que ya no pude tener otro deseo que no fuese quedarme anósmico. O anósmico o escapar. Porque aquel paraíso resultó tener las alcantarillas más pestilentes del país no por otra cosa que porque allí era donde se producían la mayor parte de esas maravillas que atiborran las estanterías charcuteras de los supermercados de la toda la Unión.
Pero, en fin, ya se sabe que esos paraísos para melancólicos sólo lo pueden ser por tener un cierto contrapunto de inhospitabilidad. Ya lo vimos en aquella serie "Northern Exposure". Sin los 40º bajo cero, Alaska en estos momentos sería la Costa del Sol. Afortunadamente, a los melancólicos les queda el recurso de la adaptación a la adversidad extrema para seguir soñando. Y eso es lo que había hecho, adaptarse, una señora belga que habitaba aquellos entornos malolientes. Se había instalado en un masía de ensueño y aprendido los socaires más convenientes para los vientos inadecuados. Se la veía feliz cultivando su huerto, pintando los paisajes del entorno y acariciando a su legión de mascotas... pero, ¡ay!, la serpiente siempre habita el paraíso. Un buen día, a un kilómetro de su casa, hacia el noroeste, de donde viene el asesino y frecuente cierzo, empezaron a levantar una fábrica de comida para mascotas. La belga, y por demás flamenca, se temió lo peor y empezó una campaña de activismo social para parar aquella empresa maligna. No topó con la Iglesia sino con algo peor: una multinacional americana. En tres meses las chimeneas ya echaban humo y, si el viento era adverso, el hedor que llegaba hasta mi demeure, que estaba a unos cuatro kilómetros, dejaba en cosa de risa al que despedían las granjas charcuteras. No sé en que acabaría lo de la belga, y flamenca, porque yo, a D. G., hice el petate y marche en busca de nuevos paraísos... los melancólicos no tenemos solución al respecto.
Les cuento estas tonterías a propósito del revuelo que hay armado por una encíclica, Laudato si, publicada recientemente por el lenguaraz Francisco. Es lo que tiene ser un líder sudamericano, y ya no digo si es argentino, que es que muestran una habilidad innata para decirle a la gente lo que a la gente le gusta escuchar. Y qué es lo que a la gente le gusta escuchar sobre todas las cosas, pues eso, que es posible un mundo sin alcantarillas y fábricas de comida para mascotas. Cuestión sólo de buena voluntad. Lo que le falta a la CIA y a las multinacionales sobre todo si son yankis. Los enemigos de la humanidad. Y de la animalidad. En fin, chorradas.
El mal olor es de las cosas más desagradables que existen. Y por eso combatirlo se convirtió desde los inicios de la civilización en una de las industrias más rentables. Que se lo digan, si no, a Paco Rabane. El caso es que en uno de los episodios de mi ya largo deambular por el mundo fui a dar a una región de apariencia bastante paradisíaca. Hasta que soplaron los vientos en la dirección inadecuada. Entonces el hedor me impregnó de tal manera que ya no pude tener otro deseo que no fuese quedarme anósmico. O anósmico o escapar. Porque aquel paraíso resultó tener las alcantarillas más pestilentes del país no por otra cosa que porque allí era donde se producían la mayor parte de esas maravillas que atiborran las estanterías charcuteras de los supermercados de la toda la Unión.
Pero, en fin, ya se sabe que esos paraísos para melancólicos sólo lo pueden ser por tener un cierto contrapunto de inhospitabilidad. Ya lo vimos en aquella serie "Northern Exposure". Sin los 40º bajo cero, Alaska en estos momentos sería la Costa del Sol. Afortunadamente, a los melancólicos les queda el recurso de la adaptación a la adversidad extrema para seguir soñando. Y eso es lo que había hecho, adaptarse, una señora belga que habitaba aquellos entornos malolientes. Se había instalado en un masía de ensueño y aprendido los socaires más convenientes para los vientos inadecuados. Se la veía feliz cultivando su huerto, pintando los paisajes del entorno y acariciando a su legión de mascotas... pero, ¡ay!, la serpiente siempre habita el paraíso. Un buen día, a un kilómetro de su casa, hacia el noroeste, de donde viene el asesino y frecuente cierzo, empezaron a levantar una fábrica de comida para mascotas. La belga, y por demás flamenca, se temió lo peor y empezó una campaña de activismo social para parar aquella empresa maligna. No topó con la Iglesia sino con algo peor: una multinacional americana. En tres meses las chimeneas ya echaban humo y, si el viento era adverso, el hedor que llegaba hasta mi demeure, que estaba a unos cuatro kilómetros, dejaba en cosa de risa al que despedían las granjas charcuteras. No sé en que acabaría lo de la belga, y flamenca, porque yo, a D. G., hice el petate y marche en busca de nuevos paraísos... los melancólicos no tenemos solución al respecto.
Les cuento estas tonterías a propósito del revuelo que hay armado por una encíclica, Laudato si, publicada recientemente por el lenguaraz Francisco. Es lo que tiene ser un líder sudamericano, y ya no digo si es argentino, que es que muestran una habilidad innata para decirle a la gente lo que a la gente le gusta escuchar. Y qué es lo que a la gente le gusta escuchar sobre todas las cosas, pues eso, que es posible un mundo sin alcantarillas y fábricas de comida para mascotas. Cuestión sólo de buena voluntad. Lo que le falta a la CIA y a las multinacionales sobre todo si son yankis. Los enemigos de la humanidad. Y de la animalidad. En fin, chorradas.
miércoles, 19 de agosto de 2015
Genuflexiones
Ayer por la tarde, cuando pasaba junto al teatro de marionetas que hay en el Retiro, pude ver que en un trozo de césped se habían instalado una media docena de tipos que no paraban de hacer genuflexiones en dirección a la Meca. Por los alrededores pululaban las sombras siniestras de las que no podían ser otra cosa que sus señoras. Es curioso la cantidad de musulmanes que andan por el Retiro. Un anticipo de su soñado paraíso, sin duda, en el que lo preceptivo, al parecer, es que las mujeres vayan veladas a cal y canto, por lo general de luto riguroso. Me pregunto si esa gente sabrá que escondido en una esquina del parque hay un monumento conmemorativo a las víctimas de la masacre que sus correligionarios causaron un 11 de marzo no lejano para mayor gloria de Alá. Bueno, en cualquier caso la gente que pasaba cabe a los orantes no hacía más caso del que suelen hacer cuando pasan junto a una pareja de fornicantes. Es lo que tiene haber llegado a ese grado de bienestar colectivo en el que los individuos pasan olímpicamente de todo tipo de exhibicionismos.
Sin embargo, como bien es sabido, sólo hay que que rascar un poco para que las cosas no sean lo que a primera vista parecen. ¿Por qué la misma gente que muestra esa aparente tolerancia infinita hacia los correligionarios de los que nos ponen bombas bajo el culo no puede tolerar que actúe en un festival veraniego un cantante judío? Los judíos son odiosos por naturaleza para demasiada gente. Ahora es porque oprimen a los palestinos. Antes era porque practicaban la usura. Otras veces porque envenenaban las aguas de la traída. Motivos pintorescos nunca han faltado, aunque si a mí me diesen a escoger uno con visos de sustancia real diría que es el de "porque mataron a Cristo". Porque es que a la gente, aunque haga como que no, le entusiasma Cristo por la misma razón que le encantan todas las ideologías que ofrecen duros a cuatro pesetas. Acuérdense de con qué facilidad multiplicaba aquel tipo los panes y los peces. Por no hablar de lo barata que le salía la sanidad que sólo necesitaba un ligero roce de sus manos para curar lo que fuese. O la facilidad con que lo aprendía todo que a los doce años, por arte de birli-birloque, sabía mil veces más que cualquiera que tuviese cinco doctorados por Harvard. No, desde luego, haberse cargado ese mito no puede tener perdón. Que lo paguen por los siglos de los siglos.
Ahora que, lo que me gustaría saber es qué les pasa por la cabeza a esas mujeres veladas cuando pasean entre mujeres medio despelotadas que retozan por el césped con sus chorbos. Lo que se les pasa a sus maridos me resulta más sencillo: ese exhibicionismo ramplón como de superioridad moral no puede se otra cosa que una lacerante falta de seguridad en sí mismos. Y como todos los inseguros, sádicos. Disfrutando de la tortura que infringen a sus mujeres al obligarlas a tragarse con la vista las delicias de la libertad que se están perdiendo porque a ellos les sale de la punta el nabo. Unos desgraciados peligrosos, sin duda, a los que convendría parar los pies antes de que sea demasiado tarde, mismamente como, ayer mismo por la noche, en un programa televisivo, vi que preconizaba un tal Albiol al que los cristianos camuflados de progres se han apresurado a llamar nazi.
En fin, qué entretenida por alambicada es la realidad que nos rodea. Y cuántas gracias tenemos que dar a los dioses omnipotentes por habernos hecho nacer en un lugar donde ese alambicamiento se digiere sin dejar más rastro que unas inodoras ventosidades. Perdonen el alarde escatológico.
Sin embargo, como bien es sabido, sólo hay que que rascar un poco para que las cosas no sean lo que a primera vista parecen. ¿Por qué la misma gente que muestra esa aparente tolerancia infinita hacia los correligionarios de los que nos ponen bombas bajo el culo no puede tolerar que actúe en un festival veraniego un cantante judío? Los judíos son odiosos por naturaleza para demasiada gente. Ahora es porque oprimen a los palestinos. Antes era porque practicaban la usura. Otras veces porque envenenaban las aguas de la traída. Motivos pintorescos nunca han faltado, aunque si a mí me diesen a escoger uno con visos de sustancia real diría que es el de "porque mataron a Cristo". Porque es que a la gente, aunque haga como que no, le entusiasma Cristo por la misma razón que le encantan todas las ideologías que ofrecen duros a cuatro pesetas. Acuérdense de con qué facilidad multiplicaba aquel tipo los panes y los peces. Por no hablar de lo barata que le salía la sanidad que sólo necesitaba un ligero roce de sus manos para curar lo que fuese. O la facilidad con que lo aprendía todo que a los doce años, por arte de birli-birloque, sabía mil veces más que cualquiera que tuviese cinco doctorados por Harvard. No, desde luego, haberse cargado ese mito no puede tener perdón. Que lo paguen por los siglos de los siglos.
Ahora que, lo que me gustaría saber es qué les pasa por la cabeza a esas mujeres veladas cuando pasean entre mujeres medio despelotadas que retozan por el césped con sus chorbos. Lo que se les pasa a sus maridos me resulta más sencillo: ese exhibicionismo ramplón como de superioridad moral no puede se otra cosa que una lacerante falta de seguridad en sí mismos. Y como todos los inseguros, sádicos. Disfrutando de la tortura que infringen a sus mujeres al obligarlas a tragarse con la vista las delicias de la libertad que se están perdiendo porque a ellos les sale de la punta el nabo. Unos desgraciados peligrosos, sin duda, a los que convendría parar los pies antes de que sea demasiado tarde, mismamente como, ayer mismo por la noche, en un programa televisivo, vi que preconizaba un tal Albiol al que los cristianos camuflados de progres se han apresurado a llamar nazi.
En fin, qué entretenida por alambicada es la realidad que nos rodea. Y cuántas gracias tenemos que dar a los dioses omnipotentes por habernos hecho nacer en un lugar donde ese alambicamiento se digiere sin dejar más rastro que unas inodoras ventosidades. Perdonen el alarde escatológico.
martes, 18 de agosto de 2015
El dato y el reto
Un jugador del Club de Fútbol Barcelona F. C., le ha soltado al árbitro en mitad del partido un "me cago en tu puta madre" como una casa. El árbitro, como es de recibo en el mundillo al que pertenece, se ha sentido aludido y ha hecho uso de su omnímoda autoridad, de resultas de lo cual ha sacado tarjeta roja al lenguaraz jugador. Lo que a continuación está en juego es el número de partidos de los que se verá privado el susodicho cosa que, como es preceptivo, deberá ser determinado por un órgano disciplinario constituido a tal efecto. Por el medio, millones de litros de tinta y toneladas de ondas hertzianas para dar cuenta de tamaña nimiedad. Todo un ejemplo, en fin, de como se nos ha sofisticado la vida.
El caso es que en eso pensaba ayer, en la sofisticación, o lo que sea, de la vida, cuando el camarero, mientras yo comía, me contaba consternado el suceso que tenía conmovida a toda la comunidad de Pelayo 59. Por lo visto ayer un gato se precipitó desde el piso noveno al patio. Los vecinos asustados llamaron a la policía municipal que acudió al momento. La policía de inmediato llamó a una especie de SAMUR para animales que apareció en un visto y no visto, que para eso están las sirenas, pero no se pudo hacer otra cosa que llamar al servicio municipal de recogida de mascotas muertas. Yo, por decir algo, le pregunté al camarero si no había venido el juez a levantar el cadáver. Pues no, no vino, pero no se preocupen que todo se andará.
Así corre el mundo, como dijo el clásico. Dado que los veinte mil niños que según la alcaldesa se morían de hambre en Madrid se ha quedado en agua de borrajas y, con ello, se nos ha ido al garete un suculento nicho de empleo público, habrá que buscarse otros sea donde sea y como sea. Porque sólo hay una cosa, aparte de la inevitabilidad de la muerte, que no deja lugar a la menor duda: la capacidad de destrucción de la gente desocupada y con el estómago lleno es infinita. Y éste es el dato y el reto con el que tienen que bregar los responsables políticos. No otro, que todo lo demás va sobre ruedas.
El dato y el reto. Tenemos el diagnóstico, necesitamos una terapia. Eso es todo. Por cierto, ayer, después de preguntar por lo del juez y para relajar un punto el dramatismo ambiental le conté al camarero que de estudiante solía salir por las noches con los amigotes a cazar gatos para merendarles dos o tres días después, porque, la de gato, es carne que necesita reposar al sereno antes de ser comida. El hombre se fue horrorizado a atender a otros clientes. Claro, es joven y no sabe lo que es la gana de verdad. De aquellos tiempos a estos es lo que va en levantarse de la mesa con hambre, ya sea como un ejercicio supremo de la voluntad, ya sea como una imposición de las miserables circunstancias. En fin, lo que sea con tal de no echar barriga.
El caso es que en eso pensaba ayer, en la sofisticación, o lo que sea, de la vida, cuando el camarero, mientras yo comía, me contaba consternado el suceso que tenía conmovida a toda la comunidad de Pelayo 59. Por lo visto ayer un gato se precipitó desde el piso noveno al patio. Los vecinos asustados llamaron a la policía municipal que acudió al momento. La policía de inmediato llamó a una especie de SAMUR para animales que apareció en un visto y no visto, que para eso están las sirenas, pero no se pudo hacer otra cosa que llamar al servicio municipal de recogida de mascotas muertas. Yo, por decir algo, le pregunté al camarero si no había venido el juez a levantar el cadáver. Pues no, no vino, pero no se preocupen que todo se andará.
Así corre el mundo, como dijo el clásico. Dado que los veinte mil niños que según la alcaldesa se morían de hambre en Madrid se ha quedado en agua de borrajas y, con ello, se nos ha ido al garete un suculento nicho de empleo público, habrá que buscarse otros sea donde sea y como sea. Porque sólo hay una cosa, aparte de la inevitabilidad de la muerte, que no deja lugar a la menor duda: la capacidad de destrucción de la gente desocupada y con el estómago lleno es infinita. Y éste es el dato y el reto con el que tienen que bregar los responsables políticos. No otro, que todo lo demás va sobre ruedas.
El dato y el reto. Tenemos el diagnóstico, necesitamos una terapia. Eso es todo. Por cierto, ayer, después de preguntar por lo del juez y para relajar un punto el dramatismo ambiental le conté al camarero que de estudiante solía salir por las noches con los amigotes a cazar gatos para merendarles dos o tres días después, porque, la de gato, es carne que necesita reposar al sereno antes de ser comida. El hombre se fue horrorizado a atender a otros clientes. Claro, es joven y no sabe lo que es la gana de verdad. De aquellos tiempos a estos es lo que va en levantarse de la mesa con hambre, ya sea como un ejercicio supremo de la voluntad, ya sea como una imposición de las miserables circunstancias. En fin, lo que sea con tal de no echar barriga.
domingo, 16 de agosto de 2015
El resentimiento
Ha muerto un escritor llamado Rafael Chirbes. La primera vez que oí hablar de él fue a Fede del que era muy amigo desde los tiempos cuando París era la Meca de los izquierdosos. El caso es que me lo ponderaba tanto que una de esas mañanas lluviosas que andaba por la capital sin saber qué hacer me metí en el FNAC agarré su última novela, Crematorio, me senté en un dispositivo que allí tienen al efecto de que lean los clientes y me tiré un par de horas pasando páginas a ver si conseguía deshacer la primera impresión. Pero no pudo ser. La recibida en la primera página se mantenía hacia la cien: literatura del resentimiento. O para resentidos si mejor quieren.
Pues bien, Chirbes acaba de morir y en una necrológica apologética alguien ha dicho: "le puso letra a este presente continuo de la crisis con una prosa limpia, trabajada entre la mirada rapaz y un pulso de orfebre con reflejos de estepario". ¡Leches!, no le niego al autor la capacidad para fabular, desde la perspectiva del resentimiento como digo, pero lo de la prosa limpia con pulso de orfebre, la verdad, no lo vi por ninguna parte. En mi profana opinión su lenguaje tira, sencillamente, a pobre. Como lo puede ser el de Pérez Reverte, que me hice cruces el día que me enteré que le habían hecho numerario de la Real Academia. ¿Qué le tendrían que hacer entonces, por poner un ejemplo, al Luis Landero de "Juegos de la edad tardía". En fin, ignorantes doctores tiene la santa madre iglesia de lo que sea que se pretende vender.
Dos botones de muestra que ayudan a sustentar lo que les digo del resentimiento: "la literatura no sirve más que para contar la infamia permanente" y "toda riqueza es por naturaleza sospechosa". Como me dijo ayer mi hermana cuando hablábamos del resentimiento social: a ver lo que tardan en sacarle algo a Amancio Ortega. El resentimiento social se está convirtiendo, si es que no lo ha sido siempre, en una multinacional más rentable que la de la hipocondria, lo que ya es decir. Sería interesante saber la cantidad de millones de gente que viven de explotar esos dos estados de ánimo miserables. Decir que Botín murió de una sobredosis de viagra es algo que no por absolutamente estúpido deja de serenar los ánimos atribulados por la sensación de fracaso. Y así, un millón de flatulentas historias que circulan por entre el populus... al que ya nadie purga desde que Boadella se retiró.
"Toda riqueza es sospechosa por naturaleza". Sin duda se refiere Chirbes a la riqueza dineraria. Las de otro tipo quizá no existan para quien resiente. En cualquier caso, me parece, es una opinión de corto alcance. Como de alguien que se ha quedado colgado de Scareface o El Padrino. Como si eso fuese el mundo, pura infamia. No sé, pero detrás de tales afirmaciones se atisba la sospecha de que el autor nunca leyó a Adam Smith o que, de haberlo leído, no pudo digerirlo por exceso de prejuicios. El dinero, como efecto de la ingeniería, tiende a acumularse en pocas manos. Es como el agua que se retiene en una presa. Energía acumulada que luego se libera ordenadamente para que la humanidad progrese. Y ya sabemos de las tremendas contradicciones que a veces plantea la construcción de una presa, pero lo que a la larga cuenta para la humanidad es que la presa queda ahí con sus benéficas consecuencias.
El otro día escuchaba una entrevista que le hacía Christiane Amanpour al Presidente Clinton con motivo de unos encuentros en Marrakech para un mejor entendimiento entre los que habitamos el mundo. Decía Clinton que el gran problema a combatir es, precisamente, el resentimiento. Hay que esforzarse, insistía, por conocer el origen y las causas de ese estado de ánimo para luego saber mejor como actuar contra él. Porque mientras predomine en amplios sectores de población será difícil resolver los conflictos. Una laudable proposición, sin duda. Pero, también, pecando de optimismo. Como de abuelo chocho, tal y como se autodescribió en la entrevista. ¡Ay, la biología con sus caprichos! Y sus injustos coeficientes intelectuales.
Descanse en paz Chirbes. El solitario, amante de los perros.
Pues bien, Chirbes acaba de morir y en una necrológica apologética alguien ha dicho: "le puso letra a este presente continuo de la crisis con una prosa limpia, trabajada entre la mirada rapaz y un pulso de orfebre con reflejos de estepario". ¡Leches!, no le niego al autor la capacidad para fabular, desde la perspectiva del resentimiento como digo, pero lo de la prosa limpia con pulso de orfebre, la verdad, no lo vi por ninguna parte. En mi profana opinión su lenguaje tira, sencillamente, a pobre. Como lo puede ser el de Pérez Reverte, que me hice cruces el día que me enteré que le habían hecho numerario de la Real Academia. ¿Qué le tendrían que hacer entonces, por poner un ejemplo, al Luis Landero de "Juegos de la edad tardía". En fin, ignorantes doctores tiene la santa madre iglesia de lo que sea que se pretende vender.
Dos botones de muestra que ayudan a sustentar lo que les digo del resentimiento: "la literatura no sirve más que para contar la infamia permanente" y "toda riqueza es por naturaleza sospechosa". Como me dijo ayer mi hermana cuando hablábamos del resentimiento social: a ver lo que tardan en sacarle algo a Amancio Ortega. El resentimiento social se está convirtiendo, si es que no lo ha sido siempre, en una multinacional más rentable que la de la hipocondria, lo que ya es decir. Sería interesante saber la cantidad de millones de gente que viven de explotar esos dos estados de ánimo miserables. Decir que Botín murió de una sobredosis de viagra es algo que no por absolutamente estúpido deja de serenar los ánimos atribulados por la sensación de fracaso. Y así, un millón de flatulentas historias que circulan por entre el populus... al que ya nadie purga desde que Boadella se retiró.
"Toda riqueza es sospechosa por naturaleza". Sin duda se refiere Chirbes a la riqueza dineraria. Las de otro tipo quizá no existan para quien resiente. En cualquier caso, me parece, es una opinión de corto alcance. Como de alguien que se ha quedado colgado de Scareface o El Padrino. Como si eso fuese el mundo, pura infamia. No sé, pero detrás de tales afirmaciones se atisba la sospecha de que el autor nunca leyó a Adam Smith o que, de haberlo leído, no pudo digerirlo por exceso de prejuicios. El dinero, como efecto de la ingeniería, tiende a acumularse en pocas manos. Es como el agua que se retiene en una presa. Energía acumulada que luego se libera ordenadamente para que la humanidad progrese. Y ya sabemos de las tremendas contradicciones que a veces plantea la construcción de una presa, pero lo que a la larga cuenta para la humanidad es que la presa queda ahí con sus benéficas consecuencias.
El otro día escuchaba una entrevista que le hacía Christiane Amanpour al Presidente Clinton con motivo de unos encuentros en Marrakech para un mejor entendimiento entre los que habitamos el mundo. Decía Clinton que el gran problema a combatir es, precisamente, el resentimiento. Hay que esforzarse, insistía, por conocer el origen y las causas de ese estado de ánimo para luego saber mejor como actuar contra él. Porque mientras predomine en amplios sectores de población será difícil resolver los conflictos. Una laudable proposición, sin duda. Pero, también, pecando de optimismo. Como de abuelo chocho, tal y como se autodescribió en la entrevista. ¡Ay, la biología con sus caprichos! Y sus injustos coeficientes intelectuales.
Descanse en paz Chirbes. El solitario, amante de los perros.
viernes, 14 de agosto de 2015
Talento
"Cuánta petulancia exótica por parecer distintos, cuando un hombre siempre es el mismo y sólo corriendo hacia su interior hace las paces con el mundo."
Viene hoy en el digital de ABC un artículo de Salvador Sostres titulado Secretaria que creo demuestra hasta que punto hay gente dotada por la naturaleza de talento para hacer lo que hacen. Como ha dicho Lolita Flores en no sé donde, el talento no se compra en el supermercado, se nace o no se nace con él. Y el resplandor de la diferencia es tan notorio que ciega. Es lo que va de aburrir a conmover cuando se trata de convencer.
¡Cuánta petulancia! A eso se reduce la vida de la inmensa mayoría que no ha sido favorecida por los dioses para poder desnudarse en público sin con ello producir desagrado gratuito. Y, precisamente, es la subconsciencia de esas limitaciones impuestas por la naturaleza la que nos hace a la mayoría ser petulantes para ver si así damos el pego y podemos vender nuestra mercancía averiada.
En fin, no me extiendo más. Mejor será que vayan a la página de ABC, busquen la sección Blogs, Sostres, Secretaria. Luego me dicen. Pero no se limiten, por favor, al me gusta no me gusta como en las redes sociales.
jueves, 13 de agosto de 2015
Calas de postal, rincones paradisíacos
Diez calas de postal, rincones paradisíacos que no te puedes perder. Después de las inevitables monerías sorprendentes con las que los perros iluminan a diario la vida de los humanos, de los diez mejores restaurantes para comer tortellinis, de los diez yates más lujosos del mundo, la información predilecta de todos los periódicos en sus páginas de relleno, las que más se leen por cierto, es acerca de la posibilidad de encontrar el paraíso en la tierra. Porque, señores y señoras, entérense, hay paraísos por todos los lados al alcance de sus bolsillos. Sólo necesitan seguir nuestras indicaciones o, en su defecto, acudir a la agencia de viajes más cercana. Y el invento funciona. Mueve miles de millones.
Lo que me gustaría saber es si yo también sigo inmerso en esa ilusión. Es decir si todavía sigo gastando energías en correr detrás de ella. Es probable que sí y, también, que no se pueda escapar a ese encantamiento. Quizá lo llevemos en el ADN. O que fue lo que más fuerte se nos pegó de aquellas enseñanzas que nos procuraban con los Ejercicios Ignacianos del comienzo de cada curso. La finalidad de todo en esta vida, nos decían, es conseguir llegar a ese sitio llamado cielo en el que con la sola vista de Dios, una especie de resplandor o algo así, ya estás puesto por los restos. La verdad, encuentro mucho más convincente lo de los musulmanes. Aparte del oasis en medio del desierto, lo de las setenta titis en plan ponte bien y estate quieta tiene que tener mucho tirón. Nada tiene de extraño, por tanto, que los mártires que se inmolan se coloquen una protección blindada en sus partes más nobles, porque llegar a su modelo de paraíso con ellas maltrechas ya me dirán para qué puede servir.
El caso es que, por lo que sea, el gancho sigue funcionando. No nos podemos quitar de la cabeza que hay lugares en los que con su sola contemplación ya se nos van a quitar todas las ansiedades y demás malestares. Lugares virginales, si son a la orilla del mar mejor, en los que por ningún lugar se aprecie la mano del hombre. Bueno, algo de flix-flax para los mosquitos, que no se ve, nunca viene mal. Vas allí, te tumbas y, ¡ale!, alcanzas la ataraxia, que es como si estuvieses muerto para que nos entendamos. Por lo menos así es como lo entiende el detective Poirot. En fin.
En resumidas cuentas, a lo que nunca vamos a renunciar es a procurar estar bien cuando estás mal. Lo de procurar estar mejor cuando estás bien, no sé si existirá. Y así es que si sueño con paraísos no puede ser por otra cosa que porque no estoy a gusto con lo que tengo entre manos. Y esa es la cuestión, ¿qué tengo que tener entre manos para estar a gusto? Pues no estoy seguro porque no se puede estar seguro de nada que no sea que todo se acaba, pero juraría que lo que hay que tener entre manos no es otra cosa que lo que ya señalaron los clásicos: agonía. Y eso, ¡ay!, es tan caro que muy pocos se lo pueden permitir. Por eso la mayoría seguiremos soñando con calas de postal y rincones paradisíacos. ¡Qué remedio!
Lo que me gustaría saber es si yo también sigo inmerso en esa ilusión. Es decir si todavía sigo gastando energías en correr detrás de ella. Es probable que sí y, también, que no se pueda escapar a ese encantamiento. Quizá lo llevemos en el ADN. O que fue lo que más fuerte se nos pegó de aquellas enseñanzas que nos procuraban con los Ejercicios Ignacianos del comienzo de cada curso. La finalidad de todo en esta vida, nos decían, es conseguir llegar a ese sitio llamado cielo en el que con la sola vista de Dios, una especie de resplandor o algo así, ya estás puesto por los restos. La verdad, encuentro mucho más convincente lo de los musulmanes. Aparte del oasis en medio del desierto, lo de las setenta titis en plan ponte bien y estate quieta tiene que tener mucho tirón. Nada tiene de extraño, por tanto, que los mártires que se inmolan se coloquen una protección blindada en sus partes más nobles, porque llegar a su modelo de paraíso con ellas maltrechas ya me dirán para qué puede servir.
El caso es que, por lo que sea, el gancho sigue funcionando. No nos podemos quitar de la cabeza que hay lugares en los que con su sola contemplación ya se nos van a quitar todas las ansiedades y demás malestares. Lugares virginales, si son a la orilla del mar mejor, en los que por ningún lugar se aprecie la mano del hombre. Bueno, algo de flix-flax para los mosquitos, que no se ve, nunca viene mal. Vas allí, te tumbas y, ¡ale!, alcanzas la ataraxia, que es como si estuvieses muerto para que nos entendamos. Por lo menos así es como lo entiende el detective Poirot. En fin.
En resumidas cuentas, a lo que nunca vamos a renunciar es a procurar estar bien cuando estás mal. Lo de procurar estar mejor cuando estás bien, no sé si existirá. Y así es que si sueño con paraísos no puede ser por otra cosa que porque no estoy a gusto con lo que tengo entre manos. Y esa es la cuestión, ¿qué tengo que tener entre manos para estar a gusto? Pues no estoy seguro porque no se puede estar seguro de nada que no sea que todo se acaba, pero juraría que lo que hay que tener entre manos no es otra cosa que lo que ya señalaron los clásicos: agonía. Y eso, ¡ay!, es tan caro que muy pocos se lo pueden permitir. Por eso la mayoría seguiremos soñando con calas de postal y rincones paradisíacos. ¡Qué remedio!
miércoles, 12 de agosto de 2015
Contrapunto
A D. G. a uno no le faltan recursos para sobrellevar con corrección esta canícula estival que algunos han catalogado como una de entre las más extremas desde que hay memoria contrastada. Ya saben, en esto del clima lo que mola es batir records que sean para mal. El caso es que, por una parte con el aire acondicionado del salón, por otra, que puerta con puerta de casa tengo un restaurante que mantiene una muy aceptable relación entre la amabilidad y el precio, por otra el afán que me ha surgido de dejar niquelado el conocimiento de cómo se comportan los planos en el espacio y, para rematar, los paseos nocturnos a la fresca del Retiro, en fin, que entre unas cosas y otras el verano de la Villa y Corte nada tiene que envidiar al de las más prestigiosas estaciones balnearias que así es como llaman los franceses a esos lugares en que la gente se pasa el día aburriéndose par-ci, par-la en calzoncillos.
Bien es verdad que toda esta cotidianidad fructífera quizá no fuera posible sin algún tipo de contrapunto que actúe a modo de recarga de las pilas de la voluntad de poder. Porque, sin voluntad de poder, desengáñense, la vida es pura caca. Frustración permanente. Voluntad de poder, es decir, disponer de la fuerza necesaria para luchar por poseer aquellas cosas que queremos, que son las que admiramos. Conformarse con menos, con sucedáneos, ya digo, la frustración permanente con su rastro de secuelas detestables. Lo que admiramos y sus sucedáneos, ¡menuda cuestión! Pero, en fin, dejemos a Nietzsche continuar con esto y volvamos a lo del contrapunto necesario para que todo lo que se mueve lo haga de forma armónica.
Se supone que cada cual tiene su particular forma de hacer contrapunto a la cotidianidad. Para algunos, como el periodista Sostres, consistirá en intensificar más si cabe esa cotidianidad. Tan sastisfechos están de lo que hacen, o tan adictos son a ello, que interumpirlo les amarga de mala manera la vida. No sé, pero mi lado apolíneo me dice que tal actitud no puede traer cosa buena. El distanciamiento esporádico de la propia realidad me parece indispensable para rebajar el nivel de las meteduras de pata. Y aquí es donde tenemos otro punto de fricción: ¿en qué puede consistir ese indispensable distanciamiento para que actúe como disolvente de las obcecaciones que tiende a producir la cotidianidad dionisiaca? Un enigma que cada cual debe resolver por medio de la introspección. Pensando, para que nos entendamos, porque, de lo contrario, se tropieza siempre en la misma piedra, como, por ejemplo, esa depresión postvacacional que los expertos califican de plaga. De hecho, hoy leo en los periódicos, las separaciones matrimoniales se disparan de forma exponencial los días que siguen al final de las vacaciones. ¿Por qué será? A lo mejor esa gente estaba llamando vacaciones a lo que no lo era. Quizá si lo hubiesen llamado infierno...
En fin, filósofo me he levantado hoy. Me voy a comer a ver si se me pasa.
Bien es verdad que toda esta cotidianidad fructífera quizá no fuera posible sin algún tipo de contrapunto que actúe a modo de recarga de las pilas de la voluntad de poder. Porque, sin voluntad de poder, desengáñense, la vida es pura caca. Frustración permanente. Voluntad de poder, es decir, disponer de la fuerza necesaria para luchar por poseer aquellas cosas que queremos, que son las que admiramos. Conformarse con menos, con sucedáneos, ya digo, la frustración permanente con su rastro de secuelas detestables. Lo que admiramos y sus sucedáneos, ¡menuda cuestión! Pero, en fin, dejemos a Nietzsche continuar con esto y volvamos a lo del contrapunto necesario para que todo lo que se mueve lo haga de forma armónica.
Se supone que cada cual tiene su particular forma de hacer contrapunto a la cotidianidad. Para algunos, como el periodista Sostres, consistirá en intensificar más si cabe esa cotidianidad. Tan sastisfechos están de lo que hacen, o tan adictos son a ello, que interumpirlo les amarga de mala manera la vida. No sé, pero mi lado apolíneo me dice que tal actitud no puede traer cosa buena. El distanciamiento esporádico de la propia realidad me parece indispensable para rebajar el nivel de las meteduras de pata. Y aquí es donde tenemos otro punto de fricción: ¿en qué puede consistir ese indispensable distanciamiento para que actúe como disolvente de las obcecaciones que tiende a producir la cotidianidad dionisiaca? Un enigma que cada cual debe resolver por medio de la introspección. Pensando, para que nos entendamos, porque, de lo contrario, se tropieza siempre en la misma piedra, como, por ejemplo, esa depresión postvacacional que los expertos califican de plaga. De hecho, hoy leo en los periódicos, las separaciones matrimoniales se disparan de forma exponencial los días que siguen al final de las vacaciones. ¿Por qué será? A lo mejor esa gente estaba llamando vacaciones a lo que no lo era. Quizá si lo hubiesen llamado infierno...
En fin, filósofo me he levantado hoy. Me voy a comer a ver si se me pasa.
martes, 11 de agosto de 2015
Pecios
Perdonen que insista. Ayer durante el descanso de una película sueca muy entretenida y pedagógica, sobre el crimen en la Costa del Sol, que pasaron en Telemadrid, pude ver dos anuncios seguidos que me llenaron de perplejidad: el primero era de comida para perros y terminaba con la siguiente frase: lo mejor para lo que más quieres. El segundo era de algo para los bebes y terminaba con exactamente la misma frase: lo mejor para lo que más quieres. Bueno, quizá hubiese alguna palabra diferente en uno y otro, pero no el sentido. Si hemos de juzgar por la publicidad concluiremos que se quiere exactamente igual a los perros que a los bebes. Supongo que será porque la gente no ve diferencia apreciable entre unos y otros. Al fin y al cabo todos son criaturas de Dios y, lo de que algunas estén hechas a su imagen y semejanza y otras no, eso, chorradas de los curas. Francamente, creo que sólo a una persona en posesión de algún tipo de patología mental le puede dejar indiferente escuchar esos dos anuncios seguidos.
Luego, para rematar, salía un tipo corriendo a toda pastilla y con tatuajes hasta en cielo del paladar que, como todo imbécil que se precia, iba diciendo: "yo soy de los que...". Bueno, creo que era un anuncio de yogures que por lo visto, si los comes, te pones como una moto, siempre y cuando, claro está, infiero, estés convenientemente tatuado. Por cierto que el otro día mientras esperaba el metro pude enterarme de que el ayuntamiento, con motivo de no sé qué acción solidaria, regala unos bonos para tatuarse gratis. ¡Oye, acaso no es eso cultura! Con su iva abusivo y todo lo demás para que el ministro Wert pueda llevar una vie en rose en París.
Ahora que, para rizo rizado, lo que vi ayer nada más salir del portal. Iba por mitad de la calzada una especie de Franz de Copenhague que concitaba la atención y el regocijo de todos los viandantes. Era un vehículo a motor de alubias, que dirían los proscritos. En realidad, más que alubias, cervezas o lo fuese que iban bebiendo los pasajeros a la vez que pedaleaban. Iban sentados frente a frente en dos bancos laterales, con un mostrador por medio lleno de bebidas y protegidos del sol por una especie de palio y, a fe que daban la impresión de estar pasándoselo pipa. Inmediatamente pensé que tenía que tratarse de un logro del I+D genuinamente español: no tener que prescindir del bar ni siquiera mientras vas de un sitio a otro.
En fin, que día más tonto tengo.
Luego, para rematar, salía un tipo corriendo a toda pastilla y con tatuajes hasta en cielo del paladar que, como todo imbécil que se precia, iba diciendo: "yo soy de los que...". Bueno, creo que era un anuncio de yogures que por lo visto, si los comes, te pones como una moto, siempre y cuando, claro está, infiero, estés convenientemente tatuado. Por cierto que el otro día mientras esperaba el metro pude enterarme de que el ayuntamiento, con motivo de no sé qué acción solidaria, regala unos bonos para tatuarse gratis. ¡Oye, acaso no es eso cultura! Con su iva abusivo y todo lo demás para que el ministro Wert pueda llevar una vie en rose en París.
Ahora que, para rizo rizado, lo que vi ayer nada más salir del portal. Iba por mitad de la calzada una especie de Franz de Copenhague que concitaba la atención y el regocijo de todos los viandantes. Era un vehículo a motor de alubias, que dirían los proscritos. En realidad, más que alubias, cervezas o lo fuese que iban bebiendo los pasajeros a la vez que pedaleaban. Iban sentados frente a frente en dos bancos laterales, con un mostrador por medio lleno de bebidas y protegidos del sol por una especie de palio y, a fe que daban la impresión de estar pasándoselo pipa. Inmediatamente pensé que tenía que tratarse de un logro del I+D genuinamente español: no tener que prescindir del bar ni siquiera mientras vas de un sitio a otro.
En fin, que día más tonto tengo.
lunes, 10 de agosto de 2015
El ungüento
Quién se libra, digo yo, de, en una medida u otra, vivir instalado en la ficción. Y qué sería del ser humano si no dispusiese de esa herramienta para salir del paso cuando los problemas que agobian su vida sobrepasan su capacidad de lucha. Porque, al respeto, todo el mundo tiene límites. O, por así decirlo, hasta los más dotados y valientes tienen su talón de Aquiles que, una vez tocado, les llevaría al desastre de no poseer el ungüento de la ficción. Me invento otra realidad y a vivir que son dos días. Y los problemas, una de dos, se resuelven por si mismos, lo más frecuente a D. G., o se pudren y contaminan todo lo que está a su alrededor. Entonces es lo que se denomina peste. O, también, moda.
En realidad, si bien lo consideramos, caeremos en la cuenta de que lo que para unos es peste para otros es moda y viceversa. Un fino equilibrio entre el sufrimiento de los unos y el goce de los otros que siempre está a punto de quebrarse, pero que casi nunca lo hace. Pestes y modas mueren por consunción dejando un rastro de experiencia que hace al mundo más sabio por una temporada. Porque la memoria, por naturaleza, es corta.
Sea como sea, una cosa es indudable, cuando arrecia la peste, o la moda, la expectativas de ganancia crecen y sube la bolsa... que es otra ficción. Y los que sufren se alivian y los que gozan se enloquecen. Y empieza a cerrarse el círculo y, con ello, la realidad a emerger.
¡Dichosa realidad! Me acuerdo de Shopenhauer y sus insoportables destellos de lucidez. Un tipo sufriente que se aliviaba pensando. Destruyendo la ficción, que eso es pensar. Y sin embargo, también él necesitaba su dosis. Vino a decir sobre los perros y los judíos lo mismo poco más o menos que sostenía Hitler. Y sobre las mujeres, incluso peor. Su ungüento de Fierabrás en definitiva.
En realidad, si bien lo consideramos, caeremos en la cuenta de que lo que para unos es peste para otros es moda y viceversa. Un fino equilibrio entre el sufrimiento de los unos y el goce de los otros que siempre está a punto de quebrarse, pero que casi nunca lo hace. Pestes y modas mueren por consunción dejando un rastro de experiencia que hace al mundo más sabio por una temporada. Porque la memoria, por naturaleza, es corta.
Sea como sea, una cosa es indudable, cuando arrecia la peste, o la moda, la expectativas de ganancia crecen y sube la bolsa... que es otra ficción. Y los que sufren se alivian y los que gozan se enloquecen. Y empieza a cerrarse el círculo y, con ello, la realidad a emerger.
¡Dichosa realidad! Me acuerdo de Shopenhauer y sus insoportables destellos de lucidez. Un tipo sufriente que se aliviaba pensando. Destruyendo la ficción, que eso es pensar. Y sin embargo, también él necesitaba su dosis. Vino a decir sobre los perros y los judíos lo mismo poco más o menos que sostenía Hitler. Y sobre las mujeres, incluso peor. Su ungüento de Fierabrás en definitiva.
domingo, 9 de agosto de 2015
¡Oh, my God!
Paseo por el centro de Madrid y veo que unos tipos han llenado las paredes de pasquines anunciando que no piensan gastar un minuto más discutiendo con neurocientíficos, filósofos o quien quiera que sea, sobre si los animales tienen o no, sentimientos, inteligencia, proyección de futuro y esas cosas. Ellos, argumentan, que conviven con perros y gatos, saben por propia experiencia que los anímales tienen de todo eso, sólo que en un grado mayor y mucho mejor que los humanos.
En esas estamos. Al pasar por el Banco de España, edificio emblemático donde los haya, compruebo que todas sus esquinas tienen un halo de inmundicia de proveniencia sin duda angelical. Unos metros más allá, bajo los muros del que fuera edificio de Correos y hoy Casa Consistorial o cosa por el estilo, veo que se han encalomado unos mendigos con pretensiones revolucionarias. Lo han puesto aquello de mierda que da pena y, entre tanta basura, un espejo roto en el que han escrito, pudiera ser que con pintalabios, " a tí también te están robando". Por supuesto, no les falta la compañía de un perro. ¡Pues anda que no saben los mendigos que es lo que más conmueve al común de los mortales!
El caso es que todo esto me da mucho en qué pensar. No sé, aunque es muy posible que las cosas sean como escuché un día decir al filósofo francés Michel Onfray: los síntomas de decadencia propios del Bajo Imperio. Cuando los romanos empezaron a decaer, por el segundo siglo de nuestra era o así, también les dio por el animalismo. Aunque, como dejó claro Apuleyo, sin conseguir con ello la plena satisfacción. Big, por mucho que digan, no siempre es better. La transferencia afectiva sólo alcanza su climax cuando hay intercambio verbal por medio. Por ejemplo, ¡Oh, my God! Los gruñidos, en cualquier caso, nunca bastan.
Continuará.
sábado, 8 de agosto de 2015
Clérigos laicos
Leo lo siguiente en un artículo publicado en Jot Down, de un tal Javier Bilbao y titulado "Intelectuales que cambiaron de idea": "En 1927 Julien Benda publicó La traición de los intelectuales, una obra en la que denunciaba el creciente interés de artistas y escritores por los asuntos mundanos, por bajar a la arena política y tomar partido apoyando apasionadamente a unos u otros, en lugar de cumplir con su deber de ser una especie de clérigos laicos (el título original era La Trahison des Clercs) entregados a la trascendencia, dedicados en cuerpo y alma a cultivar lo universal y lo eterno acordes a la tradición occidental".
pág.133 ... "Sin esta escisión original que Platón más tarde utilizó en su definición del pensamiento como el diálogo silencioso entre yo y mi mismo, el dos en uno que Sócrates presupone en su afirmación acerca de la armonía consigo mismo, sin esa escisión el yo mental humano no seria posible...".
Inmediatamente me quedo con el dato porque es una idea que me viene apasionando desde que mi pensamiento, digamos, empezó a madurar. La necesidad de clérigos laicos, sobre todo en las escuelas, dedicados a cultivar lo universal y lo eterno, lo que trasciende, lo que, por definición, no cabe en el estrecho corsé de cualquier ideología. Y es que, nada me ha producido en esta vida más desazón que la actitud proselitista de cualquier tipo, pero, ya, si va dirigida a las mentes virginales de los niños, entonces, la sensación es de repugnancia incoercible. Casi vomito.
Este sentimiento de, como digo, repugnancia, pero sobre todo de preocupación, se ha venido agravando a lo largo de los años a medida que, por las circunstancias de la vida, he ido conociendo a profesionales de la enseñanza. Desde luego que a algunos de inmediato les entregaría el título de clérigo laico, pero la inmensa mayoría me han dado la impresión de estar gravemente enfermos de ideología, una patología que, sabido es, no encuentra freno a su propagación cuando entra en contacto con mentes inmunológicamente indefensas ante las promesas de cuadrar el círculo.
Nadie, sigo pensando, debe ser más intelectual, más artista, que el maestro. Su misión en este mundo, la más importante de todas sin lugar a dudas, se resume en tres palabras: enseñar a pensar. Lo universal, lo eterno. Lo que trasciende las pequeñas circunstancias de lugar y tiempo. La falta, en definitiva, de respuestas tajantes y, por tanto, el dolor de la incertidumbre.
Pensar, lo que nos hace humanos. Por eso nunca será suficiente lo que reflexionemos sobre ello, porque por mucho que grite el triunfante animalismo que recorre el mundo opulento, lo de ser humano es el verdadero chollo de la vida sobre el planeta. Los humanos, no sólo existimos sino que, además, podemos ser conscientes de ello. Y por ello regocijarnos. En fin, voy a clausurar estas reflexiones con otras que vienen muy a cuento y que me mandó el otro día Fede, el, por así llamarle, sempiterno clérigo laico, alérgico a la adscripción:
"En tu nueva -continuada-estancia, no se si como yo es eso de viajero sedentario, aunque uno vaya donde vaya -si piensa-está donde siempre... Bueno te decia que para "festejar" tu nuevo lugar te mando unos textos acerca del tema que acertadamente reiteras como necesidad del ser humano... y de lo que tanto falta: el pensar. Recojo lo que una de las grandes pensadoras -con perdón- Hanna Arendt dice al respecto y que supongo va en lo que tu reclamas al humano para salir del rebaño (Ortega también tiene mucho al respecto, ya tu citaste una de sus obras). Cito textualmente porque como diría Montaigne "yo no cito a otros más que para expresar mejor mis pensamientos"... pues bien al grano: En "La vida del espiritu", ed. Paidos, pag 31 (no es pedantería, es por si te interesa ver más cosas y además como buen y riguroso lector te gustará leer en sus textos) "nuestra capacidad de juzgar, de distinguir lo bueno de lo malo, lo que está bien de lo que está mal ¿depende de nuestra facultad de pensar? Por supuesto, no en el sentido en que el pensamiento pudiera producir por si mismo las buenas acciones, como si la virtud pudiera ensañarse y aprenderse; sólo se enseñan los hábitos y las costumbres y conocemos muy bien como se desaprenden y olvidan ante determinadas circunstancias (Esto lo digo yo: comunismos y fascismos )... pág 135. PENSAR en un sentido no cognitivo y no especializado (es decir lo que voy hacer mañana o en ir aquí o allá, etc.), concebido como una necesidad natural de la vida humana, no es una prerrogativa de unos pocos, sino una facultad; la incapacidad de pensar no es la prerrogativa de los que carecen de potencia cerebral, sino una posibilidad siempre presente para todos -incluidos los científicos, investigadores y los especialistas en actividades mentales- de evitar aquella relación consigo mismo, cuya posibilidad e importancia Sócrates fue el primero e descubrir... Al no pensar, al sustraer a la gente de los peligros del examen crítico, se les enseña a adherirse inmediatamente a cualquiera de las reglas de conducta vigentes o dominantes en una sociedad y en un momento dado. Se acostumbran a no tomar decisiones, a acomodarse a las reglas. Cuanto más firmemente los hombres se aferran a los viejos códigos más ansiosos están por asimilar los nuevos... de aquí lo fácil que a los gobernantes totalitarios les resultó invertir las normas morales básicas de la normalidad occidental: No matarás en en el caso de la Alemania nazi -sus matanzas- ;no levantarás falsos testimonios contra los semejantes -la delación de la Rusia estalinista- pág. 127... "A Sócrates los atenienses le dijeron que pensar era subversivo, que el viento del pensar será un huracán que barre los signos establecidos, trae desorden y confunde a los ciudadanos especialmente a los jóvenes... si una vida sin examen no tiene objeto vivirla, el pensar acompaña al vivir cuando se ocupa de conceptos tales como justicia, felicidad, templanza, placer, con palabras que designan cosas invisibles y que el lenguaje nos ha ofrecido para expresar el sentido de todo lo que ocurre en la vida y mientras vivimos... El pensar es la relación de sí consigo mismo. Al que desconoce esta relación del yo consigo mismo no le preocupará contradecirse a si mismo, nunca será capaz de dar cuenta de lo que dice o hace, ni le preocupará cometer cualquier delito puesto que puede estar seguro de que será olvidado al momento siguiente... pág 135... Ya Shakespeare en Ricardo III hace decir al asesino: "Todo hombre que intente vivir a gusto procura vivir sin ello, esto se consigue fácilmente, porque todo lo que hay que hacer es no iniciar este diálogo silencioso y solitario que llaman pensar".
pág.133 ... "Sin esta escisión original que Platón más tarde utilizó en su definición del pensamiento como el diálogo silencioso entre yo y mi mismo, el dos en uno que Sócrates presupone en su afirmación acerca de la armonía consigo mismo, sin esa escisión el yo mental humano no seria posible...".
Ya digo, en fin... clérigo laico.
jueves, 6 de agosto de 2015
Las noches del Retiro
El paseo que bordea el lago por su lado oeste es el único iluminado de todo el parque. No son farolas de gas, pero se nota que lo fueron. La luz que dan es mortecina. Apenas llega para un tenue reflejo sobre las aguas. Avanzo y, al fondo, veo al trompetista. A medida que me acerco compruebo que hay gente sentada en la barandilla del lago, sobre todo parejas, escuchando con atención. Me siento y resisto un rato que después compruebo que fue largo. Son las once y pico, me levanto, dejo un euro en el sombrero y me alejo perseguido por sones de Summer Time. Compruebo que en los bancos hacia Casa de Vacas hay sobre todo familias musulmanas. Me apiado del hombre barbudo que sin duda es el marido de las tres mujeres veladas que se sientan a su vera. Por mucho que diga Houellebecq, pienso que hay que estar zumbado para querer eso. En fin, el hombre y sus circunstancias...
Salgo del Retiro por la esquina de O´Donnell. No hay apenas tráfico. Cruzo y sigo por Menéndez Pelayo hacia casa. Las terrazas están a rebosar. Mucha gente cena. Otros beben refrescos. Hay muchos bares, sí, pero es porque los españoles les demandan. Y más que hubiera, pienso, también tendrían trabajo. Cuestión de idiosincrasia. Hasta yo que voy por libre, vivo subido a ese carro. Al llegar al portal, el camarero del bar adjunto me da las buenas noches. Como si fuese de la familia. ¡Con las propinas que le dejo cada día! Así cualquiera.
miércoles, 5 de agosto de 2015
El regreso
Hoy es un buen día para los españoles. ¿Por qué? Pues muy sencillo, porque Savater vuelve por sus fueros. Vuelve el filósofo práctico, claro y conciso, que me ayudó a entender el porqué de tanto disfrute, en la infancia y juventud, leyendo las novelas de Richmal Crompton, de Salgari, de Conan Doyle, de Daniel Defoe, de Jack London y tantos otros autores. "Criaturas del aire" fue para mí eso que se llama de una forma bastante cursi, pero completamente certera, un libro iniciático. El aprendizaje de la semiología, quizá, se podría decir.
Pues bien, había estado Savater los últimos años entregado con honradez y valentía encomiables a defender los ideales democráticos frente a las hordas reaccionarias herederas del viejo carlismo. No por muy efectiva que haya sido su lucha se dejaba de apreciar un a modo de desgaste en su forma de razonar. Mi impresión es que había pesadez y reiteración en sus artículos y, sobre todo, cuando tomó un partido muy concreto a favor de una determinada opción política puede que hasta llegase a cagarla. A tal efecto, le dio respuesta tan contundente Arcadi Espada que ni siquiera se atrevió a rechistar. Bien es verdad que por esas fechas el hombre estaba atravesando un mal trance en lo personal: la perdida de su esposa. Un dolor que, sin la menor duda, en nada se parecía al que sintió el Doctor Jonhson en trance similar. El de Savater ha sido un dolor sincero. Sólo vi una vez junto al matrimonio, en Salamanca con motivo de una conferencia que dio a propósito de su relación con la enfermedad, y la verdad es que parecían tortólos, muy civilizados, eso sí, pero tórtolos, que eso se nota de lejos.
Pues bien, cumplido el duelo y alejado de las viejas luchas partidistas, vuelve hoy con un artículo en El País, Nubarrones, como los de aquel entonces cuando lo que se proponía era hacernos razonar sobre la realidad. Aproximarnos más a ella por medio de la desmitificación desacomplejada. Las cosas vistas con calma y una cierta agudeza en nada se parecen a lo que pretenden aparentar. El pensamiento ordenado consigue desmontar casi todos los engaños. Y por ende, los miedos. La labor del filósofo en su más pura acepción.
Bienvenido sea de nuevo a la más valiente de las luchas.
Pues bien, había estado Savater los últimos años entregado con honradez y valentía encomiables a defender los ideales democráticos frente a las hordas reaccionarias herederas del viejo carlismo. No por muy efectiva que haya sido su lucha se dejaba de apreciar un a modo de desgaste en su forma de razonar. Mi impresión es que había pesadez y reiteración en sus artículos y, sobre todo, cuando tomó un partido muy concreto a favor de una determinada opción política puede que hasta llegase a cagarla. A tal efecto, le dio respuesta tan contundente Arcadi Espada que ni siquiera se atrevió a rechistar. Bien es verdad que por esas fechas el hombre estaba atravesando un mal trance en lo personal: la perdida de su esposa. Un dolor que, sin la menor duda, en nada se parecía al que sintió el Doctor Jonhson en trance similar. El de Savater ha sido un dolor sincero. Sólo vi una vez junto al matrimonio, en Salamanca con motivo de una conferencia que dio a propósito de su relación con la enfermedad, y la verdad es que parecían tortólos, muy civilizados, eso sí, pero tórtolos, que eso se nota de lejos.
Pues bien, cumplido el duelo y alejado de las viejas luchas partidistas, vuelve hoy con un artículo en El País, Nubarrones, como los de aquel entonces cuando lo que se proponía era hacernos razonar sobre la realidad. Aproximarnos más a ella por medio de la desmitificación desacomplejada. Las cosas vistas con calma y una cierta agudeza en nada se parecen a lo que pretenden aparentar. El pensamiento ordenado consigue desmontar casi todos los engaños. Y por ende, los miedos. La labor del filósofo en su más pura acepción.
Bienvenido sea de nuevo a la más valiente de las luchas.
lunes, 3 de agosto de 2015
Podemitismo
A veces, cuando vas andando por entre los campos cerealeros de Castilla, te sobresalta un sonido como de motor sordo que sale disparado del suelo: se trata de una perdiz, un muy codiciado trofeo para los cazadores. Supongo que sin un perro que la olfatee de lejos y avise debe de ser casi imposible atizarla porque despega como una exhalación. Por lo demás, es un animal que, sobre todo en escabeche, es un verdadero manjar. Así que nada tiene de extraño que la gente de los pueblos intente cazarlas. Por varios motivos: uno, por, como les digo, ser manjar; dos, por ser cumplido pasatiempo que alivia los mortíferos aburrimientos campestres; tres, por ser una actividad con la que se puede destacar socialmente si eres más habilidoso que la media en su ejecución.
Personalmente nunca me atrajo la caza. La pesca, sí, hasta la primera juventud que fue cuando descubrí caladeros mucho más interesantes que los de las aguas. Pero, en cualquier caso, me queda una especie de atadura sentimental hacia aquellos conocimientos y habilidades que llegué a adquirir por medio de la práctica apasionada. Todavía hoy, cuando veo a alguien lanzando el sedal en la corriente de un río, no puedo evitar quedarme un rato observando para calibrar el arte del ejecutante, porque se necesita no poco para obtener los resultados apetecidos.
Anyway, hoy día, el componente alimenticio de la caza o pesca deportiva solo tiene interés para, por ejemplo, un fatuo asturiano que se quiere pasa el resto del año dándose el pisto de haber pagado un dineral por comer el "campanú". Cosa de tontos en cualquier caso, y, por otra parte, esas sabrosísimas perdices escabechadas que se comen por la parte de Despeñaperros supongo que provendrán de algún criadero que hay por allí. Pero, no nos engañemos, el componente entretenimiento y, sobre todo, el de prestigio social de la caza no ha perdido un ápice del que tuviera en la noche de los tiempos. Participar en una montería o en una partida de caza del jabalí o lo que sea, es tanto como hacer gala de éxito social. Porque es caro. Entre aquilar el coto, las armas, el hotel, los 4x4 y las imprescindibles putas para el reposo, sale por un ojo de la cara.
Y no te digo ya nada si te vas a Africa a cazar un elefante o un león. Por lo que he podido saber, cazar esos animales tiene tanta emoción como tirar al blanco en las ferias. Por lo visto son animales que están acostumbrados a ver millones de turistas a su alrededor y que un día cualquiera se saltan los límites de la reserva y allí les espera el cazador que para el león o el elefante es indistinguible del turista. O sea, que el cazador, con Corinna a su lado o sin ella, se puede acercar a su presa lo que quiera que no va a salir corriendo. Apunta, dispara y se hace la foto. Con Corinna, por supuesto. Luego, si tiene sitio en las paredes de su mansión, manda disecar el trofeo y lo cuelga para maravillar a sus visitas. Desde luego que todo ello es un tostón de los de aquí te espero. Menos lo de Corinna, claro. Pero todo sea por darse pisto. Yo puedo, tú no. Jódete y hazte de Podemos para consolarte.
Les cuento todo esto porque he podido comprobar que anda todo el podemitismo mundial más que sublevado porque un dentista americano a matado a un león muy viejo en Zimbabwe. Una desgracia, por lo visto, de proporciones cataclismáticas. ¡Un león, fíjense ustedes! La maldad de los ricos y por ende americanos. Servido en bandeja.
Personalmente nunca me atrajo la caza. La pesca, sí, hasta la primera juventud que fue cuando descubrí caladeros mucho más interesantes que los de las aguas. Pero, en cualquier caso, me queda una especie de atadura sentimental hacia aquellos conocimientos y habilidades que llegué a adquirir por medio de la práctica apasionada. Todavía hoy, cuando veo a alguien lanzando el sedal en la corriente de un río, no puedo evitar quedarme un rato observando para calibrar el arte del ejecutante, porque se necesita no poco para obtener los resultados apetecidos.
Anyway, hoy día, el componente alimenticio de la caza o pesca deportiva solo tiene interés para, por ejemplo, un fatuo asturiano que se quiere pasa el resto del año dándose el pisto de haber pagado un dineral por comer el "campanú". Cosa de tontos en cualquier caso, y, por otra parte, esas sabrosísimas perdices escabechadas que se comen por la parte de Despeñaperros supongo que provendrán de algún criadero que hay por allí. Pero, no nos engañemos, el componente entretenimiento y, sobre todo, el de prestigio social de la caza no ha perdido un ápice del que tuviera en la noche de los tiempos. Participar en una montería o en una partida de caza del jabalí o lo que sea, es tanto como hacer gala de éxito social. Porque es caro. Entre aquilar el coto, las armas, el hotel, los 4x4 y las imprescindibles putas para el reposo, sale por un ojo de la cara.
Y no te digo ya nada si te vas a Africa a cazar un elefante o un león. Por lo que he podido saber, cazar esos animales tiene tanta emoción como tirar al blanco en las ferias. Por lo visto son animales que están acostumbrados a ver millones de turistas a su alrededor y que un día cualquiera se saltan los límites de la reserva y allí les espera el cazador que para el león o el elefante es indistinguible del turista. O sea, que el cazador, con Corinna a su lado o sin ella, se puede acercar a su presa lo que quiera que no va a salir corriendo. Apunta, dispara y se hace la foto. Con Corinna, por supuesto. Luego, si tiene sitio en las paredes de su mansión, manda disecar el trofeo y lo cuelga para maravillar a sus visitas. Desde luego que todo ello es un tostón de los de aquí te espero. Menos lo de Corinna, claro. Pero todo sea por darse pisto. Yo puedo, tú no. Jódete y hazte de Podemos para consolarte.
Les cuento todo esto porque he podido comprobar que anda todo el podemitismo mundial más que sublevado porque un dentista americano a matado a un león muy viejo en Zimbabwe. Una desgracia, por lo visto, de proporciones cataclismáticas. ¡Un león, fíjense ustedes! La maldad de los ricos y por ende americanos. Servido en bandeja.
sábado, 1 de agosto de 2015
¡Qué vida ésta!
¿Pero es que acaso es posible la diversión ilimitada? Convendría pararse a meditarlo. Desde luego que si uno se atiene a las infraestructuras montadas a tal efecto podría llegar a la conclusión de que no sólo es ilimitada sino que mil años durase la vida y fuese toda ella ociosa y apenas daría para usar un ápice de todo lo que se nos ofrece. Tal es la oferta que no creo exagerar si digo que la diversión de la gente se ha convertido en la piedra angular del tinglado económico de la patria. Así que, hijo, si quieres ser un buen patriota sal a la calle a divertite aunque en ello te vaya la salud... sobre todo la del espíritu.
Porque lo de divertirse es, convendrán conmigo, cosa del espíritu, que es patrimonio del alma y el alma, como bien dijo Pedro Crespo, sólo es de Dios. Así que como Dios no quiera porque piensa que no te lo mereces ya puedes beberte un foudre de lo que sea que cada vez estarás más encabronado. Y, si no, espera al día siguiente.
Personalmente pienso que a esto de la diversión le viene como de molde aquella vieja secuencia aplicada a las cosas del fornicio que, no nos engañemos, es la diversión por antonomasia. Iba así: una vez al año, hace daño; una vez al mes, poco es; una a la semana, de buena gana; una al día, hastía. Y aquí es a donde quería llegar, que me parece de todo punto imposible que la rentabilidad ecnómica de la citada infraestructura del entretenimiento no conlleve de forma automática el hastío generalizado de la población, porque es que ni dedicada toda ella a full time a mantenerla activa se podra evitar que se produzcan quiebras cada sí y cada no, por aquí y por allá, como le pasa a todo lo que tiene sus fundamentos en el aire.
Y ya digo, que no es que sea yo como Penteo, que hay que ver como acabó el pobre por pretender meter en cintura al sindicato de la hostelería. No, a mi modesto entender una vez a la semana de buena gana es lo que se impone. Y Dios nos libre de los puros. E, incluso, como sugirió el austero Séneca, una buena tranca al mes puede ser de gran utilidad. Pero tal y como nos exigen las circuntancias para la consecución de una saneada economía nacional me parece una aberración. Chispearse todos los días y emborracharse el fin de semana, sencillamente, no puede funcionar por motivos puramente fisiológicos. Porque, señores, la fisiología no engaña. Y la liberación de energía cuántica, que es lo que es la diversión, sólo es posible cuando se han acumulado cuantos por medio de una agonía más o menos productiva. Todo lo demás son mandangas o sucedáneos que llevan, primero, a insoportables resacas, segundo, al hastío de si mismo.
En fin, también fui joven una vez y me parecía que aquello nunca se iba a acabar. Lo malo fue cuando llegó el día que un clavo no sacaba a otro clavo. Ese día clave en la vida de cualquiera. Entonces es cuando se sabe si mataste o no ya todas las neuronas. Y actuas en consecuencia.
¡Qué vida ésta!
Porque lo de divertirse es, convendrán conmigo, cosa del espíritu, que es patrimonio del alma y el alma, como bien dijo Pedro Crespo, sólo es de Dios. Así que como Dios no quiera porque piensa que no te lo mereces ya puedes beberte un foudre de lo que sea que cada vez estarás más encabronado. Y, si no, espera al día siguiente.
Personalmente pienso que a esto de la diversión le viene como de molde aquella vieja secuencia aplicada a las cosas del fornicio que, no nos engañemos, es la diversión por antonomasia. Iba así: una vez al año, hace daño; una vez al mes, poco es; una a la semana, de buena gana; una al día, hastía. Y aquí es a donde quería llegar, que me parece de todo punto imposible que la rentabilidad ecnómica de la citada infraestructura del entretenimiento no conlleve de forma automática el hastío generalizado de la población, porque es que ni dedicada toda ella a full time a mantenerla activa se podra evitar que se produzcan quiebras cada sí y cada no, por aquí y por allá, como le pasa a todo lo que tiene sus fundamentos en el aire.
Y ya digo, que no es que sea yo como Penteo, que hay que ver como acabó el pobre por pretender meter en cintura al sindicato de la hostelería. No, a mi modesto entender una vez a la semana de buena gana es lo que se impone. Y Dios nos libre de los puros. E, incluso, como sugirió el austero Séneca, una buena tranca al mes puede ser de gran utilidad. Pero tal y como nos exigen las circuntancias para la consecución de una saneada economía nacional me parece una aberración. Chispearse todos los días y emborracharse el fin de semana, sencillamente, no puede funcionar por motivos puramente fisiológicos. Porque, señores, la fisiología no engaña. Y la liberación de energía cuántica, que es lo que es la diversión, sólo es posible cuando se han acumulado cuantos por medio de una agonía más o menos productiva. Todo lo demás son mandangas o sucedáneos que llevan, primero, a insoportables resacas, segundo, al hastío de si mismo.
En fin, también fui joven una vez y me parecía que aquello nunca se iba a acabar. Lo malo fue cuando llegó el día que un clavo no sacaba a otro clavo. Ese día clave en la vida de cualquiera. Entonces es cuando se sabe si mataste o no ya todas las neuronas. Y actuas en consecuencia.
¡Qué vida ésta!
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