No es que yo piense que el Sr. Ledigo fuese en su conjunto un mal Presidente de Gobierno. Incluso, si me apuran, les diría que en sus primeros años de mandato resolvió cosas muy problemáticas con notable habilidad. Demostraba por entonces estar muy dotado para la pedagogía política, llama que con el tiempo se le fue apagando y que, luego, a mi juicio ya no hemos vuelto a ver en ninguno de sus sucesores en el cargo. ¡Con lo importante que es que esa llama alumbre!
El caso es que, salvadas honorablemente las primeras urgencias y encauzada ya la marcha de las cosas importantes, el foco de la opinión pública empezó a recaer sobre los pequeños aconteceres de cada día y, ahí, se pudo ver enseguida que el Presidente en su Bodeguilla o no se enteraba de nada o era un consentidor de puro seguro que se sentía. Y entonces fue que lo doméstico se le empezó a embolicar y él respondió instalándose en la ficción. Y así, la pedagogía fue poco a poco sustituida por cataratas de frases hechas del tipo "honestamente le digo", "le voy a ser sincero", que le hacían parecer, más que un Presidente, un vendedor de burros teñidos en una feria de pueblo. La verdad es que sus últimos años al timón fueron un tanto lamentables. Y, probablemente, lo hubieran sido mucho más de no haberse tenido que confrontar con un jefe de la oposición que, dada su simpatía natural, hacía bueno a cualquiera.
Como el final siempre llega, y otro vendrá que hará que te echen a faltar, González se fue a llevar por ahí una vida propia de su condición y conservando, eso sí, un considerable capital de simpatías. Simpatías que en nada se han visto empañadas con el paso del tiempo seguramente debido a que sus sucesores al frente del socialismo han demostrado ser todos unos cantamañanas. Así no es de extrañar que el mito González no sólo no se difumine sino que aumente día a día entre los fieles a la ideología. Y de ahí que sea consultado por los medios para que dé su opinión sobre los más espinosos asuntos que preocupan a la Nación. Y, entonces, él, que sigue sin cortarse un pelo, exhibe con desparpajo un a modo de mixtura entre las dotes pedagógicas y las triquiñuelas de vendedor de burros teñidos que hace que todo quede al final en una especie de sainete.
Y eso ha sido, un sainete de lo más divertido, lo que nos ha ofrecido estos días pasados a propósito de la pestilencia catalana. Entre nación, identidad nacional, nacionalidad y demás mandangas, se ha armado ahí un embolic que está dando para toneladas de tinta. ¡Hay que ser tocho! Como si no supiésemos de antiguo que los turcos entraron en Constantinopla porque los bizantinos estaban distraídos discutiendo sobre cosas que no significaban nada. De ahí lo de bizantinismos, precisamente.
eso puede pasar rápido ,con el periodista Juliana or medio...y toda la Vanguardia,con la Iglesia hemos topado
ResponderEliminarme recuerda un malentendido emis primeros tiempos en alemania ,hablando con una companera de trabajo quise decir una expresión que significa , " me están tomando por tonto ,o me quieren enganar," algo así como "mich über den tisch ziehen" que literalmente significa saltarme por encima de la mesa",yo ,ígnorante ,cambié la preposición "über " por "auf" que viene a ser lo mismo ,las dos significan sobre " pero al decir lo con "auf" entonces significa literamente,así loentendió mi companera,que me lo quería hacer con ella sobre la mesa.....cosa que pienso a día de hoy que le hubiera gustado...
Algo parecido le pasó a Casanova cuando dijo que lo menos le importaba de las mujeres son las piernas. Le premier que j´ecarte de les femmes c´est les jambes. Lo que pasa es que ecarter es descartar y también separar. Perdón por mi francés.
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