Anoche vi una película de una dureza extrema. Se desarrollaba en las montañas de Missuri entre traficantes y cocineros de droga. Resulta difícil creer que pueda existir gente de semejante catadura, como manadas de lobos que se disputan un territorio exiguo. Y sin embargo esa realidad, e incluso peor, existe como contrapartida de los niñatos que salen, salimos, a pasar un rato agradable por la noche previo afilado de colmillos con la preceptiva rayita, por no hablar de los rutilantes ejecutivos que liberan genialidades en sus brainstormings sazonadas con el polvo blanco.
Por otro lado, estos días nos hemos cansado de leer en los periódicos la noticia de que lo primero que van a hacer los socialistos si llegan al poder es cambiar la ley de enrolamiento laboral que en su día promulgaron los falsamente populares que diría el Gato Pérez. Sin embargo, tanto los unos como los otros pasan de puntillas por la noticia auténticamente importante al respecto: en España hay dos millones de puestos de trabajo que no se cubren por falta de gente preparada. ¡Pues leches, no será por falta de universidades!
Por lo demás, dice hoy en La Vanguardia un payo que es alguien importante en no sé dónde, algo que estoy cansado de repetir en este blog, que lo de la pobreza de hoy es repetición de las uvas de ira a causa del invento digital.
Pues bien, ahí tienen tres elementos sobresalientes de la candente actualidad de los que nunca se oye hablar como correspondería en los Parlamentos Nacionales y demás canchas de debate entre responsables políticos. Y mientras tanto, venga a largar sobre el Chapo Guzmán y sus portentosas hazañas. Porque le acabamos pillando, ¡eh!, que la justicia es lenta pero siempre acaba por llegar. Y en el ínterin los niñatos siguen esnifando cocaína y sus papás como quien oye llover... y lo de los dos millones de plazas vacantes ni se mientan y, claro, si por descuido se sugieren es para culpar al gobierno, que, también, por supuesto, debe llevar su parte... pero donde esté la de los papás...
En resumidas cuentas, lo que les quiero decir es que todo lo que pasa, bueno o malo, es a causa del lenguaje. Porque, como dijo Noséquién, y perdonen que me repita: Lenguaje, pensamiento/ tan raudo como el viento./ Civilizada disposición aprendió/ y a esquivar, también, los dardos/ de las lluvias inclementes.
Pues sí, parece que aprendió civilizada disposición, pero sólo para esquivar los dardos de las lluvias inclementes, o para irse por los cerros de Úbeda, o para salir por peteneras, pero nunca, parece, para agarrar el toro por los cuernos y a ver quién es el que más puede. Claro, enfrentarse al Chapo es cosa de niños, pero a ver quién es el macho que se enfrenta a la industria de la noche. Y que nadie se engañe porque ahí, en la industria de la noche, es donde está la madre del cordero de, entre otras cosas nefandas, los dos millones de vacantes que no se pueden cubrir por falta de inteligencia. Es sencillo de entender: el pueblo prefiere camareros y camellos antes que ingenieros. ¿Ingenieros? ¡Qué aburrimiento por Dios!
Las lluvias inclementes, los turcos a las puertas de Constantinopla y, mientras tanto, todo el mundo guay con un gintonic en la mano mientras atruenan el aire los tritonos de Mail Davis, el Rey de la Rayita. Diabolus in musica. El triunfo absoluto de la sensualidad sobre todo lo demás. Y a mí que me registren.
Hablar civilizadamente, en el Hemiciclo y en familia. Sobre todo en familia. Y entre amigos. Ese es el quid de la cuestión. Civilizadamente. Y nene, tú te callas hasta que seas mayor y te puedas ir de casa.
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