Pienso estas cosas porque anoche estuve viendo "Las bicicletas son para el verano". La pasaron por la televisión estatal y, aunque es difícil saber a ciencia cierta, no puedo sino maliciarme de que fue un acto cargado de intencionalidad, justo cuando una parte de la nación se dedica a tomar las plazas en actitud desafiante.
La sucesión de secuencias de la película nos muestra como comienza a envenenarse la convivencia, como estalla el conflicto, las miserias que conlleva y su triste resolución. Algo que de puro sabido sería para morir de aburrimiento si no fuese por el genio de quien nos lo cuenta. Hasta con ciertos toques de humor para mejor sobrellevar los sinsabores de la travesía hasta la escena final, compendio glorioso que deja niquelada la explicación de todos los conflictos que en el mundo han sido.
Sentados sobre cascotes, con la cúpula de San Francisco el Grande sorprendentemente intacta al fondo, Agustín González y Gabino Diego, padre e hijo, se dedican a filosofar sobre lo que vienen de pasar. Nos reuníamos a jugar por aquí y leíamos novelas de guerra y decíamos que eso nunca podría pasar aquí, dice el hijo. Es que, hijo, no es la paz lo que ha llegado, ha llegado la victoria, dice el padre. Dos frases que lo resumen todo. La primera, acerca de la inocencia de los niños que cuando persiste hasta la madurez se trasforma en la más letal de las necedades. Más letal y más frecuente: empeñarse en no querer ver a los que juegan con fuego. ¡Si no pasa nada, hombre! La segunda, pues qué esperabas, estúpido, tratar de tú a tú al ganador. Lo natural es que él celebre su Victoria, es decir, que cobre a los derrotados el precio de sus muertos. Las deudas del juego, ya se sabe, son sagradas. Por eso resulta patético mostrarse desengañado con la humanidad cuando eres el perdedor de la timba. Lo suyo en tales casos sería subir al cadalso haciendo chistes, como hiciera el padre del Lazarillo de Tormes, claro que aquel era de Salamanca y eso lo explica todo.
En fin, más de lo mismo como no puede ser de otra manera... pero con genio que es lo que marca distancias.
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