Perdonen que insista. Ayer durante el descanso de una película sueca muy entretenida y pedagógica, sobre el crimen en la Costa del Sol, que pasaron en Telemadrid, pude ver dos anuncios seguidos que me llenaron de perplejidad: el primero era de comida para perros y terminaba con la siguiente frase: lo mejor para lo que más quieres. El segundo era de algo para los bebes y terminaba con exactamente la misma frase: lo mejor para lo que más quieres. Bueno, quizá hubiese alguna palabra diferente en uno y otro, pero no el sentido. Si hemos de juzgar por la publicidad concluiremos que se quiere exactamente igual a los perros que a los bebes. Supongo que será porque la gente no ve diferencia apreciable entre unos y otros. Al fin y al cabo todos son criaturas de Dios y, lo de que algunas estén hechas a su imagen y semejanza y otras no, eso, chorradas de los curas. Francamente, creo que sólo a una persona en posesión de algún tipo de patología mental le puede dejar indiferente escuchar esos dos anuncios seguidos.
Luego, para rematar, salía un tipo corriendo a toda pastilla y con tatuajes hasta en cielo del paladar que, como todo imbécil que se precia, iba diciendo: "yo soy de los que...". Bueno, creo que era un anuncio de yogures que por lo visto, si los comes, te pones como una moto, siempre y cuando, claro está, infiero, estés convenientemente tatuado. Por cierto que el otro día mientras esperaba el metro pude enterarme de que el ayuntamiento, con motivo de no sé qué acción solidaria, regala unos bonos para tatuarse gratis. ¡Oye, acaso no es eso cultura! Con su iva abusivo y todo lo demás para que el ministro Wert pueda llevar una vie en rose en París.
Ahora que, para rizo rizado, lo que vi ayer nada más salir del portal. Iba por mitad de la calzada una especie de Franz de Copenhague que concitaba la atención y el regocijo de todos los viandantes. Era un vehículo a motor de alubias, que dirían los proscritos. En realidad, más que alubias, cervezas o lo fuese que iban bebiendo los pasajeros a la vez que pedaleaban. Iban sentados frente a frente en dos bancos laterales, con un mostrador por medio lleno de bebidas y protegidos del sol por una especie de palio y, a fe que daban la impresión de estar pasándoselo pipa. Inmediatamente pensé que tenía que tratarse de un logro del I+D genuinamente español: no tener que prescindir del bar ni siquiera mientras vas de un sitio a otro.
En fin, que día más tonto tengo.
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