sábado, 12 de julio de 2014

Castilla III


Curiosamente, lo último que se podría decir de Castilla es lo de que en aquellos campos no quedaba ni una flor. Quizá es que no pasó por aquí Pancho López. Anyway, lo que queda y mucho, miles o millones de toneladas acaso, es basura en las cunetas que bordean las carreteras. Para mí que tiene que ser algo intencionado, como una especie de deporte nacional consistente en echarse a los caminos con el único objetivo de lanzar cosas por las ventanillas. Yo, desde luego que pondría la mano en el fuego porque ninguna de las personas que conozco lo practica, pero quizá, me digo, sea una afición clandestina porque hay lo que hay y alguien tiene que ser el causante. Alguien, muchos, cientos de miles, millones acaso. Pero como esta allí, donde sólo lo ven los cicloturistas, a nadie parece importarle y nadie dice nada. Claro, hasta que alguna empresa caiga en la cuenta de que es rentable recoger todo ese plástico y aluminio y, ya, si lo hiciesen por ejemplo los presos, ni te digo el chollo que sería. También se me ocurre que si, por ejemplo, fuese la ONU y declarase el día de La Mierda en las Cunetas y, entonces, ese día, previas las preceptivas regulaciones del tráfico que tanto perturban a los conductores que, en definitiva, son los que arrojan la basura, digo, se llevase a los niños de las escuelas a recoger la porquería... en fin, no sé, quizá resultase pedagógico, aunque, por otro lado, si a nadie parece importarle a quoi bon tomarse tantas molestias.

 
 
Total, que en Nava del Rey anoche había una gran luna y en la plaza estaban proyectando una película sobre una pantalla que habían colocado sobre el ábside de la iglesia que, por cierto, menudo cacho iglesia, aunque eso, como ya estamos tan acostumbrados ni nos choca. Nos fuimos para la casa rural porque hacía frío que si no... en fin, que estamos en Medina. Ya nos hemos dado una vuelta por el castillo y tal que es cosa notable, como notable es la plaza  y el restaurante Alegría en su esquina noreste. En este restaurante ya me restauré hace unos cuarenta años o así y, la verdad, no podría asegurar cual de las dos veces he quedado mejor. 

Las plazas de Castilla, ya sólo por sentarse en ellas y ver como las cruza la gente merece la pena vivir. No sé, cualquier día de estos lo dejo todo y me dedico en exclusiva a las plazas de Castilla. Porque no creo que puedan existir en el mundo muchas manifestaciones más elevadas de la civilización... aunque, después, mucha de la gente que las habita es la que agarra el coche para ir a lazar por las vetanillas mierdas a las cunetas, en fin.   

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