Paseo por el centro de Madrid y veo que unos tipos han llenado las paredes de pasquines anunciando que no piensan gastar un minuto más discutiendo con neurocientíficos, filósofos o quien quiera que sea, sobre si los animales tienen o no, sentimientos, inteligencia, proyección de futuro y esas cosas. Ellos, argumentan, que conviven con perros y gatos, saben por propia experiencia que los anímales tienen de todo eso, sólo que en un grado mayor y mucho mejor que los humanos.
En esas estamos. Al pasar por el Banco de España, edificio emblemático donde los haya, compruebo que todas sus esquinas tienen un halo de inmundicia de proveniencia sin duda angelical. Unos metros más allá, bajo los muros del que fuera edificio de Correos y hoy Casa Consistorial o cosa por el estilo, veo que se han encalomado unos mendigos con pretensiones revolucionarias. Lo han puesto aquello de mierda que da pena y, entre tanta basura, un espejo roto en el que han escrito, pudiera ser que con pintalabios, " a tí también te están robando". Por supuesto, no les falta la compañía de un perro. ¡Pues anda que no saben los mendigos que es lo que más conmueve al común de los mortales!
El caso es que todo esto me da mucho en qué pensar. No sé, aunque es muy posible que las cosas sean como escuché un día decir al filósofo francés Michel Onfray: los síntomas de decadencia propios del Bajo Imperio. Cuando los romanos empezaron a decaer, por el segundo siglo de nuestra era o así, también les dio por el animalismo. Aunque, como dejó claro Apuleyo, sin conseguir con ello la plena satisfacción. Big, por mucho que digan, no siempre es better. La transferencia afectiva sólo alcanza su climax cuando hay intercambio verbal por medio. Por ejemplo, ¡Oh, my God! Los gruñidos, en cualquier caso, nunca bastan.
Continuará.
Si te sirve de consuelo, cuando en el restaurante de la esquina tienen carne de ballena, yo siempre la pido. Por desgracia ya casi no la ofrecen...
ResponderEliminarA este paso ni siquiera gambas nos va a dejar comer.
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