Por un lado no hay hoy cabecera que no resalte el abucheo a los Príncipes Felipe y Leticia a su entrada, y luego en su interior, del Teatro Liceo a donde habían sido invitados por los ricos de Barcelona para asistir a la representación de "L´Elixir d´amore". El príncipe, como es natural ha recibido el abucheo con la correspondiente sonrisa. A la Princesa, sin embargo, se le ha podido captar algún gesto de una cierta adustez. Es lo que tiene el haber sido o no sido educado para el cargo. Eso es muy importante porque un símbolo no se levanta de la noche a la mañana.
Así es que los Príncipes como símbolo de la unidad de España en el futuro donde los haya se han tenido que tragar lo del "L´Elisir d´amore", precisamente, en el Teatro del Liceo, símbolo a su vez donde los haya del poderío de la burguesía catalana que, por cierto, no quiere ni oír hablar de independencias, pero sabe que al populacho no se le puede ir por lo directo porque se subleva y entonces recurre al juego de los símbolos que es algo así como meterla con vaselina. Así, para cuando el pueblo se quiere dar cuenta de qué iba realmente la cosa ya la tiene dentro y no puede hacer nada para sacarla porque se lo impide el gusto que le está dando.
Bien, eso por un lado. Por el otro, la monarquía británica, en mi opinión la que mejor sabe montárselo y con mucha diferencia. Para empezar, es multimillonaria. Ningún poder terrenal que yo sepa es verdadero poder si no está respaldado por un talonario prácticamente inagotable. Otra cosa es que lo uses, pero es fundamental que la gente lo sepa. Luego saben practicar como nadie ese juego cercanía-lejanía, muy al estilo de los dioses del Olimpo. Ellos están allí arriba ajenos a las pequeñas cosas de los mortales, pero de vez en cuando bajan a darse una vuelta mostrándose más humanos que los humanos en lo que a las pasiones hace. Así es como vimos al Principe Harry matando talibanes en Afganistan con la misma alegría con la que fulmina muñequitos en los videojuegos. Por no hablar de sus hazañas báquicas con novias venusianas. Sabe jugar a Marte a la perfeción. En ambos campos de batalla: el de la guerra y el del amor. No es extraño que los mortales no puedan dejar de hablar de él con admiración. Príncipe Harry por aquí, Principe Harry por allá, todos quisieran ser como él.
En fin, ya está bien de rollo. Sólo añadir que lo que no me parece muy del guión de un dios, aunque sea tan soso como nuestro Felipe, es bajar a la tierra para trajinarse a una atenéica. Paris, por definición, sólo se arriesga y arruina su reino por Helena. O sea, una venusiana que es en definitiva la que siempre se queda con las manzanas de oro. Así es que no me puede extrañar nada que nuestra atenéica Leticia ponga gesto adusto cuando le abuchean porque, claro, sin las manzanas en su poder no puede estar una princesa para muchas contemplaciones.