"Yo coletas ya las había visto antes", ha contestado Loquillo a alguien que le ha preguntado por el fenómeno Podemos. Y la verdad es que tiene toda la razón del mundo porque siempre que hay por lo que sea "movida" social tienden a aparecer las coletas y, por lo general, suelen quedar en anécdota pero de vez en cuando, por castigo de los dioses seguramente, alguna fructifica y arma la marimorena. Fue el caso, como les comentaba, de la ciudad de Münster, donde en medio de la movida un visionario anabaptista, dijo que precisamente esa ciudad era la nueva Jerusalén a donde iba a venir el segundo Jesucristo. Y vaya que si vino, y con coleta, y predicó la abolición de la moneda, la igualdad entre los hombres y la comunalización de todos los bienes. Como es de suponer las mil familias burguesas de la ciudad con el obispo a la cabeza salieron por pies, pero todos los desarrapados de mil kilómetros a la redonda acudieron al rico panal. Claro, los expulsados no se iban a quedar de brazos cruzados. Rápidamente organizaron un ejercito, que para eso sirve la pasta, y pusieron asedio a la ciudad. Tiro por aquí, tiro por allá, se cargaron al de la coleta que inmediatamente fue sustituido por su lugarteniente que, por no ser menos, tenía dos coletas: se hizo proclamar rey del Reino Anabaptista de Münster. Y todo fue sentirse rey y empezar a tener revelaciones divinas: entre otras le dijo Dios que instaurase la poligamia. Pues bien, la ciudad seguía asediada y la gente se moría de hambre, pero el de las dos coletas ya iba por las quince mujeres y vivía a todo trapo. Entonces, una de sus quince oíslos le afeó alguna conducta y él la decapitó en mitad de la plaza y luego cantó y bailó alrededor de su cadáver. Y al que no quería follar a triscapellejo también lo decapitaba y aquello era un puro despelote. Al final, unos cuantos que ya no podían más se conjuraron para abrir las puertas a los ejércitos del obispo y así acabó la fiesta. Digamos que los münsterinos aprendieron bien la lección de las coletas y hoy día están entre los alemanes más envidiados por la alta calidad de vida de la que gozan. Entre otras cosas es la ciudad más preparada del mundo para el tráfico de bicicletas.
Me he acordado de estas cosas ayer al ver al coletas que dirige los destinos de los palestinos de gaza. En sentido estricto, en vez de coletas deberíamos decir el bigotitos porque el tipo exhibe uno exactamente igual que el que hizo famoso el no menos famoso Hitler. El tipo, va de soi, tiene unas cuantas mujeres y de hijos ni te cuento. Así que nada de lo que preocuparse si la buena causa se le lleva unos cuantos por delante. Él, erre que erre, queriendo restaurar para los palestinos aquella dorada edad de oro, valga la redundancia, en la que todos vivían en palacios rodeados de campos de naranjos, supongo que en flor para que oliese mejor y fuese más bonito todavía. Algo por otra parte parecido, y perdonen que insista, a cuando en la nació catalana estaban todos los perros atados con longanizas.
Bueno, las altas instancias internacionales han dicho a los ejércitos del obispo que no se ceben con los pobres anabaptistas de Gaza porque no son mala gente y da mucha pena ver como las están pasando. Pero no he oído a esas instancias decir una palabra sobre el coletas, perdón, el bigotitos que está llevando a su pueblo a semejante catástrofe. Desde luego que hay que ver cómo han cambiado las tornas porque al que puso de moda los bigotitos todo el mundo estuvo de acuerdo en arrancárselo de cuajo y sin anestesia. Y ,ahora, que no me lo toquen por favor que tiene su punto de razón. En fin, no sé, pero para mí que al mundo se le está reblandeciendo el seso... que no el sexo, sobre todo a los anabaptista de Gaza, que no hay más que echar un vistazo a la tele para ver como procrean allí. Y al que no, lo decapitan.
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