Me pongo a leer los periódicos digitales y compruebo que todos ellos destacan en lugar principal las declaraciones que ha hecho un conocido director de cine tras recibir una pasta de parte del Estado español. "No me he sentido español ni cinco minutos en mi vida". Bien, quizá sea una butade con la que haya pretendido fustigar a los nacionalistas que arrecian por el noreste, pero uno una piensa que un señor importante, y más si blasona de artista, debiera afinar más en sus declaraciones. Porque la realidad es que, por los comentarios que he leído, la mayoría lo ha interpretado como lo del cretino que muerde la mano que le da de comer.
Sigo con los periódicos y me cuelgo de un titular: "Lo que va de El Escorial a Vitoria". Propiamente hablando, para evitar malentendidos y resquemores, debieran haber puesto Vitoria-Gasteiz, pero, en fin, pelillos a la mar. La cosa va de que el presidente Rajoy, hace pongamos diez años, asistió en compañía de Viri a una boda en El Escorial que fue muy criticada por su exceso de tradicionalismo. Por contra, este mismo fin de semana, se le ha visto, también con Viri, en Vitoria-Gasteiz con motivo de la boda de uno de sus colaboradores más cercanos que, por cierto, es homosexual. Normalidad institucional en definitiva.
Sigo informándome. El Sr. Sánchez, líder del partido de la oposición ha hecho unas vehementes declaraciones en las que reclamaba ganar las elecciones para recuperar los derechos y las libertades. Bueno, todo el mundo sabe que la vehemencia es la pantalla tras la que se trata de ocultar al gato encerrado. En el caso del Sr. Sánchez debemos suponer que los derechos y libertades por los que suspira son los de colocar a todos sus amigos y correligionarios en cargos estatales de alta remuneración.
A mí todas estas cosas, y tantas otras por el estilo, me dan mucho en qué pensar. En Juvenal, por ejemplo. En sus sátiras que, en su fondo, parecen escritas ayer. En su forma es otra cosa. Y es que esa es la cuestión, que el mundo con los años sólo cambia en sus formas. De las señales de humo al móvil sólo hay por medio la sofisticación de las formas. Pero el fondo del asunto, conocer en la Hélade que Troya había caído, eso, cómo ahora, casi instantáneo. Y todo lo demás igual, desde los husmeaojetes a los mariposones pasando por los Señores Sáncheces que hacen y dicen las tonterías que hagan falta con tal de no tener que ponerse a estudiar.
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