Casanova está haciendo una visita a su vecina de habitación en un hotel de París, una atribulada mujer de 16 años que casualmente está en la cama reponiéndose de los estragos causados por un fracaso amoroso. Ella está muy receptiva y él, como siempre, deseando ayudar. Y qué mejor ayuda para un espíritu doliente que el distendido filosofar:
.-¿Cómo puede una convertirse en filósofa?
.-Pensando.
.-Debe una pensar durante mucho tiempo.
.-Toda la vida.
.-Entonces, ¿nunca se acaba?
.-Nunca, pero uno mejora tanto como es posible y obtiene la cantidad de felicidad que es susceptible de disfrutar.
.-¿Y cómo puede ser sentida esa felicidad?
.-Por todo el placer que el filósofo obtiene cuando es consciente de que lo ha conseguido por su esfuerzo y, especialmente, desembarazándose de los prejuicios que convierten a la mayoría de los hombres en niños grandes.
.-¿Qué es el placer? ¿Qué significa prejuicio?
.-Placer es...
.-¿Y tú dices que se obtiene desembarazándose de los prejuicios? Entonces, dime qué son los prejuicios y cómo se desembaraza uno de ellos.
.-Tu pregunta, querida criatura, no tiene una respuesta fácil. La filosofía moral no tiene un tema más importante, o más difícil, por resolver. Es una lección que dura toda la vida. Pero voy a decirte en unas pocas palabras qué es lo que llamamos prejuicio: es el deber para cuya existencia no encontramos razón de ser en la naturaleza.
.-¿Entonces, la naturaleza debe de ser el principal estudio del filósofo?
.-Ciertamente. El mejor de los filósofos es el que comete menos errores.
.-...
No les cuento cómo acabó la visita porque huelga tratándose de Casanova. En cualquier caso, bien está que el maestro sea retribuido por sus lecciones. Y más cuando son magistrales.
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