-Es mi última oportunidad. Pare.
-Creo que pierde el tiempo.
-Me gusta perder el tiempo, Caloway.
Así se cierran los diálogos en "El Tercer Hombre". Luego viene esa escena memorable en la que Joseph Cotten apoyado en el carro espera indolente a que ella se acerque para ver qué pasa. Su última oportunidad. No pasa nada porque ella pasa de largo y ni siquiera le mira. Como si él no existiese. Entonces él, va, saca un cigarrillo, lo enciende con parsimonia y, lo mejor, el amplio balanceo del brazo para arrojar la cerilla lo más lejos posible, como si así estuviese arrojando también los sentimientos al olvido y dando con ello por concluido todo el asunto. Fin de la película.
Joseph Cotten, Holly Martins, es un buen tipo con vocación de perdedor. Su antítesis es Orson Welles, Harry, el chico que ya destacaba en el colegio porque sabía trucos. Evidentemente, la chica de la película se queda con Harry, dónde vamos a parar. Lógico, nada como los trucos para divertir a una chica. Ce truc là, que dicen los franceses que son los que más saben sobre cosas de chicas.
Tengo que confesar que esa escena me ha bastado para tener entronizado en lugar preferente de mi particular santoral a Holly Martins, un santo como su propio nombre indica. Es un hombre acostumbrado a perder el tiempo escribiendo novelas del oeste tipo Marcial Lafuente Estefanía. Con eso se va arreglando y no aspira a más. Y a una edad madura todavía conserva el suficiente sentido de la amistad como para ir al otro lado del mundo a intentar sacar de apuros a un viejo amigo. Desde luego que, entre otras cosas, te tiene que gustar mucho perder el tiempo para poder ser tan generoso. O romántico, si mejor quieren.
Perder el tiempo. Mais qu'est ce que c'est que ce truc? Un asunto peliagudo en cualquier caso que ha venido preocupando a las mejores cabezas desde los albores de la civilización. Porque es que coges, vas, y te civilizas y lo primero que notas es que te sobra tiempo. ¿Qué hacer con él entonces? ¿Lo aprovechas? ¿Lo pierdes? ¿Qué es aprovecharlo? ¿Qué es perderlo? No tengo ni idea. Lo único que sé es que tengo la vaga sensación de que a medida que avanzo por la vida cada vez me urgen menos las cosas. Mis deseos se limitan ya a lo que por su propia naturaleza sólo puede llegar poco a poco. Por así decirlo ya casi sé esperar sin por ello impacientarme. Lo normal a mi edad, supongo. No sé, pero si me apuran les diría que la única forma que se me ocurre de calibrar la inteligencia de una persona es saber a qué edad le llegaron las dotes de la paciencia. La paciencia, ce truc là, si te llega de joven, pues eso, al cielo como Holly Martins. Si no te llega, como Harry, el chico que acabó fatal porque ya en el colegio sabía un montón de trucos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario