jueves, 30 de mayo de 2013

La "célula"



En cierta época de mi vida, siendo todavía bastante joven, tuve la provechosísima oportunidad de poder observar de cerca a gente que se decía de ideología comunista. Se dio la desagradable circunstancia de tener alojada en el departamento en el que trabajaba a lo que se denominaba por entonces una "célula", clandestina por supuesto, pero más conocida que el Tato. Visto desde la distancia puedo asegurar ahora que si alguna vez tuvo vigencia la expresión "lobos con piel de cordero" esa fue para aplicársela a esa gente. Como individuos eran encantadores y, algunos, incluso daban la impresión de inteligentes, pero cuando retomaban el papel de miembros de la "célula" su alma putrefacta se les salía por la cara y puedo asegurarles que daban miedo. Eran el espíritu sectario en estado puro y estoy seguro de que si hubiesen tenido el poder para ello hubiesen quitado de enmedio a todos los que estorbaban sus excelsos designios. De hecho, en la medida de sus posibilidades, no hacían otra cosa. Ejercían, en efecto, como agencia de publicidad dedicada a ensalzar a quién les podía favorecer y a matar civilmente a quien creían que podía entorpecer sus propósitos. En dos palabras: eran repugnantes... lo cual, si bien se mira, tuvo su lado favorable, por lo menos en mi caso, porque el haberles tenido tan cerca fue, quizá, lo que más me espoleó para salir pitando de allí, una de las pocas cosas de entre las muchas que he hecho en la vida de las que estoy plenamente satisfecho. 

El espíritu sectario, ¿qué es el espíritu sectario en definitiva? Se lo diré, no es otra cosa que odio. Odio hacia todo lo vive y crece con normalidad aceptando las reglas del juego. Las reglas del juego que impone la naturaleza, la humana y todas las demás, y que tan bien se comprenden, por darles una pista, cuando se lee "la riqueza de las naciones" de Adam Smith. Esas reglas que no se pueden cambiar porque como el cauce desviado de una corriente siempre tienden a volver a su posición de origen. Pues bien, los sectarios odian esas reglas porque, seguramente, como individuos se sienten impotentes para sobrevivir respetándolas. Y por eso quieren cambiarlas y, como no pueden hacerlo solos, no les queda más remedio que juntarse con los que están en sus mismas circunstancias para empujar todos a una. Y en eso consiste el espíritu sectario, precisamente, en empujar todos a una y que se aparte el discrepante so pena de sucumbir. 

Me vienen al caletre estos recuerdos y estas reflexiones a propósito de una noticia que me ha llegado estos días. Por lo visto los comunistas españoles han firmado un documento en el que se muestran a favor del derecho que les asiste a los catalanes a escindirse de España. Una mamonada sin mayores consecuencias si quieren, pero ¿por qué creen que lo han hecho? Se lo diré, sólo por odio. El odio que les produce  ver que el invento España funciona más bien que mal y no por otra cosa que porque la inmensa mayoría de la población ignora y detesta toda la putrefacta ideología que ellos se empeñan en proclamar como infalible. Es el odio de los fracasados e impotentes. El odio de los ignorantes, en definitiva.  

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