jueves, 3 de julio de 2014

Antisemitismo



A Cesar González Ruano tengo una vaga noción de haberle visto alguna mañana de aquellas que nos metíamos en cualquier cafetería para pasarnos los apuntes. El Café Teide, en la Castellana, era un lugar solitario y confortable y allí solía estar él con aquella pinta tan extravagante de puro atildado y, por supuesto, sin parar de fumar, cosa que, ni que decir tiene, por aquel entonces era tan vulgar que lo raro hubiese sido lo contrario. En fin, nada puedo asegurar porque a estas alturas, cincuenta años después, cuesta diferenciar el origen de ciertos recuerdos, así que creo que la cosa es tal como les cuento, pero también pudiera ser un sueño construido a base de recortes de periódico. Anyway, les traigo a colación a tal elemento porque acabo de leer que el Ayuntamiento de Sitges acaba de retirar una placa que le tenía dedicada porque, por lo visto, Don Cesar era un empedernido antisemita. Bueno, tratándose de cosa de catalanes no se puede saber si la placa la habrán retirado por antisemita o por español que es que para ellos es muy difícil diferenciar el grado de maldad que las dos condiciones conllevan. 

A mí esto del antisemitismo, o sea, sus causas últimas, es algo que siempre he tratado de indagar sin haber conseguido por ello la menor iluminación. Bien es verdad que cualquier grupo humano cerrado me produce franca aversión. Supongo que es más que nada por considerar a la endogamia uno de los mayores frenos al desarrollo del ser humano como individuo. Un niño gitano, por ejemplo, para destacar en cualquier cosa que no sea el flamenco deberá ser cien veces más inteligente y hacer cien veces más esfuerzo que un niño payo. Y nada que ver, como ellos dicen, con la supuesta discriminación. No, lo que pasa es que cualquier gitano, por el simple hecho de haber nacido tal, ya tiene clavados en su yugular los colmillos de todos sus parientes hasta el enésimo grado. Es tal la succión familiar que no quedan energías para nada que no sea el parasiteo. Una desgracia terrible. 

Pero no es ese el caso de todos los judíos que yo he tratado que en su inmensa mayoría lo eran al modo al que yo soy cristiano. O sea, como substrato cultural, pero muy diluido en la cultura general del mundo. Por supuesto que hay esos judíos ortodoxos que son la inevitable minoría fanática que toda ideología produce. Minorías fanáticas, es decir, muy activas y por tanto muy ruidosas lo que hace que parezcan que son mucho más de lo que en realidad son. Pero sí, digamos que ese substrato cultural quizá produzca una impronta en el forma de ser más manifiesta que el que a mí, por poner un ejemplo, me ha podido producir el del cristianismo. Aunque es mucho suponer, porque también juega a favor de que se le noten más los tics a un judío que a un cristiano el hecho de la excepcionalidad: simplemente son muchos menos. 

Pongamos la lupa sobre Joel Fleischman, el médico en Alaska de la serie "Northern Exposure". Para mí la magia de esa serie, una de las mejores de todos los tiempos sin duda, reside en gran medida en el desmenuce que se hace de la personalidad judía del protagonista. Un tipo inteligente, magnífico profesional y con un temperamento tan manifiestamente neurótico que no puede parar de dar el cante. Un poco como Woody Allen, pero a mi juicio en mejor. Es esa neurosis alimentada por una inteligencia y preparación fuera de lo común lo que le convierte en un tipo hipersensible a los estímulos del mundo. Una persona muy útil a la comunidad por sus conocimientos, pero de muy difícil convivencia en la intimidad, en definitiva. Bueno, supongo que eso es lo que nos quiere dar a entender la serie que es el carácter del judío de New York, es decir, el judío por antonomasia. 

Judío, así, quiere decir neurótico. Taras derivadas de una determinada manera de educar. Porque en eso, en la forma de educar, sí que se suelen diferenciar los judíos. Son los matices derivados de cómo se entiende la piedad, el perdón, la responsabilidad en definitiva. Porque un judío no va al cielo ni el infierno cuando se muere, no, un  judío se limita a dejar un legado a sus descendientes por siete generaciones y por eso se tiene que esforzar para que ese legado no sea una losa. Así, no es infrecuente que si un judío la hace gorda sea precisamente su hijo el que no tiene empacho en suicidarse para romper la cadena del maleficio. El caso Madoff es paradigmático a tal efecto. O sea, la pesada carga de la responsabilidad, con su inseparable novio el sentimiento de culpa, no es raro que engendren un exagerado afán de perfeccionismo que es lo que en resumidas cuentas es la neurosis. 

Bueno, lo dicho, que no es más que una humilde lucubración, no creo que pueda tener mucho que ver con el rechazo que suscitan por doquier. Porque no es sólo la natural envidia de la chusma por el que tiene más que ella, no, es que, por ejemplo, un Shopenhaer, un Machado... escribiese hoy día alguien un "Juan de Mairena" y sería acusado de antisemita con toda la razón del mundo. Y Shopenhauer ni te digo, aunque con ese, es tal la potencia de su pensamiento, que nadie se atreve, ni siquiera las feministas que mira que ahí sí que tendrían filón porque nadie les dio tanta caña como él. 

En fin, que sería curioso saber en donde reside la causa de tanto odio. Más allá de la envidia, ya digo, que suscitan con su bien saber bandearse por la vida. 

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