miércoles, 2 de septiembre de 2015

Zancadillas

Al llegar a la estación de Frómista para tomar el tren hacia Santander he visto que había un señor mayor en actitud de espera y le he saludado. No se ha dado por aludido. He observado su equipaje y he colegido que se debía tratar de alguien averiado. No ha tardado en llegar el tren y yo me he ido apresurado hacia el vagón de delante, que es en donde se colocan las bicicletas, mientras escuchaba al presunto averiado lanzar una serie de denuestos hacia España. Desde que es una mierda para arriba, lo que quieran. Sin duda el destinatario de la retahíla era yo porque no había nadie más por allí. Lo he tomado como de donde venía no sin que, ya, confortablemente sentado y viendo correr los campos, unos arados ya y otros todavía con los rastrojos, me haya dado por pensar en la cantidad de gente que dice cosas sobre España como el averiado de marras. Yo mismo en ocasiones en las que busco en el despotrique un alivio para mi espíritu sufriente.

Porque es inevitable que de vez en cuando, por lo que sea, el espíritu esté hipersensible para lo desagradable que nunca falta. Uno, entonces, puede pensar que no necesariamente tendría que ser así dado que hay sitios en los que esas cosas no pasan. Y no pasan porque la gente fue a mejores escuelas desde hace generaciones. O porque hay unas autoridades que se empeñan en hacer cumplir la ley. O, simplemente, porque como está permitido portar armas todo el mundo anda con más cuidado respecto a la existencia de los otros no vaya a ser que alguno se cabree y sea más rápido sacando. En fin, que lo que necesitamos olvidar cuando pensamos en estas cosas es que en esos sitios mejores también cuecen habas y que cuando estás hipersensible las encuentras aunque para ello necesites remover las piedras del pavimento.

Pero seamos serios y valoremos lo nuestro por comparación que es la única manera de valorar con objetividad. Hay que ser muy, pero que muy catalán para no querer reconocer que haber nacido en España es un chollo a casi todos los efectos. Y digo casi por lo de las fiestas que creo nos pasamos un pelín, pero, bueno, quizá es que yo vengo de familia de cristianos nuevos, o sea, de los de a la fuerza ahorcan, y ya saben lo que gente así piensa de Dionisos. Para empezar, éste es un país en el que como en casi ningún otro sitio se viene apuntando todo desde tiempo inmemorial, es decir, un país con un disco duro repleto de datos. Y tener todos esos datos a disposición ha sido clave para que tanta gente haya podido pensar en profundidad desde hace unos cuantos siglos. Así es que tenemos una historia del pensamiento imponente, todo el Siglo de Oro, y eso, no lo duden, está en el origen de lo que hoy somos. Lo sepan o no lo sepan los españoles llevan a Gracián en los entresijos de su razonar y eso no es en vano porque por mucho que a veces nos ofusquemos al final siempre sale a la luz que al armarse zancadillas los unos a los otros siempre se cae con más daño que escarmiento.

Así es que ya va para 75 años que aquí nadie arma zancadillas al vecino y cuando algún averiado amaga se le hace poco caso para que vaya cogiendo confianza y se desprevenga de lo que se le viene encima. Porque aquí, no se engañen, aunque vivimos disfrazados de piadosos católicos, a la hora de la verdad, cuando la cosa se pone seria, sacamos la vena calvinista y el que la hace la paga multiplicada por n. Y por eso supongo que es que los trenes siempre llegan puntuales como los que más en el mundo. Se lo digo yo que no me bajo de ellos.

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