jueves, 10 de julio de 2014

Castilla


 
 
Me di cuenta hace ya muchos años cuando escuché decir a Matías Prat Sr. que "hacía una tarde premonitoria". ¿Premonitoria de qué? De nada. Simplemente premonitoria. Luego vino el Estulto y dijo que él era un hombre de talante y se quedó tan ancho y así parece que sigue en su retiro dorado. Hoy esperando el desayuno en la cafetería del hotel he oído que alguien decía por la televisión que había sido un encierro intuitivo. Claro, si un maestro de comunicadores, si un presidente del gobierno, si la televisión estatal afinan así, de qué extrañarse luego de que vengan los de PISA y nos pongan a la cola en lo de la comprensión lectora. De todas formas tengo que hablar con algún entendido en encierros para preguntarle porque alomejó tiene mucho sentido que un encierro sea intuitivo, o sea, que como que es una especie de racionalismo inconsciente que no otra cosa dicen los entendidos que es la intuición, en fin.

El caso es que estábamos en la cafetería del hotel como cuarenta personas, todos mirando boquiabiertos a los mozos que bajaban corriendo por la calle Estafeta y esperando a que alguien viniese a servir los desayunos. En vano. Así que hemos salido a la calle con la intención de ir al Riosol que sabíamos de otras veces que borda los pinchos, pero por el camino nos hemos encontrado al vasco que conocimos el otro día en El Corro de Villarramiel, que anda con su chica haciendo lo mismo que nosotros, y nos ha dicho que en la cafetería El Cubero daban un plato de pastas de tapa con el café. Total que no sé por qué nos hemos dejado engatusar, porque lo que nos apetecía, sobre todo a María, eran los pinchos del Riosol, pero hemos recalado en lo de El Cubero y, sí, te ponen de tapa por cada café un croissant y dos abisinios que son una especie de petitsou pero en redondo y que, por lo visto, se han convertido en una seña de identidad no sólo de El Cubero sino de la mismísima Medina de Rioseco, lo que ya es decir.

Anyway, Castilla para quien se la trabaja. Te ven llegar relajado y todo son atenciones. Hoy el dueño del restaurante de la plaza de Toro en el que hemos comido al sol por diez euros se ha empeñado en mostrarme todas sus vetustas instalaciones, del año que se hundió el Titanic me ha dicho, y allí estaba en lugar preferente la medalla que le había puesto Fraga Iribarne cuando era ministro de la cosa y también una foto con Pepe Mairena que era cosa notable. En fin, que nos hemos venido para el hotel sobre la muralla y la panorámica que les muestro en la foto es la que vemos desde la habitación.

Por lo demás, de Carrión a Toro, con un viento de popa de fuerza seis por lo menos, ha sido un paseo triunfal. Excepción hecha, claro está, del cruce de los Montes Torozos, que ahí, sí, ha habido que esforzarse, aunque, a decir verdad, con mi flamante ORTLER Meran, que es como una especie de Mercedes  de las bicicletas, ni siquiera he sudado, y más que, en Tiedra, la cima de los citados montes, nos hemos reparado con unos pichos de tortilla y de ensaladilla, que es que yo me maravillo de cómo los pueden hacer tan ricos.  

Continuará.

1 comentario:

  1. Con tanto creador surrealista del lenguaje pa qué queremos literatos profesionales. No es de extrañar que apenas vendan libros: en nuestro país la poesía te la dan gratis por la tele...

    ResponderEliminar