Cuando uno ve imágenes del líder de los socialistas españoles en compañía de Revilluca, comiendo anchoas y bebiendo vinos de la región, Cantabría, ¡ya te digo!, en un entorno de mesas de madera bruta y paredes de piedra, al gusto troglodita, entonces, en un primer movimiento de la razón, te echas las manos a la cabeza y exclamas: ¡Dios mío, la que se nos viene encima!
Pero nada más lejos. Toda esa representación de sabor de barrio/tesoro antiguo, no es más que pasto de entretenimiento para la chusmilla iletrada ya sea de un bando o del otro. Y no se crean que es algo muy diferente a lo que está pasando en los que conocemos como países de nuestro entorno. Te vas a la Pérfida Albión y al decir de sus medios no hay nada que preocupe más a los ingleses que el si nos vamos o nos quedamos en la Comunidad Económica Europea... con los burócratas de Bruselas como escusa. Bruselas ens roba, es el lema de los que se quieren ir. ¿Les suena? En Francia, ni les hablo. El 90% del debate nacional está dedicado a discernir lo que es de derechas o de izquierdas. Hasta que eso no está resuelto todo queda paralizado menos, claro, la irresistible ascensión de los populismos de toda laya. Italia, Alemania, EEUU, en todos es igual, el populacho sin expectativas y con sueldos de miseria por trabajos siempre serviles se acoge a ilusiones imposibles y con eso se entretiene.
El caso es que como estos días los alifafes me tienen atado a la butaca veo más tele de lo que habitual. Y, claro, como estamos a las puertas de los encuentros anuales en Davos, las cadenas responsables están dedicadas en cuerpo y alma a caldear el ambiente. El tema central de Davos este año es como afrontar los retos de la cuarta revolución industrial, es decir, la numérica. Si la máquina de vapor supuso expulsar del mundo a millones de tejedores y arrieros, y luego el tractor mandó a los suburbios de las ciudades a millones de labradores, etc. etc., lo de ahora con lo numérico, o digital, o cómo le quieran llamar, es para echarse a temblar. Las expectativas de cambio social no tienen parangón con ninguna de las anteriores. Si un tractor sacaba del campo a cien peones, un progamador saca a mil white collars de las oficinas. Y como es fácil comprender, no es lo mismo tener desocupado a un peón que a un white collar. La escasa diferencia de formación entre unos y otros es suficiente para que el peligro de agitación social crezca exponencialmente. Y eso los CEOs, Chief Executive Officer, de todo el mundo lo saben y por tal es que anden tan preocupados y vayan ahora a Davos a darse ánimos los unos a los otros.
Así que como les digo, andan estos días los platós de las grandes cadenas que sale un CEO por una puerta y entra otro por la otra a largar sus opiniones sobre el tremendo conundrum que tiene perplejo al mundo. Recuerda mucho al de la esfinge de Edipo. No se tiene ni idea de como resolverlo para atajar la peste del desempleo que, en el fondo, es la peste de la superpoblación. Y ahora no hay Malthus que valga. Al menos ni se le cita.
Sin embargo, Dios aprieta pero no ahoga. A la irresistible corriente de la innovación se le opone la sólida barrera de la falta de competitividad. Si en Europa hubiese en estos momentos la preparación matemática que hay en la India sería la gran debacle. Afortunadamente no es así y las grandes inversiones en innovación se dirigen hacia la India donde cien millones más o menos de parados ni se nota. Pero ahí esta expectante la amenaza a la espera de que dos millones de españoles aprendan a calcular. Dos millones de empleos cualificados, diez millones de gente al bar... al menos que en el entretanto llegue un Edipo que, después de matar a su padre, sea capaz de resolver el conundrum.
En fin, estaremos a la espectativa. Y perdón por la tabarra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario