Ha muerto un escritor llamado Rafael Chirbes. La primera vez que oí hablar de él fue a Fede del que era muy amigo desde los tiempos cuando París era la Meca de los izquierdosos. El caso es que me lo ponderaba tanto que una de esas mañanas lluviosas que andaba por la capital sin saber qué hacer me metí en el FNAC agarré su última novela, Crematorio, me senté en un dispositivo que allí tienen al efecto de que lean los clientes y me tiré un par de horas pasando páginas a ver si conseguía deshacer la primera impresión. Pero no pudo ser. La recibida en la primera página se mantenía hacia la cien: literatura del resentimiento. O para resentidos si mejor quieren.
Pues bien, Chirbes acaba de morir y en una necrológica apologética alguien ha dicho: "le puso letra a este presente continuo de la crisis con una prosa limpia, trabajada entre la mirada rapaz y un pulso de orfebre con reflejos de estepario". ¡Leches!, no le niego al autor la capacidad para fabular, desde la perspectiva del resentimiento como digo, pero lo de la prosa limpia con pulso de orfebre, la verdad, no lo vi por ninguna parte. En mi profana opinión su lenguaje tira, sencillamente, a pobre. Como lo puede ser el de Pérez Reverte, que me hice cruces el día que me enteré que le habían hecho numerario de la Real Academia. ¿Qué le tendrían que hacer entonces, por poner un ejemplo, al Luis Landero de "Juegos de la edad tardía". En fin, ignorantes doctores tiene la santa madre iglesia de lo que sea que se pretende vender.
Dos botones de muestra que ayudan a sustentar lo que les digo del resentimiento: "la literatura no sirve más que para contar la infamia permanente" y "toda riqueza es por naturaleza sospechosa". Como me dijo ayer mi hermana cuando hablábamos del resentimiento social: a ver lo que tardan en sacarle algo a Amancio Ortega. El resentimiento social se está convirtiendo, si es que no lo ha sido siempre, en una multinacional más rentable que la de la hipocondria, lo que ya es decir. Sería interesante saber la cantidad de millones de gente que viven de explotar esos dos estados de ánimo miserables. Decir que Botín murió de una sobredosis de viagra es algo que no por absolutamente estúpido deja de serenar los ánimos atribulados por la sensación de fracaso. Y así, un millón de flatulentas historias que circulan por entre el populus... al que ya nadie purga desde que Boadella se retiró.
"Toda riqueza es sospechosa por naturaleza". Sin duda se refiere Chirbes a la riqueza dineraria. Las de otro tipo quizá no existan para quien resiente. En cualquier caso, me parece, es una opinión de corto alcance. Como de alguien que se ha quedado colgado de Scareface o El Padrino. Como si eso fuese el mundo, pura infamia. No sé, pero detrás de tales afirmaciones se atisba la sospecha de que el autor nunca leyó a Adam Smith o que, de haberlo leído, no pudo digerirlo por exceso de prejuicios. El dinero, como efecto de la ingeniería, tiende a acumularse en pocas manos. Es como el agua que se retiene en una presa. Energía acumulada que luego se libera ordenadamente para que la humanidad progrese. Y ya sabemos de las tremendas contradicciones que a veces plantea la construcción de una presa, pero lo que a la larga cuenta para la humanidad es que la presa queda ahí con sus benéficas consecuencias.
El otro día escuchaba una entrevista que le hacía Christiane Amanpour al Presidente Clinton con motivo de unos encuentros en Marrakech para un mejor entendimiento entre los que habitamos el mundo. Decía Clinton que el gran problema a combatir es, precisamente, el resentimiento. Hay que esforzarse, insistía, por conocer el origen y las causas de ese estado de ánimo para luego saber mejor como actuar contra él. Porque mientras predomine en amplios sectores de población será difícil resolver los conflictos. Una laudable proposición, sin duda. Pero, también, pecando de optimismo. Como de abuelo chocho, tal y como se autodescribió en la entrevista. ¡Ay, la biología con sus caprichos! Y sus injustos coeficientes intelectuales.
Descanse en paz Chirbes. El solitario, amante de los perros.
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